El íntimo drama y las críticas de la familia de una niña violada

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LATERCERA.COM
La noche del sábado 19 de septiembre, mientras el país celebraba las Fiestas Patrias, se iniciaba un verdadero calvario para una menor de 14 años y los suyos. Los antecedentes de la investigación y el testimonio de sus padres reconstruyen esas horas y la -a su juicio- lenta reacción de las autoridades.


CALLES VACIAS
"Nos fuimos caminando por la calle grande del cine (Av. Ossa), por el mismo lado del cine. Llegamos al metro (Simón Bolívar) y ahí íbamos a llamar por teléfono. No contestaron".
J.F. (14) y su pololo D. (15) salieron del cine Hoyts de La Reina cerca de las 22.00 del sábado 19 de septiembre. El plan era tomar un taxi para volver a la casa del padre de ella, quien les había dado permiso. La joven y su pololo desde hace cuatro meses no se habían visto durante algunos días.
La pareja siguió caminando. En los días previos, cerca de 200 mil autos habían salido de la capital y algunas vías estaban vacías: "Llegamos a un lugar donde hay una plaza (...), nos fuimos caminando por el parque (Tobalaba)", agregó ella en su declaración ante la fiscalía, el martes pasado.


EL HOMBRE DEL BASURERO

"Por ese lugar (en el parque y cerca de la calle Crisálidas) había unos columpios azules", siguió el relato de ella.
Los pololos estaban en una pequeña plaza junto al canal San Carlos. El lugar estaba oscuro -algunos vecinos culpan de ello a la distribuidora eléctrica, pero la firma asegura no haber recibido quejas ni peticiones en ese sentido- y se quedaron allí. D. se sentó en un columpio.
Ella, sin embargo, estaba preocupada por algo que había visto. "Le dije a D. 'me da miedo'. Le dije que camináramos rápido, por el señor que estaba en el basurero".
Eran cerca de las 22.15 y a 20 metros de distancia los miraba José Luis Sáez Gallardo (29), vendedor ambulante, adicto a las drogas y con una condena de cinco años cumplida por robo. Su apodo: Car'e Diablo. "Vi una pareja de jóvenes que estaban caminando por la misma plaza, (...) Me decidí a asaltarlos", confesaría después.


APARECE EL AGRESOR
"Caminamos y llegamos a un puente chico, estaba todo oscuro. Y el tipo corrió y se puso detrás mío. Me puso en el cuello una tapa de jugo Watts roja, que tenía como unos vidrios". Pese al intento de huir de los pololos, Sáez los alcanzó.


El asaltante diría luego a la fiscal Eva Curia tener recuerdos más borrosos: "No me acuerdo si usé algún elemento o un arma. Pude haber usado un gollete de botella". Estaba "chicoteado" (drogado), aseguró.
Bajo la advertencia de que le haría daño a la menor, los obligó a bajar a un pequeño desagüe que cruza el parque en el eje Sánchez Fontecilla-Tobalaba y que desemboca en el canal San Carlos. Es un lugar estrecho -no mide más de un metro 80 de ancho y uno de profundidad- y es difícil de ver desde las calles aledañas. Sáez le ordenó a la pareja que permanecieran agachados. "Le dijo (a D.) que se diera vuelta los bolsillos... Me dijo que si volvía a gritar me iba a cortar la cara, que ya se lo había hecho a muchas niñas", recordó ella.


Sáez Gallardo intercalaba insultos junto a sus amenazas. Según la joven, "decía que le daban crisis de pánico y que teníamos que tener cuidado".
Luego, obligó a los dos jóvenes a quitarse la ropa y ató a D. con trozos de sus propias prendas. Unió las manos con las rodillas del joven a través de su espalda ("como un chanchito de tierra", dijo ella), y luego lo dejó "tirado en la orilla de cemento, mirando hacia el mismo lado de siempre".


EL ATAQUE
"Le pasé luca, monedas y, además, el celular", recordó el martes D. ante la fiscalía. Además de amarrarlo, Sáez Gallardo le puso una bolsa plástica y le tiró pasto encima. "Entonces no supe nada más de mi polola. Me puse a gritar".


Mientras, el agresor se había llevado a la joven a la fuerza. La hizo caminar cerca de 500 metros por el parque, rumbo a Providencia: "Pasó su brazo por mi cuello; me puso en el cuello una botella rota".
Luego se detuvieron en una zona del parque donde hay una depresión y vegetación. Allí abusó de ella.
Más tarde la dejó allí, amarrada de pies y manos.
"Si me muestran fotos lo puedo reconocer. Le vi la cara cuando estaba en la basura, cuando me dio miedo. También le vi la cara cuando estábamos en la orilla del río", diría más tarde la menor a la fiscal.


