Un video de terror a tono con estas Fiestas de Navidad, Año Nuevo y día de Reyes. El Krampus es una criatura maligna de las leyendas de Europa Central: se conoce principalmente en Alemania, Austria, Hungría y países aledaños. Según las historias de terror tradicionales, este ser rapta a los niños que se han portado mal y se los lleva al Infierno dentro de una cesta. Suele visitar los hogares en Navidades, al igual que Papá Noel y los Reyes Magos. Por su aspecto y naturaleza perversa el Krampus viene a ser una especie de homólogo demoníaco de Santa Claus. El Krampus Desde hace siglos los niños del centro y norte de Europa saben que deben portarse bien durante todo el año. No ya solamente para recibir los regalos de Santa Claus sino porque, si no reciben la visita del viejo barbudo, serán visitados por otro ser. Este ser es tan navideño como Papá Noel, pero lejos de ser benévolo es bien perverso y perturbador. Permítanme que les cuente dos pequeñas anécdotas sobre el Krampus. 23 de diciembre 1894, Braunau am Inn, Austria Era un invierno muy frío, pero eso no era problema. La chimenea de la vieja casa se alimentaba con llamas procedente del inframundo. Se abrió la puerta con un chirrido estremecedor; el Krampus volvía de una larga noche de trabajo. Colocó su cesta en el piso y empezó a depositar su contenido en el fuego. Lenta y tranquilamente, su figura tenebrosa entregaba a las llamas eternas el contenido de la cesta, pedazo a pedazo. Primero un brazo, luego una pierna, una mano... y así sucesivamente. Ese jovenzuelo tenía por costumbre pegarle a los niños del barrio. A todos los que eran más jóvenes que él los agredía con cualquier excusa. El pequeño Adolf, el hijo de los vecinos, era el blanco favorito de sus burlas. Casi no había día en que no se metiera con él para robarle unas pocas monedas, o tan sólo por el gusto de humillarle. Él, valiente hijo de puta de nueve años, robándole a un niño de cinco, pobre y de constitución débil. El Krampus mencionaba todas las fechorías de Franz al tiempo que avivaba el fuego con trozos de carne y huesos. En menos de cinco minutos el cuerpo entero de Franz fue devorado golosamente por las llamas, que lo agradecieron con un buen fogonazo. Ya no volvería a atormentar a Adolf ni a nadie. 25 de diciembre 2014, Berlín, Alemania Ya estaban todos reunidos cerca del árbol de Navidad. Mark y sus papás se disponían a abrir los regalos. A decir verdad Mark dejaba mucho, muchísimo que desear como hijo y como persona. Sus padres sabían muy bien qué clase de mal bicho era su hijo. Se rumoreaba que acosaba a compañeras y compañeros del instituto; y más de una vez había insultado y amenazado a sus profesores con pegarles, si no le dejaban hacer lo que él quisiera. Pero todo esto a sus papás no parecía importarles demasiado. Mark era su único hijo, y era Navidad. A un hijo no se le niega su regalo, da igual si lo merece o no. Y el deseo de Mark había sido el mismo de otros millones de chicos y chicas en todo el mundo: una PlayStation 4. Al quitar el envoltorio de su regalo Mark encontró la caja bastante pesada, incluso para el contenido que se suponía que llevaba. Además, esta desprendía un olor extraño, no precisamente agradable. Pero estaba ansioso por poner las manos encima de su consola. La abrió, y no pasaron ni tres segundos para que el joven y sus padres fueran sobrecogidos por la nausea. La caja rebosaba entrañas podridas, y en su interior lucía una cabeza de chivo despellejada, ya en descomposición. Mientras la familia caía presa de terribles arcadas, resonó un fuerte golpe en la entrada del apartamento. Otro golpe, más fuerte, seguido por un tercero. La puerta se vino abajo y apareció un ser alto, con cuerpo mitad humano y mitad animal: los ojos blancos y los cuernos retorcidos ofrecían un espectáculo horripilante. No dijo nada; se limitó a señalar a Mark con el dedo, a la vez que les hizo seña a los padres de que no se movieran. El chico sería muy valiente con sus compañeros de escuela, pero ante esa aparición demoníaca no pudo sino orinarse en los pantalones, quedándose sentado en la moqueta. Los padres se interpusieron entre el monstruo y el joven. En eso, sin que se lo esperaran, fueron atacados por un grupo de enanos deformes. Eran como una versión monstruosa y perversa de los elfos de Santa Claus. Habían accedido al piso por el conducto de ventilación del edificio. Pese a su aspecto vomitivo y a la estatura pequeña contaban con una fuerza descomunal, e inmovilizaron fácilmente al hombre y a la mujer. El personaje mitad humano y mitad cabra agarró a Mark por debajo de la barbilla y lo metió en la gran cesta que llevaba consigo. Tembloroso y petrificado por el terror, Mark no opuso la más mínima resistencia. El ser monstruoso hizo acto de marcharse, llamando a sí a los enanos. De pronto el hombre se levantó; con gestos apresurados abrió el armario que tenía a su lado y sacó una escopeta, dispuesto a volarle el cráneo al indeseado visitante. No le dio tiempo a más: su propósito fue frustrado por una pequeña hacha que se clavó en su nuca. La mujer, que vio todo aquello, ni se atrevió a reaccionar. Uno de los enanos recuperó su hacha y siguió a su amo, que se largó del lugar junto con sus compañeros, llevando a su cuesta la cesta con Mark. La noche había sido muy larga; ya era hora de terminar el trabajo. Estos no son más que dos ejemplos de lo que les puede pasar a los niños que se dedican a hacerle la vida imposible al prójimo. Cómo han podido ver, los dos episodios se dieron a distancia de 120 años uno del otro, y en dos países diferentes. Definitivamente el tiempo y el espacio no tienen importancia para el Krampus. Si tú eres niño, o hasta adolescente, y disfrutas portándote mal con los demás, por favor replantéate tu actitud. Podrías no sobrevivir a las próximas Navidades para arrepentirte. Y si eres padre o madre de algún joven abusón, piénsatelo bien antes de defender a quién no lo merece. Porque nunca se sabe; podrías amanecer con un hacha clavada en el cráneo.