Pasión Prohibida - Parte 5

Tema en 'Cementerio De Temas' iniciado por fdo6500, 15 May 2009.

Estado del Tema:
Cerrado para nuevas respuestas
  1. fdo6500

    fdo6500 Usuario Nuevo nvl. 1
    1/41

    Registrado:
    14 May 2009
    Mensajes:
    16
    Me Gusta recibidos:
    0
    Como recordarán del relato anterior, Maureen estaba acostada de boca sobre el mesón, con los jeans y los calzones abajo y el potito bien paradito, con los ojos cerrados protestaba haciendo pucheros, pero me tenía el pene tomado con una mano y me lo manoseaba como midiéndole el grosor, como tratando de adivinar si podría entrar entero en su pequeño y estrecho ano… mientras yo le echaba crema Nivea en su ano rosadito y virgen…

    Maureen estaba calladita y se retorcía toda nerviosa, manoseándome el pene mientras yo seguía acariciándole el ano con crema… yo creo que quería decir “¡NOOO…!”, pero le encantaba sentir mis dedos ahí atrás… y le daban ganas de sentir también mi pene… Yo estaba más caliente que una tetera hirviendo, el pene me dolía de tan duro y tieso que lo tenía con las caricias y manoseos de la manito de Maureen…

    Finalmente, la curiosidad, la excitación y el deseo vencieron al susto, y la gringuita me dijo con un hilo de voz: “OK bad boy… pero métemelo despacito…” Me soltó el pene, se quedó bien quieta, juntó las manitos y cerró los ojos. Yo no podía creerlo… ¡¡¡la Maureen estaba dispuesta y deseosa de que se lo metiera por el poto!!!

    Yo ya no podía más de calentura… tomé mi pene erecto, que por mi edad no era más grueso que dos de mis dedos, pero estaba duro como un fierro... Le abrí las nalguitas con una mano, y con la otra me agarré el miembro y me acerqué hasta que le toqué el ano con la punta, y me pareció delicioso. Estaba suave y resbaloso con la crema, era una sensación exquisita... estaba tan resbaloso, que me tuve que sujetar el pene bien firme para que se mantuviera en su ano y no se resbalara para otra parte… Comencé a presionar suavemente hacia adelante. Ella hizo un puchero y se puso a gemir...

    Sentí que Maureen relajaba el ano como tratando que le entrara, igual que cuando le metía los dedos, ella emitió una especie de chillido ó quejido gutural, agónico, y ví cómo se le abría despacito el orificio y mi pene comenzaba a penetrarla lentamente… era una sensación increíble, deliciosa, maravillosa… no podía creerlo, no estaba soñando… estaba penetrando por el ano a una gringuita rubia, preciosa, de ojitos azules… igual que en las fotos del libro… la única diferencia era que Maureen no era Rusa ni Danesa sino Inglesa… pero era rubiecita y de ojitos azules, y más bonita que las colegialas del libro… ella se quejó y gimió e hizo varios pucheros ahogados, y sus manitos se crisparon sobre el mesón, como tratando desesperadamente de aferrarse a algo, mientras decía “Oh my god… Oh my god…!” Le pregunté “¿Te gusta?” y sus labios balbucearon de nuevo la misma frase que decía cuando le metía los dedos: “Ayyy…Siii… qué ricooo…”

    Yo seguí empujando pero muy suavemente, con bastante miedo de hacerle daño ó hacerme daño yo (¡era mi primera vez!)... pero ella también empujaba para atrás… sentía cómo mi pene entraba lentamente, más y más adentro, entraba sin demasiado esfuerzo, pero increíblemente lento, milímetro a milímetro… Maureen jadeaba y gemía y estaba roja de excitación, haciendo pucheros y con los ojos llorosos… avancé muy despacio lo más que pude, hasta que quedé pegado a ella… Maureen se incorporó un poco, giró la cabeza y trató de darme un beso, yo me agaché sobre ella y acerqué mi cara a la suya y la besé en los labios… se volvió loca, me besó con furia, me mordía los labios y gemía y empujaba hacia atrás, gozando y disfrutando como loca… nos besamos largamente, ella agachada sobre el mesón con su cabeza girada hacia mi cara, mis manos en sus caderas, mi cuerpo pegado por detrás al suyo, mi pene semi infantil clavado hasta el fondo en ese pequeño y delicioso orificio…

    Entonces comencé a retroceder un poco, y ella se desesperó, y me decía “No… nooo… métemelo… métemelooo…” Volví a empujar hacia delante, y lentamente entró hasta el fondo, y ella se retorció de placer… Probé a retroceder de nuevo, y cada vez que retrocedía, ella protestaba, y cuando se lo clavaba de nuevo hasta el fondo, ella gozaba con violentos estertores de placer… Así la tuve un largo rato, retrocediendo y avanzando, hasta que decidí parar para que no nos fueran a pillar los otros pendex… sentía las voces de los otros mojones jugando cerca…

    Retrocedí suavemente hasta salir, y ella protestó y me pidió que se lo volviera a meter, así que se lo clavé de nuevo lentamente hasta el fondo y ella chirrió los dientes de placer… y así seguimos harto rato, retrocediendo y avanzando una y otra vez… hasta que yo me empecé a asustar con la cercanía de los otros pendex, así que le dije “No quiero que nos pillen, mejor paremos y te lo hago de nuevo mañana”. Ella escuchó las voces de los otros pendex y me hizo caso, me separé suavemente, ella se limpió la crema con el papel confort, se subió los calzones, se secó las lágrimas, yo también me limpié el exceso de crema de mi pene, nos dimos un último beso súper apasionado y volvimos donde estaban mis hermanos chicos…

    Así me pasé todo ese verano, arrancándonos con Maureen al escondite cada vez que podíamos. Por mi edad, yo nunca tuve un orgasmo, pero ella ya había tenido su primera regla, así que sospecho que Maureen tuvo muchos, ó estuvo muy cerca de tenerlos, por la forma en que se estremecía, y aquellos “Oh… Oh… Ooooohhhh” que salían de sus labios después de varios de mis avances hasta el fondo de su precioso potito...