COMIENZA EL ALERTA
"Alrededor de las 23.45, ya de vuelta de ir a buscar a mi hija y su pololo al Parque Inés de Suárez (una de las fondas del sector oriente), al bajarme a abrir el portón escuché un grito de socorro". Vladimir Vlahovic, un vecino del sector, atribuyó en un comienzo el hecho a un "juego de muchachos", pero la repitición de los gritos lo convenció de que algo pasaba. En un mensaje por e-mail que envió el lunes a quienes coordinan el plan de seguridad del barrio, relata que decidió encaminarse al parque junto a su hija y el pololo de ella.


"Nos acercamos por la bajada al canal y encontramos a un muchacho de 15 años, en el borde del canal, cercano a caer, de boca y desnudo, con las manos y pies amarrados a las espaldas". El menor les contó lo que había pasado.


Veinte minutos después, llegó un equipo de Seguridad Ciudadana de La Reina, que alertó a Carabineros. Según la familia de la menor agredida, los policías tardaron cerca de 40 minutos en llegar. La pregunta, en ese momento, era dónde estaba la joven.


PETICION DE AYUDA

"Repentinamente, alguien comienza a tocar el timbre insistentemente". Eran las 0.30 y Mauricio Martínez, otro residente de Sánchez Fontecilla, acudió a ver quién estaba ante su puerta.


"Veo a una joven de 14 años, que lloraba. Me manifestó que a ella y su pololo los habían asaltado y que el pololo estaba amarrado en la orilla del canal y que a ella la habían violado", dijo Martínez. Se fijó en otro detalle: "La chica se encontraba descalza, con sus manos amarradas con un trozo de tela".


Minutos antes, J.F. había conseguido liberar sus pies. Corrió hacia las casas de Sánchez Fontecilla para pedir ayuda. Tocó dos timbres sin resultado. El tercero era el de la casa de Martínez, quien llamó a Carabineros.


PRIMERAS SOSPECHAS

"A las 21.30 llamé a mi hija para saber si ya habían salido del cine. No contestaban. Hacia las 22.00 le pude preguntar dónde estaban. Me dijo 'papá, vamos a ir caminando a la casa', lo que encontré muy extraño". A.F. (44), el padre de la joven, no sabía que en ese momento su hija estaba acompañada por el asaltante, pero algo le indicó que las cosas no iban bien: "Me repitió que se irían a pie, preguntando 'papá, ¿A qué hora llegas a casa?". El estaba en una fiesta con amigos y decidió tomar un auto, para recorrer el trayecto entre su casa y el cine.


Mientras manejaba, el padre de la menor se encontró con una patrulla de carabineros. "Me pasaron un parte por andar sin documentos, pero se portaron bastante bien. Llamaron un radiopatrullas para que buscara a los niños".


A esa hora, la madre de la niña, M.C. (38), estaba con su familia en Las Condes -son separados-, e ignoraba que su hija había salido al cine ese día, en que la menor estaba a cargo de su padre.


EL REENCUENTRO
"Sabía que algo pasaba, pero nunca imaginé algo tan duro", dice el padre. "Creo que fueron los carabineros los que me avisaron", añade. Le dieron una dirección y un dato: habían hallado a dos adolescentes víctimas de un asalto.


A esas alturas, su hija permanecía en el interior de un vehículo policial, frente a la casa donde llegó a pedir ayuda. Cuando su padre llegó, la niña se pasó a su automóvil. En el intertanto, su madre también fue alertada. "Pasaron unas dos horas desde que la encontraron hasta el momento en que la pudimos llevar a un centro asistencial", critica ella. Un sistema frio.

"Cuando los carabineros nos dijeron que faltaba constatar lesiones, decidí llevarla a la clínica", recuerda la madre de la menor (el procedimiento dice que debe ser en el SML).
Los especialistas del recinto asistencial privado concordaron con la opinión de Carabineros y ellos debieron partir rumbo a ese recinto.

M.C. dice no olvidar las palabras a su hija de una funcionaria que las atendió en el SML: "Fuiste violada". Fue entonces que surgió el tema de una receta para la "píldora del día después". "Nos querían derivar a un hospital público. Obviamente, en un 19 de septiembre la espera iba a ser muy larga". Así, salieron del SML a las 4.30 y se dirigieron de nuevo a la Clínica Alemana. Allí les extendieron la prescripción.


