El Centinela Estaba húmedo, lleno de barro; tenía hambre y tenía frío y se hallaba a cincuenta mil años de luz de su casa. Un sol daba una rara luz y la gravedad, que era el doble de aquella a la que él estaba acostumbrado, hacía difícil cada movimiento. Esto es precisamente lo que sucedía en aquel maldito planeta de una estrella de la que no había oído hablar hasta que puso el pie en élla. Y, ahora, era terreno sagrado porque los "extranjeros" también estaban allí, raza cruel de monstruos abominables y repulsivos. Se había tomado contacto con ellos cerca del centro de la Galaxia, después de la colonización lenta y dificultosa de unos doce mil planetas; fue la guerra a primera vista; ellos habían disparado sin tan sólo intentar negociaciones o hacer la paz. Estaba alerta, con el fusil preparado. A cincuenta mil años de luz de su casa, luchando en un mundo extraño y dudando de si viviría para volver a ver el suyo. Y entonces vio a uno de aquellos extranjeros que se arrastraba hacia él. Encaró el fusil y disparó. El extranjero dio ese grito extraño que ellos dan y después quedó tendido en el suelo. Le hizo temblar el espectáculo de ver aquel ser tumbado a sus pies. Uno puede acostumbrarse a ellos después de un rato, pero él no lo había logrado nunca. ¡Eran unas criaturas tan repulsivas, con solamente dos brazos, dos piernas, y solo dos ojos, y una piel horriblemente clara y sin escamas...!