Mi profesora de Yoga (historia real) PARTE II

Primera parte aquí.

II.

Las piletas en el patio y la luz de la luna adornaban la situación de una manera especial. Íbamos por un camino de adoquines que nos dirigían a la casa.

Llevaba a Paola tomada de la cintura, sintiendo como mi pene se metía entre medio de sus cachetes a través del pantalón. A veces caminaba más lento y me movía el culo haciéndome presión y se reía, yo la nalgeaba a modo de castigo.

La casa por dentro me hacía recordar a esas películas porno de calidad, tipo VIXEN o alguna de Erika Lust. Era una estancia gigantesca, el largo de mi casa era del porte del living. Me tomó de la mano y me llevó a su dormitorio.

-Me siento un poco nerviosa. Fumas hierba?- me preguntó.
-Si, de vez en cuando- respondí.
-Jajajaja. Hice bien en preguntar entonces-.

Paola me dejó solo en el dormitorio un par de minutos. El dormitorio tenía un ventanal gigante, que dejaba ver los cerros y permitía que el sol fuera el despertador en las mañanas. La única iluminación eran cuatro velas que estaban ubicadas en cada esquina de la habitación. Las paredes eran de una madera tipo Caoba y el aire que entraba desde afuera lograba atenuar la agradable temperatura de fin de año.

Paola entró con un vaporizador en mano y una bandeja de galletas hechas por ella misma. Salimos al patio por la ventana y nos tiramos en el pasto a mirar el cielo mientras inhalábamos del vapo. El efecto de a poco hacía lo suyo y comenzaba a sentir el aire más fresco. Me había quedado concentradísimo en el sonido que hacía el agua de las piletas al caer, hasta que sentí su mano bajando por mi abdomen.

-Quiero que te dejes llevar- me dijo.

Acarició mi pene por encima del pantalón y me daba apretones cada vez que podía. Yo le besaba el cuello y apretaba suavemente una de sus tetas.

- Me gusta la suavidad con la que me tocas.- me decía, en medio de suspiros y gemidos pequeños.

- Tus tetas me vuelven loco. Estaría toda la vida acariciándotelas.- le respondí.

Me levanté, la tomé de la mano y me la llevé a su cama.

La senté y me paré frente a ella. No me quitaba los ojos de encima y se notaba que a pesar de su atrevimiento, estaba nerviosa. Me bajó el cierre y comenzó a masturbarme despacio, como si todo el tiempo del mundo nos perteneciera solo a nosotros. Yo le acariciaba su pelo con mis dos manos y ella empezaba a chupármela desde abajo. Lo hacía muy lento y con los ojos cerrados. Hace mucho tiempo no sentía esas sensaciones y el efecto de la hierba lo agudizaba aún más. Tenía el rostro de un ángel y unos labios suaves con los que me recorría el miembro hasta el glande.
La tiré hacia atrás, le quité el pantalón y comencé a besarle las piernas. Mientras más iba subiendo, más lograba sentir el calor que provenía desde su entrepierna. Al llegar ahí, la empezaba a besar desde encima del calzón mientras ella me presionaba la cabeza hacia su vagina. Le corrí el calzón hacia al lado y mi lengua recorría su clítoris por el contorno. Sentía como cada segundo se le iba poniendo más duro y eso me permitía jugar mejor. Mientras hacía eso, la penetraba con mis dedos, que cada vez se humedecían más producto de su excitación.
Me levanté, le saqué la polera y los sostenes. Tenía sus tetas redondas y firmes. Quedamos ambos desnudos, la dejé acostada y me acerqué a su cabeza por el lado. Me gustaba rozarle el pene por su boca, cosa que le costara agarrarlo, eso la desesperaba y la calentaba más. Cuando dejé que lo tomara, la empecé a masturbar mientras ella me la chupaba. Sus tetas se movían con cada pulso y mi pene en su boca no la dejaba gemir con naturalidad. Con la mano que tenía desocupada se tocaba las tetas y eso me ponía completamente loco.

- Quiero que me lo hagas, fuerte- me decía entre gemidos.

Se levantó y me tiró en la cama, me dio la espalda y se subió sobre mí, moviendo su vagina encima de mi pene y así, humedeciéndolo.

- No tengo cond…-
- Cállate, yo me cuido. Dame como si fuera tu perra- me interrumpió.

Puso mi pene dentro de su vagina y comenzó despacio. Tenía su culo redondo y sus caderas bastante sueltas. Por un instante había olvidado que se dedicaba al yoga.

Su cuerpo era demasiado perfecto. Verla saltando sobre mí y escucharla gemir era uno de los placeres más grandes que me había tocado vivir. Llevaba mucho rato tratando de aguantar las ganas de irme, pero me mentalizaba en no desaprovechar esa oportunidad que quizás nunca más se volvería a dar.

Sobre el velador, había unos libros y unas velas gruesas de color naranjo. La acosté y comencé a tocarla como excusa para descansar un poco y poder durar más. Le mordía el cuello y le apretaba los cachetes al mismo tiempo que la nalgeaba. Tomé una de las velas y se la metí despacito por la vagina.

-¿Qué estás hacien..? Ay…- comenzaba a gemir, nuevamente.

Mientras la masturbaba, le buscaba el culo con mi pene. Traté de entrar de a poco, Paola gemía de dolor y placer al mismo tiempo. Así fue como le terminé dando una doble penetración. Su culo se logró adaptar a mi pene y le dí por ambos lados un buen rato.

-¿Cómo vas?- le pregunté.
-Ya me he ido cortá como 4 veces- me respondió con la respiración entre cortada.

En eso me tranquilicé un poco y dejé de aguantar las ganas. La senté y comencé a masturbarme frente a ella. Llené de semen sus labios como también sus tetas grandes. Con sus manos, esparcía todo el líquido a través de su cuerpo, de sus tetas y de la perfección de su abdomen.

-Hace tiempo no me hacían sentir así- me dijo.

Consumimos un poquito más de hierba, nos bañamos juntos. Nos tiramos en la cama y hablábamos de otro tipo de cosas mientras nos comíamos las galletas.

Llegué a mi casa después de las 2. Hice caso omiso a la preocupación de mi familia y me dormí en dos tiempos. Definitivamente, el yoga me había ayudado.