LA BUSQUEDA
"La píldora no estaba en las farmacias; tampoco en las clínicas privadas. Lo encontré penoso. Yo sabía que iba a poder solucionar el problema de alguna forma, pero pensé en la gente que no tiene los recursos o no lo puede hacer a tiempo, porque no han hecho las denuncias. Fue una tortura adicional", recuerda el padre.


No encontraron el fármaco, así que otro médico les extendió una segunda receta para ciertas dosis de hormonas que cumplen el mismo efecto.


LAS DEMORAS

"Nos dijeron que nos iban a llamar para que ella viera algunas fotos. Mi hija estaba muy cansada y decidimos dejarla dormir", recuerda la madre. Un fiscal de turno había tomado los primeros antecedentes en Sánchez Fontecilla y luego se había trasladado al SML. "Pero el domingo nadie llamó, sólo un cabo de Carabineros que nos pidió que fuéramos a La Florida para reconocer fotografías de un detenido que tenían. Mi hija lo descartó de inmediato".


Cerca del mediodía, un cabo contactó al padre de la menor y le propuso revisar el parque. "Recogieron algunas colillas de cigarrillos y una botella de ron. Fue el único avance del domingo", critica la madre. Dice que pasó esa tarde llamando a la fiscalía: "Sólo respondía una grabación".




HORA DE DAR LA CARA
"En la mañana -del lunes- decidimos partir a la Fiscalía. Me presenté en la recepción con el número de causa. La recepcionista me dijo que la causa acababa de ingresar y que no había fiscal asignado. Me llené de rabia y dejé un reclamo. Nadie estaba investigando, nadie le había mostrado fotos a la J. Nada. Esto fue a las 13.45", se queja la madre.

Rato después, cuando el caso trascendió a la prensa, la indignación de los padres creció. "Decidimos hablar. Necesitábamos recibir explicaciones".
Esa tarde, cerca de las 17.00 y ante numerosos periodistas, M.C. criticó lo que, a su juicio, eran demoras en la investigación: "Han pasado más de 24 horas y me acaban de llamar para darme el nombre de la fiscal y para ofrecer apoyo sicológico". Acto seguido, planteó lo que ocurrido tras el ataque:
"Cómo va a ser posible que la píldora no la puedas comprar (...) que no esté disponible en una farmacia".
"EL NUMERO 11"
"Nos citaron a la fiscalía el martes. Supimos que ese día la fiscal recién había pedido que cercaran e inspeccionaran el lugar. Imagínese: el lunes había llovido y ya no había rastros. La indignación era terrible", cuenta la madre. "Si yo no hubiera pataleado, si yo no hubiera exigido mis derechos, este sujeto todavía estaría suelto", agrega.


La joven ingresó a la fiscalía a las 16.30 y, cuatro horas después, ya había reconocido a su agresor. "Es él, es el número 11, es él", habría dicho la niña, apuntando a la carpeta que los fiscales Rodrigo Mena y Eva Curia le mostraron. En la foto estaba el "Car'e Diablo". "¿Podría ver esa foto en colores?", preguntó la adolescente.


Sáez Gallardo fue detenido en La Florida por detectives a las 16.30 del día siguiente, mientras intentaba escapar en micro de un cerco de Carabineros.
Esa mañana, la familia había acudido a pedir ayuda al cuartel de Bicrim de La Reina. "Usamos el recurso de pedir auxilio y, en ese caso, un funcionario público no te lo puede negar", dice la madre. Fue allí que la niña volvió a reconocer a su agresor.


M.C. también critica lo que ocurrió después del arresto: "No puedo creer que siendo las víctimas, los fiscales aún no llamen para avisar a qué hora formalizan a este tipo mañana", comentó esa tarde.
El miércoles, cerca de las 20.30, M.C. está sentada en su living cuando desde la calle entra una joven acompañada por otros dos adolescentes y una mujer adulta. Saluda a su madre, le cuenta que le fue bien en sus compras -un par de bolsas cuelgan de sus manos- y le sonríe, antes de pasar al interior de la casa, rumbo a su cuarto.




"Ahora la reto menos", cuenta su progenitora con una sonrisa. "Ella tiene súper claro que no hizo nada malo. No siente vergüenza, no siente miedo. Sabe que aquí los únicos equivocados son la gente que deja salir una y otra vez a estos tipos. Esto afectó nuestras vidas para siempre, pero ella sabe que estoy a su lado y que vamos a salir adelante. El (Sáez Gallardo) ya no es tema. La vida continúa, definitivamente".

 

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Saludos men