Cartas al viejito pascuero

Se que dentro de este tema existen un monton de opiniones diferentes en donde los aprovechadores de siempre le ganaron la mano a aquellos que realmente lo necesitan.
Pero no se deben cerrar los ojos a las necesidades de otros ni a la bondad que aun existe.

Les dejo estractos de la cronica de La Cuarta, que por lo menos a mi me llegó.
Son estractos de cartas al viejito pascuero y realmente les pido que dejemos a un lado el espiritú destructivo y toda la mierda mediatica que nos inunda en estas fechas, para buscar solo dentro de nosotros un poco de bondad. Creas o no en la navidad y lo que representa, creo que es bueno, al menos una ves al año tratarnos mejor y hacer algo por otros. Quizas, solo dar gracias por lo que ya tenemos.
(lo puse en este foro por ser un tema actual. Si tienen que moverlo, les agradesco)


La Cuarta buceó en un mar de cartas que los peques, los no tanto y hasta los nonitos queridos, le enviaron al Viejito Pascuero por medio de Correos de Chile. Entre cientos de pedidos de celulares "toch", "pleisteichon" y bicicletas, encontramos estas historias llenas de ilusión que conmueven hasta el alma y que las damos a conocer para que alguna persona de buen corazón se gane un pedacito de cielo ayudándoles a volver a creer en los milagros. Y a usted..., sí, a usted ¿No le provocan nada...?
En su humilde hogar, ubicado en un block de departamentos en la comuna de Macul, la linda Madison le pidió al anciano panzón que no contamina con su trineo híbrido-ecológico y que sólo transporta amor en la Nochebuena, su más profundo deseo. En su tierna carta no aparece ninguna petición material, pero es una historia digna de destacar, porque refleja el verdadero espíritu de la Navidad.

"Me llamo Madison, tengo nueve años... en esta Navidad sólo quiero que me devuelvas a mi papá para ser muy feliz. Extraño a mi papito, déjame verlo una vez, nada más", Madison, la pequeña de linda mirada."
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La Cuarta llegó hasta la morada familiar, donde encontró a la chiquitita acompañada de su mamá Jossy, y sus hermanos Emerson, de 13 años de edad y Ernesto, de siete.
Alrededor de la mesa, la mami nos contó que el papá de los chicocos falleció hace cinco años, atropellado. Desde entonces, ella tuvo que apechugar por sus polluelos y trabajar como china haciendo costuras, aunque la paga no es buena y se labura "a trato"; ni hablar de un trabajo estable ni beneficios sociales: La esforzada mamita tiene que coser nada menos que 300 banderas para ganar poco más de 10 mil pesares, con los que se da vuelta con sus niños.
Pese a las carencias y a que cada día los peques se quedan solos hasta que su mamá llega del trabajo, porque no hay quién los cuide, ella no se queja.
"No tenemos grandes lujos, pero estamos juntos", aseguró, mientras la esperaba un cerro de ropa que coser.

"Sufro una enfermedad llamada glucogenosis tipo I, ... le escribo porque quiero pedirle una camita rosada, porque la mía se quebró y duermo muy mal", Khrizma Molina, ocho años."
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El mal que afecta a la pequeña desde que nació, le impide tener una vida como cualquier niña. Incluso las risas están vetadas para ella: Si se ríe mucho le puede bajar el azúcar y sufrir una de las tantas crisis por las que ha ido a parar al hospital.
Tampoco puede comer cosas ricas. La chiquitita debe alimentarse de maicena cruda a través del estómago, y ni hablar de golosinas.
La enfermedad arrasó con el presupuesto familiar. Su mamá tuvo que vender la casita que tenían para pagar la máquina que la peque necesita para alimentarse.
Lamentablemente, la mujer no trabaja, porque Khrizma no puede quedarse solita. Hace unos años, el alcalde de San Ramón se puso con un kiosco-bazar, pero los chupasangre de siempre la asaltaron dos veces a punta de pistola. Entonces, decidió bajar la cortina. Sin ingresos fijos, no sabe cómo, pero se las arregla para costear los 400 mil pesos mensuales que cuesta el tratamiento y la comida especial. La venta de cachureos en la feria es lo único con lo que se ayuda... en algo, casi nada.
En su carta al Viejito, Khrizma pidió una "camita rosada", porque la que tiene es un camarote que le regaló la Muni hace muchos años. Con el tiempo, los maderos cedieron y se quebraron. A esta altura, el colchón parece cobertor requetecontra usado y la pequeñita apenas concilia el sueño con los palos incrustados en la espalda.

"Que Dios lo bendiga, Viejito Pascuero. Somos un matrimonio de la 3ª edad, de 92 y 75 años. Llevamos 45 casados y queremos una reparación de nuestra casita", Don Enrique Silva y Doña Ana María Droguett, abuelitos."
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Cruzando la línea del tren, en Estación Central, nos recibió don Enrique y nos invitó a su hogar. Allí nos convidó un rico vaso de jugo, perfecto para la hora a la que caían los patos asados. En una pieza chiquitita había dos camas, y en una de ellas reposaba doña María.
La esposa de Enrique tiene 92 años, pero ella dice que "hago todo en la casa y no ando copuchando con las vecinas". La diabetes y otras enfermedades la tuvieron con una larga estadía en el
hospital, pero su marido asegura con cariño que se la entregaron "como nueva".
El amor se nota a lo lejos, pero lo que no anda tan bien es la vivienda. Por eso, los teclitos le pidieron al Viejito una "reparación de nuestra casita".
Basta con echar una mirada al palacete para darse cuenta que el piso se está hundiendo y tiene varios hoyos; más encima las termitas y la humedad le hacen rechupete a la madera. En el invierno, el frío se cuela por donde quiere... brrr.
Pero don Enrique es machito. Pese a los años, a su enfermedad cardíaca y a una hernia, él juntó unas tablitas como pudo y tiene toda la disposición de arreglarla solito, lo que claramente supone un tremendo riesgo. El nonito soltó que la Muni lo ha ayudado harto, pero para reparar el palacete tendría que esperar al menos un año más, porque la pensión -que entre los dos no llega a las 200 lucrecias- no les alcanza.

