Niños de Ojos Negros

Tema en 'Mitología y Criptozoologia.' iniciado por SgtMerdy, 4 May 2015.

  1. SgtMerdy

    SgtMerdy Usuario Nuevo nvl. 1
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    Los niños de ojos negros (en inglés se conocen como BEK - Black Eyed Kids) son una leyenda urbana que se ha vuelto muy popular en los últimos años. Desde aquel primer testimonio del periodista Brian Bethel, quien tuvo contacto con ellos en Abilene, Texas, allá por 1998, las noticias de avistamientos se han ido multiplicando en todo el mundo. A día de hoy no se ha podido comprobar la veracidad de este fenómeno paranormal. No se tienen fotos ni videos auténticos de estos Black Eyed Children; no se sabe si se trata de seres híbridos entre humanos y alienígenas, de niños poseídos por el demonio, o de seres parecidos a los vampiros. Tampoco se conocen historias de personas que han accedido a lo que ellos piden y hayan sobrevivido para contarlo. En conclusión, no disponemos de datos concretos sobre estos niños de ojos negros. Pero esto no quita que se puedan realizar videos de terror, o escribir historias de miedo basadas en los testimonios de quiénes afirman haberse topado con ellos.




    Niños de ojos negros

    Unos niños se acercan a ti, silenciosos pero con seguridad. Te piden que los lleves en carro a algún lugar, o que los dejes entrar a tu casa para beber agua o llamar a sus padres. Parecen inofensivos, sin embargo desprenden un aire siniestro y amenazante. Los miras y notas que tienen la tez pálida con una textura extraña, casi artificial. Cuando les ves la cara te das cuentas con horror de que sus ojos son completamente negros; no tienen ninguna parte blanca.
    Desde hace años muchas personas en todo el mundo reportan haber tenido este tipo de contactos. A continuación vas a escuchar dos testimonios de avistamientos de los Niños de Ojos Negros.

    16 de enero 1998
    Abilene, Texas

    Era de noche. Recuerdo que adeudaba la cuota mensual de Internet, y para evitar un indeseado corte, decidí ir al centro comercial donde la empresa tenía un buzón para pagos fuera del horario. Al lado de la antigua sede de Camalott Communications, en Abilene, Texas, se hallaba un cine, que en ese momento proyectaba Mortal Kombat. Estacioné frente a la marquesina para aprovechar la luz y rellenar el cheque, cuando de repente alguien golpeó en la ventana del acompañante.

    Volteé la cabeza y vi que había dos niños observándome. Era difícil determinar su edad exacta, pero tendrían entre 10 y 14 años. Pensé que me iban a pedir unas monedas, pero inesperadamente sentí pánico. Fue algo indescriptible que nació desde lo más interno y primitivo de mi ser. El chico más alto sonrió y eso me heló aún más la sangre. Sabía que algo no estaba bien, pero no sabía qué era. Por inercia bajé el cristal y pregunté qué necesitaban. Él chico sonrió de nuevo; pude ver que sus dientes era muy, muy blancos.

    ‘Hola, señor, tenemos un problema’, respondió mientras el otro chico permanecía mirándome fijo, en silencio. La voz era la de un chiquillo, pero su dicción era calma, muy aplomada para su edad. Sentí ganas de irme, pero no puede evitar seguir escuchándole. ‘Verá, mi amigo y yo queríamos ver la película, pero olvidamos nuestro dinero’, continuó. ‘Necesitamos ir a nuestra casa por él. ¿Nos puede llevar? ’Uh, bueno…’, fue lo mejor que pude decir. Aquí es donde la historia se vuelve más rara porque su compañero silencioso lo miró con una mezcla de confusión y culpabilidad en el rostro. Parecía haberse sorprendido porque yo no abrí la puerta de inmediato. El hablante me miró algo perturbado, como si supiera que estaba buscándoles algo raro. ‘Vamos, señor…’, dijo de nuevo, con un tono suave como la seda. ‘¿Qué película quieren ver?’ pregunté finalmente. ‘Mortal Kombat, por supuesto’, contestó. ‘Claro’, respondí; miré rápidamente la marquesina y el reloj en mi auto. La película había empezado una hora atrás y era la última función de la noche. Me interrumpió y dijo: ‘Vamos, señor… déjenos subir. No podemos entrar hasta que nos deje. Solo déjenos entrar y nos iremos antes de que lo sepa. Iremos a la casa de nuestras familias’.