    ¿Y Janet? Como se podrán imaginar, la siguiente vez que Maureen no estaba, Janet me pidió de inmediato que nos escondiéramos. Ella creía que le iba a meter de nuevo los puros dedos en el potito, pero le hice exactamente lo mismo que a su hermana. Le encantaron las caricias con crema, pero se aterrorizó cuando me puse detrás y saqué mi pene erecto. Janet decía con su voz de gringuita “Oh my god… no, no, nooo…” pero no se movió, y cuando la penetré dijo “Ayyyyy…” y se le llenaron los ojos de lágrimas, su nariz pecosa se llenó de gotitas de traspiración, le temblaban las piernas y se le doblaban las rodillas, parecía que iba a desmayarse… A pesar de sus protestas, no opuso mayor resistencia, y le clavé el pene en el ano lentamente hasta el fondo, igual que a su hermana… y ya en el segundo avance, ella misma empujaba para que entrara más… se volvió loquita, se retorcía, se mordía los dedos, gemía y empujaba una y otra vez…

    Ese verano estuve todo enero y todo febrero penetrando por el ano a las dos preciosas gringuitas, pero mucho más a la Maureen, a veces le dábamos duro dos ó tres días seguidos, y al tercero quedaba un poco adolorida, pero apenas se recuperaba me pedía que se lo metiera de nuevo. Y las pocas veces que la Maureen salía con su mamá (no quería salir a ninguna parte, quería puro quedarse para ir al escondite conmigo todos los días), la Janet inmediatamente me pedía que se lo metiera también a ella… Cuando se nos acabó el pote de crema Nivea, la Maureen se robó uno de su mamá, y seguimos disfrutando del Acto Prohibido todo el verano. Siempre me preocupé de apuntarles directamente al ano y no dejar que el pene se resbalara, para que ni siquiera les rozara la vagina, me daba pánico que se quedaran esperando guagua… Y ellas me ayudaban con sus manitos, para asegurarse que se los metiera por el poto y no por delante, porque ninguna quería perder la virginidad.

    Una vez, acordándome del Director que le había dado unos azotes en el poto a una de las colegialas antes de penetrarla, le dí a Maureen varias palmadas en las nalgas, también antes de penetrarla. Le encantó. La siguiente vez que estuve con la Janet le hice lo mismo, y también le gustó. Les comencé a dar palmadas siempre antes de penetrarlas, y me parecía que el orificio se les relajaba y el pene entraba más fácilmente que sin las palmadas.

    Semana a semana, yo me iba haciendo cada vez más experto en penetrarlas por el ano, y aprendía más y más cómo hacerlas sufrir y gozar por el poto hasta que se volvían loquitas. Ellas aprendieron a relajarse y a gozar desenfrenadamente con esa mezcla de placer y dolor, y se hicieron realmente adictas al acto sexual más erótico, voluptuoso y prohibido de todos... Y en la pasada, yo también terminé convertido en un experto…

    Nunca nos pillaron, porque siempre nos arrancábamos sin que nadie se diera cuenta, cuando los grandes nos dejaban solos jugando en los jardines, y las arrancadas nunca duraban más de quince ó veinte minutos. La hacíamos cortita, pero la verdad es que por nuestra edad tampoco nos daba para mucho más.

    Y un día llegó el final de febrero, y se acabaron las vacaciones. La tarde antes de partir, tuvimos un último encuentro con Maureen. Y me pasó algo raro, me volví como malvado, la dí vuelta y le bajé bruscamente los calzones, la tomé del pelo y la hice agacharse hasta pegar la cara contra el mesón, le pegué unas palmadas súper fuertes, le puse la crema en el ano entre palmada y palmada, y la penetré con fuerza, cruelmente, sádicamente… entre lágrimas y sollozos, de su boquita salió la misma frase que siempre decía, “Ayyy… qué ricooo…” le mantuve la cabeza pegada al mesón, y ella también se volvió como loca, y empujaba para atrás con todas sus fuerzas… Cuando terminamos estaba toda roja, llorosa y tiritona, me dio un beso largo y me hizo jurar que nos volveríamos a ver el verano siguiente, para seguir jugando ese juego tan cochino y delicioso…

    Pero las aventuras no terminaron ahí para Maureen y Janet. Ni mucho menos para mí.

    Si les gustaron estas historias, díganme y les cuénto la sabrosa aventura que tuvo después Maureen con su doctor… y mis aventuras con las pendex del barrio en Santiago, que habían quedado todas curiosas en diciembre y lo único que querían era ver el famoso libro…
     
Estado del Tema:
Cerrado para nuevas respuestas