"Estoy muy triste porque mi papá se quebró un pie y tuvo que vender todas sus herramientas para poder comer y ahora no tiene para trabajar", Soledad Díaz, 12 años."
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Así reza la cartita de la tierna Sole, a quien conocimos en un campamento de la comuna de Renca, junto a sus papis, dos hermanos y dos sobrinos.
Según cuenta don Enrique, el papá, el pasado 31 de julio estaba sobre un andamio haciendo un pololito en una casona. Como buen carpintero, no le hizo asco a la pega extra y partió a poner el hombro, pero ese día la plataforma cedió y en la caída se le quebró el hueso del tobillo. Él asegura que el dolor es grande y ya se acostumbró a sentirlo, pero lo que más le preocupa es que su familia las ha visto negras por la falta de recursos.
Las Fiestas Patrias las pasaron sintiendo el manso olor a asado que tenían los vecinos y en estos meses más de uno le ha prestado una luca para parar la olla. Sin embargo, igual han pasado hambre.
Por lo mismo, tuvo que vender sus herramientas por tres chauchas para echarle algo a la guatita de sus hijos. Ni la huincha le quedó.
"Viejito, lo único que te pido es que le des a mi papá un serrucho eléctrico y un taladro, no importa que sea usado, pero con eso ya él podría hacer algo. Pero si no puede, le pido traerme una cena para nosotros".
Así termina la carta de la Sole, que es una minilolita, que en su misiva al Vejete de los Renos se acordó de todos, menos de ella misma.

"Tengo 5 meses, vivo con mi mamá y mi hermana Viki y vivimos de allegados. Mi mamita está sin trabajo, por eso te pido esta Navidad una cena, pañales grandes y leche", Brandon, por medio de su madre."
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Ser mami soltera no es fácil y a algunas mujeres se les hace aún más pesada la carga.
Mariana Herrera lleva varios meses viviendo de allegada en una y otra casa. Ahora aloja en el palacete de su hermana Katy, ubicado en un campamento en San Bernardo.
Antes habitó junto a sus hijos en la casa de sus padres, en la comuna de La Pintana.
La cosa está peluda y sobre todo ahora que el pequeño Brandon está enfermito, con bronquitis obstructiva, otitis y amigdalitis.
El angelito prácticamente tiene tarjeta de "paciente frecuente" en el Servicio de Urgencias, hasta donde su mamá lo lleva periódicamente a raíz de sus dolencias.
Alguien dijo alguna vez "es dura la vida, Venancio", pero la mala pata le llegó toda junta a Mariana y, para peor, el "papito corazón" no se pone con ni uno.
Desapareció después de asegurar cruz pa'l cielo que iba a buscar pega a Valdivia, pero nunca más llamó, ni menos mandó un mísero billete para su retoño.
Claro que a nadie le falta Dios y toda historia tiene también sus héroes anónimos.
El único que sostiene a Brandon, su hermana Viki, y a Mariana, la mamita, es el marido de Katty y padre de otros tres pitufos, un compipa que tiene así un corazón.
Claro que el bolsillo de la familia ya no aguanta más, porque tampoco este héroe anónimo tiene las espaldas tan anchas como para decir "qué más da".
Por eso es que Mariana se atrevió a escribirle al Pascuero de Correos de Chile, y puso toda su esperanza en el Viejo Panzón, para ver si algo del amor que reparte durante Nochebuena, les toca, aunque sea sólo porque es Navidad...

"Por primera vez te escribo, la vida últimamente me ha tocado demasiado dura... Sólo te pido una cena o cualquier engañito para mis hijos", Teresa Torres, mamita."
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Las palabras de la señora Teresa Torres reflejan lo mal que lo ha pasado desde que fue despedida del trabajo hace un año: La acusaron porque su esposo tiene los papeles manchados.
Nada importó que ella jamás fuera amiga de lo ajeno y que su marido enderezara el camino. Don Marco tiene un puesto en el persa, con patente y todo. Allí junta un billetito con el que logran hacer un almuerzo cuando se puede. Jamás le han dado pega, debido a sus antecedentes.
El matrimonio tiene cuatro hijos y llevan 15 años juntos, aunque últimamente están separados, porque toda la familia no cabe en una sola casa. Más encima, como la vida siempre les da más duro a los pobres, su hijita Mía Antonella, de 1 año tres meses, vive con un riñón y necesita una férula para sus piernas, porque nació con displasia de cadera. De más está decir que no hay plata para comprar el aparato.
Por eso, Teresa, desesperada y sumida en la pena de ver sufrir a sus hijos, le escribió al Viejito. La Navidad pasada la "celebraron" comiendo pan con queso y después, derechito a acostarse, porque Santa pasó de largo.
"Sólo te pido una cena o cualquier engañito para mis hijos, ya que me aflijo tanto al ver que no puedo comprarles nada". Los chicocos de Teresa y Marco son la pequeña Mía; María Francisca, de 17 años; Adonis, de 14, y Vanessa, de 11.