    Me di cuenta de que mi mano estaba en la manija de la puerta, casi a punto de abrirla, cuando la retiré de manera violenta por algo, por algo que me obligó a no mirar a los niños. Y cuando los miré nuevamente, cuando mi mente volvió en sí, vi por primera vez sus ojos. Eran negros como el carbón. Sin pupila. Sin iris. Sólo dos orbes negros que reflejaban la luz roja y blanca de la marquesina.

    El joven silencioso tenía una expresión de desconcierto que parecía indicar dos cosas: “ocurrió lo imposible” y “ya se dio cuenta”. El mayor empezó a molestarse y reiteró: ‘Vamos, señor. No lo lastimaremos. Tiene que dejarnos entrar. No tenemos armas…’. Esto me asustó a más no poder. Con ese tono prácticamente estaba diciéndome: ‘No necesitamos un arma’. Elevó la voz y con palabras que mezclaban enojo y pánico dijo por última vez: ‘¡No podemos entrar si no nos… da… permiso!’. Ya tenía la mano sobre la palanca de cambio y arranqué dando marcha atrás a toda velocidad. Por un momento los vi ahí parados con el rabillo del ojo. Cuando volteé para ver qué harían, ya habían desaparecido.


    Fecha desconocida
    Lugar desconocido

    Lo viví casi como una pesadilla. Me despertó mi perrita Lucy ladrando, a eso de las 2 de la madrugada. Estaba de pie, encima de la cama en la que mi marido y yo dormíamos junto a nuestra hija de 22 meses. Miraba fijamente la puerta del dormitorio, como si algún extraño estuviera ahí fuera. Creí que sólo se había puesto nerviosa por cualquier sonido accidental; de buenas a primeras no le di demasiada importancia.

    Decidí abrir la puerta, para mostrarle que no había nada de que asustarse. Para mi sorpresa, Lucy salió corriendo hacia la entrada. Se paró frente a la puerta, y empezó a gruñir. Era un gruñido rabioso, agresivo; nunca había visto a mi perro actuar de esa manera. Fui a abrir la reja de seguridad para niños e hice acto de abrir la puerta principal, más que nada para mostrarle que todo estaba bien.

    En el momento en que mi mano alcanzó el pestillo, Lucy se puso hecha una fiera. Empezó a ladrar y a dar brincos hacia mí, pero curiosamente cuando toqué el pomo de la puerta su actitud cambió. Ahora lloriqueaba; parecía que algo la atemorizara. De repente, también mis sensaciones cambiaron: ya no me sentía tranquila. Me inundó una mezcla de temor y amedrentamiento. Eché un vistazo por la mirilla. No sabría explicar por qué razón, pero lo hice. Había dos niñas fuera.

    Una era sólo un poquito más bajita que yo, y no parecía mucho más jóven. Yo tenía 21 años, y ella aparentaba 16 ó 17. Era delgada y de tez pálida. Su cabello era rubio tirando a claro y largo, con flequillos que le cubrían los ojos casi por completo. Llevaba vaqueros, también claros, y un suéter verde oliva, de esos que tienen capucha. Llevaba de la mano a una niña, que parecía tener 3 ó 4 años, e iba vestida con vaqueros del mismo estilo, y una rebeca blanca de botones. La niña pequeña miraba al suelo, como por timidez, y lucía un pelo de la misma tonalidad de su acompañante, aunque lo llevaba atado con una coleta.

