El conocimiento atrae como esclavos a las personas. No necesariamente se trata de saberlo todo, aunque sí de algo en especial. Los enfermos de amor sacrificarían su propia vida: ¿qué piensa?, ¿qué siente?, pero más importante ¿está la respuesta relacionada conmigo? Helena solía insistir y meter la pata para estar al corriente de ello. No podía controlar sus acciones. Pensaba que llorar de noche era el cáncer de su rutina diaria. A pesar de sus vacíos, era extrovertida cuando se trataba de compañía. Ella no esperó ni planeó el día en que Roque la invitó a su casa. Fue tan sólo una sorpresa que la hizo feliz... por el momento. Ambos no sabían nada más que sus nombres y edades de 17 años. Él estaba igual de contento, aunque sus intenciones hayan sido otras. Le pidió que lo esperase en el living. Ella asintió. ¿Será un regalo? se preguntaba, junto con otras dudas más importantes. Quería saber si ese momento iba a darle los conocimientos que tanto deseaba. El tipo volvió. La puerta ocultaba algo en su mano, y ella dedujo que ese era el obsequio. Actuaba distinto. Parecía más nervioso, simplemente porque lo que ocultaba, era una daga. Al mostrarlo, Helena dio dos pasos atrás. Sólo eso, que por lo destrozada que estaba, no quería resistirse. El desgraciado hundió el filo entre el pecho y el abdomen. La chica gimió, y aterrizó en la pared, ensuciándola al desplomarse. La punta del cuchillo se le notaba en la parte trasera de su ropa. Lo último que vio antes de perecer, fue la sonrisa desquiciada de quien quería. Allí supo qué significaba para él. Aunque parezca lo contrario, fue una muerte rápida. La mente infantil del homicida esperaba algo como en las películas. Suspiró profundamente. Dejó de inquietarse, y a pesar de ver un cadáver en posición sedente, tomó todo con tranquilidad. La cargó boca arriba hasta el baño. Luego sacó la daga del cuerpo, la limpió y enfundó. Sangraba bastante, así que abrió la ducha. Una vez inmóvil, podría hacer lo que quisiera con su cuerpo. La herida mortal había llegado hasta la espalda, y en la parte frontal, era grande en largo y ancho. Se sacó los jeans, y la ropa interior. Penetró, con su parte íntima, el orificio que le había dado muerte. Sujetaba la cabeza hacia su vientre. Aquellos sádicos y macabros sucesos, fueron los mejores de la vida de Roque. Luego comenzó a sufrir. Deseaba volver a tenerla para otro momento, pero tenía que seguir enterrándola. De todas formas, sabía que pronto sería descubierto, viendo el ocultar las pruebas como una actitud infantil. Sangraba bastante, así que abrió la ducha. Una vez inmóvil, podría hacer lo que quisiera con su cuerpo. La herida mortal había llegado hasta la espalda, y en la parte frontal, era grande en largo y ancho. Se sacó los jeans, y la ropa interior. Penetró, con su parte íntima, el orificio que le había dado muerte. Sujetaba la cabeza hacia su vientre. Aquellos sádicos y macabros sucesos, fueron los mejores de la vida de Roque. Luego comenzó a sufrir. Deseaba volver a tenerla para otro momento, pero tenía que seguir enterrándola. De todas formas, sabía que pronto sería descubierto, viendo el ocultar las pruebas como una actitud infantil.