[h=3]El gran testigo - Ernesto Sábato (Fragmento)[/h] "La inmensa mayoría escribe por motivos subalternos: porque buscan fama y dinero, por distracción, porque meramente tienen facilidad, porque no resisten la vanidad de ver su nombre en letras de molde; en el mejor de los casos por evasión o por juego. Quedan entonces los pocos que cuentan; aquellos que sienten la necesidad oscura pero obsesiva de testimoniar su drama, su desdicha, su soledad. Son los testigos, es decir los mártires de una época. Son hombres que no escriben con facilidad sino con desgarramiento. Son individuos a contramano, terroristas o fuera de la ley. Esos hombres sueñan un poco el sueño colectivo- Pero a diferencia de las pesadillas nocturnas, sus obras vuelven a esas tenebrosas regiones en que se sumieron y (siniestramente) se alimentaron, son la ex-presión o presión hacia el mundo de esas visiones infernales; momentos por el cual se convierten en una tentativa de liberación del propio creador y de todos aquellos que, como hipnotizados, siguen sus impulsos y sus órdenes secretas. Motivo por el cual la obra de arte tiene no sólo un valor testimonial sino un poder catártico, y precisamente por expresar las ansiedades más entrañables de él y de los hombres que lo rodean. Nada más equivocado, pues, que pedirle a la literatura el testimonio de lo social o lo político. Escribir en grande, simplemente es, sin más atributos. Pues si es profundo, el artista inevitablemente está ofreciendo el testimonio de él, del mundo en que vive y de la condición humana del hombre de su tiempo y circunstancia."
por que si pudiera plasmar mis ideas e historias de alguna otra manera lo aria, siento que el mundo dentro de mi mente es tan amplio e increible que no puedo guardarlo solo para mi. no hay aires de grandesa XD por lo menos en mi caso. saludos.
Ahora que quizás, en un año de calma, piense: la poesía me sirvió para esto: no pude ser feliz, ello me fue negado, pero escribí. Escribí: fui la víctima de la mendicidad y el orgullo mezclados y ajusticié también a unos pocos lectores; tendí la mano en puertas que nunca, nunca he visto; una muchacha cayó, en otro mundo, a mis pies. Pero escribí: tuve esta rara certeza, la ilusión de tener el mundo entre las manos ¡qué ilusión más perfecta! como un cristo barroco con toda su crueldad innecesaria Escribí, mi escritura fue como la maleza de flores ácimas pero flores en fin, el pan de cada día de las tierras eriazas: una caparazón de espinas y raíces De la vida tomé todas estas palabras como un niño oropel, guijarros junto al río: las cosas de una magia, perfectamente inútiles pero que siempre vuelven a renovar su encanto. La especie de locura con que vuela un anciano detrás de las palomas imitándolas me fue dada en lugar de servir para algo. Me condené escribiendo a que todos dudarán de mi existencia real, (días de mi escritura, solar del extranjero). Todos los que sirvieron y los que fueron servidos digo que pasarán porque escribí y hacerlo significa trabajar con la muerte codo a codo, robarle unos cuantos secretos. En su origen el río es una veta de agua allí, por un momento, siquiera, en esa altura luego, al final, un mar que nadie ve de los que están braceándose la vida. Porque escribí fui un odio vergonzante, pero el mar forma parte de mi escritura misma: línea de la rompiente en que un verso se espuma yo puedo reiterar la poesía. Estuve enfermo, sin lugar a dudas y no sólo de insomnio, también de ideas fijas que me hicieron leer con obscena atención a unos cuantos psicólogos, pero escribí y el crimen fue menor, lo pagué verso a verso hasta escribirlo, porque de la palabra que se ajusta al abismo surge un poco de oscura inteligencia y a esa luz muchos monstruos no son ajusticiados. Porque escribí no estuve en casa del verdugo ni me dejé llevar por el amor a Dios ni acepté que los hombres fueran dioses ni me hice desear como escribiente ni la pobreza me pareció atroz ni el poder una cosa deseable ni me lavé ni me ensucié las manos ni fueron vírgenes mis mejores amigas ni tuve como amigo a un fariseo ni a pesar de la cólera quise desbaratar a mi enemigo. Pero escribí y me muero por mi cuenta, porque escribí porque escribí estoy vivo. Un poco largo el poema, pero me representa un poco. Yo no escribo para vender ni hacerme famoso, para figurar entre los demás. Escribo para mí y mis amigos. Ando con una librea y una pluma en todos lados porque las ideas son fugaces. Escribo porque lo siento y si no lo hiciese, mi vida sería la más vacía, perdería mucho sentido. Me perdería yo. Saludos
Cuando uno cae hipnotizado bajo las palabras de Proust se puede comprender esa relación obsesiva que hay con el desprenderse de las cosas. Donde las palabras se envuelven de un desgarrador testimonio y en un refugio para las miles de noches en vela, ese es el trasfondo exquisito de la literatura y que distingue entre autores. La sutil capacidad de plasmar las visiones en un panteón de reflejos de lo cotidiano y emociones reprimidas. Así mismo cuando un individuo analiza esto y escribe dejando lo material de lado, se produce un desprendimiento inconsciente donde los estados psicológicos quedan suspendidos y ellos son quienes convierten en palabras los pensamientos y cuando la obra queda concluida se transforma y se materializa en distintos estados que incluso el individuo no es capaz de percibir. Cuando se lee a Kawabata por dar un ejemplo, cuya vida fue un verdadero drama, puede visualizar pequeños destellos de conciencia -Insight- como en mil grullas donde se aborda el tema de la muerte de una forma totalmente frágil, dice "El suicidio interrumpe el entendimiento" ¿Pero por qué se suicidó? ¿Sabía que su obra ya dejaba plasmada esas ideas que quizás el nunca fue capaz de demostrar y aceptar como propias? Al final, ¿Por qué escribo? Porque me gusta vomitar, claro está.
Por que puedo, quiero, nadie me lo impide y si asi fuese pico pa ellos, ademas de lo que dice Don Folk.