    De no haber sido por ese miedo abrumador que sentía, probablemente las habría dejado entrar y les habría ofrecido una taza de the o de chocolate. Por lo menos para resguardarse del frío. Pero había algo muy raro en ellas. Llegados a este punto debo precisar que no había hecho ningún ruido; no le había mandado callar al perro; no había encendido ninguna luz. Estas niñas no tenían ningún indicio de que yo estaba detrás de la puerta. La chica más alta empezó a hablar. Su voz era firme y sin acento, propia de una persona madura y segura de sí misma. Mantenía su cabeza mirando hacia abajo, lo que me impedía verle bien la cara. “Necesitamos usar su teléfono” dijo. Se me heló la sangre. ¿Cómo sabía que estaba yo ahí? En ese momento levantó la mirada hacia el frente, y entonces pude verle los ojos. Antes no había podido vérselos a través de los flecos, y es que eran completamente negros; no se distinguía ninguna parte blanca en los globos oculares. Eran ojos que parecían de otro mundo. “Nuestra madre está preocupada”, volvió a hablar la chica. Yo supe lo que eran desde el momento en que miró hacia mí. No podía creer lo que estaba pasando. Estaba yo ahí, con tan solo una delgada puerta de madera entre yo y unas niñas de ojos negros. No cabía duda de que estaban delante mía.

    No le contesté. Lenta y silenciosamente me retiré de la puerta, con Lucy encogida detrás de mis tobillos. La muchacha siguió hablando: “Sólo déjenos entrar para usar su teléfono”. Di otro paso atrás, y en ese instante su tono de voz cambió. Al principio parecía amable. Pero cuando retrocedí ese otro paso asumió un tono autoritario, casi hostil. “No queremos hacerle daño. Si hubiéramos querido habríamos entrado a la fuerza. Se lo preguntaré otra vez. ¿Podemos entrar y usar su teléfono?”. Lucy gruñió hacia la puerta y yo seguí alejándome de ahí, aunque algo dentro de mí me impulsaba a volver. No era algo físico, sino una especie de necesidad subconsciente de ir a abrir la puerta y dejarlas entrar.

    Volví al dormitorio, corrí las cortinas y cerré la puerta con llave. Me quedé sentada en la tenue luz de la lámpara. La oí llamarme desde la puerta una vez más, después silencio. No volví a dormir aquella noche; y no he vuelto a dormir bien desde entonces. Por lo que leí sobre los niños de ojos negros, sé que no pueden entrar a la casa si no se les da permiso.Hasta donde se sabe, no le han hecho daño a nadie, pero me da miedo que yo pueda ser una excepción. Cuando le conté mi experiencia a mi marido, él dijo que sólo había sido un sueño. Sigue diciéndome que lo olvide, pero esa sensación de tristeza persistente, ese temor cuando la casa está en silencio por las noches, ese miedo a escuchar tocar en la puerta me sugieren lo contrario.

    Así que ya sabes... Si estás solo por la noche y algún niño pica a tu puerta con cualquier excusa o insiste por subirse a tu carro, yo que tú no accedería a sus peticiones. Porque no sabemos qué les ocurrió a aquellas personas que sí los ayudaron; puede que no hayan vivido para contarlo.
     
    #1 SgtMerdy, 4 May 2015
    Última edición por un moderador: 14 Nov 2016
  2. irracional

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    los niños de ojos negros ..... no salen en hey arnold ???? o es idea mia ?
     
  3. PAJARONDELTERROR

    PAJARONDELTERROR Usuario Casual nvl. 2
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    no mas archivos secretos x para ustedes
     
  4. Nicko26

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    saludos a mulder y scully.....
     
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    por algo no hay fotos y vídeos.....
     
  6. aguitaperra

    aguitaperra Usuario Casual nvl. 2
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    Acá hay hartas niñas de hoyo negro
     
  7. teator

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    aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhh