primero que nada, es bastante extenso, asi que si le da paja leer... NO lo haga "La sociedad está acostumbrada a las noticias de asesinatos; sin embargo, cuando es un niño quien ha cometido el asesinato, cunde el desconcierto y no faltan quienes dicen que estamos en una época de decadencia moral. Pero ¿por qué matan los niños?, ¿cuáles han sido los casos más notorios?..." ¿Por qué matan los niños? La respuesta a tal pregunta puede variar dependiendo del tipo de caso ante el cual nos encontremos; pero, en cualquiera de ellos, siempre intervienen una serie de factores. Estos son principalmente factores neurológicos, psicológicos, familiares, socio-culturales, e incluso económicos y políticos: todos ellos interactuando, teniendo unos factores mayor participación que otros según el caso particular que se tome. Sin embargo, más allá de la comprensión técnica del problema, el asesinato cometido por niños siempre nos desconcierta, y es que, como dijo el escritor colombiano Miguel Mendoza Luna: Cuando el niño pasa de víctima a victimario, pone en crisis todas las creencias, teorías y preceptos morales del ser humano. Resulta más fácil señalar a una entidad responsable de su crueldad: la televisión, sus amigos mayores, las acciones adultas. Las estadísticas muestran que aproximadamente un 90% de los niños maltratados se convierten en personas violentas y maltratadoras, y empiezan ya desde temprano a manifestar esa violencia. Entrando en materia, los expertos dicen que, para que un niño mate, tiene que haber una vulnerabilidad de tipo biológico o psicológico, siendo que en el primer caso puede tratarse de algo innato o bien de un daño o alteración cerebral que haya afectado los mecanismos reguladores de la conducta, sobre todo en lo que respecta al control de los impulsos. Como quedó entrevisto al inicio, los múltiples factores pueden dividirse en exógenos e internos, división esta que es clave a la hora de saber qué tan rescatable es tal o cual niño asesino en concreto. Dice por ello el especialista Vicente Garrido: Cuanto más peso tengan en cada caso los factores exógenos, los factores ambientales y educativos, más posibilidades de recuperación. Y al revés, cuanto más pesen los factores internos, es decir, de temperamento o personalidad, peor es el pronóstico. Si presenta rasgos que en un adulto serían catalogados como de psicopatía, como insensibilidad o falta de arrepentimiento, el pronóstico es peor ( ). Una personalidad psicopática lo seguirá siendo, seguirá manipulando y buscando siempre su conveniencia, pero puede llegar a interiorizar que hay unos límites que no debe traspasar.. Esto nos muestra que un niño con tendencias psicopáticas no está condenado al crimen, pero lógicamente es mucho más propenso a caer en él, dado un entorno determinado, que un niño sin esas tendencias en ese mismo entorno. Ahora, y en cuanto a los factores externos, tenemos que el niño que mata, y en líneas generales el niño que delinque con violencia, suele haber sido víctima de abandono, maltrato, carencias emocionales, y usualmente pobreza. Puntualmente en lo que son los maltratos, las estadísticas muestran que aproximadamente un 90% de los niños maltratados se convierten en personas violentas y maltratadoras, y empiezan ya desde temprano a manifestar esa violencia, pudiendo en casos excepcionales plasmarla en el asesinato Ya a nivel de los mecanismos psicológicos, a veces estos suelen ser profundos y nada evidentes. Por ejemplo, los psicólogos afirman que, cuando el niño mata con ensañamiento, está manifestando en ello un deseo inconsciente de destruir la imagen que tiene de sí mismo como ser vulnerable, buscando así librarse del sentimiento que tiene de ser una víctima. Otra situación interesante es la que se da con la humillación; pues, cuando un niño es humillado, frecuentemente se dispara en él un mecanismo psíquico que le lleva a ver en los demás la causa de todos sus males; y esto, desde luego, va haciendo que se acumulen deseos de venganza, aumentando la probabilidad de que el niño busque hacer daño, ya que eso equivaldría a atacar la fuente de sufrimiento. Pasando ahora a la interacción entre los factores ambientales y los factores internos, surge la pregunta de por qué, dado un determinado entorno lleno de circunstancias que empujan al crimen, un chico se vuelve criminal y otro no. La respuesta quedó insinuada antes: hay ciertas tendencias innatas que potencian, en un conjunto dado de condiciones externas desfavorables, el surgimiento de la tendencia criminal. Ese es el caso de las llamadas personalidades antisociales y de los sujetos con tendencias psicopáticas. Pero existen casos en que tales tendencias no nacen con el niño y aún así éste termina delinquiendo con violencia: en algunos casos de este tipo, lo que ha ocurrido es que las condiciones del entorno han sido tan fuertes que han terminado afectando, modificando hasta cierto punto estructuras cerebrales vinculadas al control de los impulsos y a otros aspectos ligados a lo que determina la presencia o ausencia de la tendencia criminal. De este modo, estudios clínicos muestran que niños sometidos a malos tratos sistemáticos tienen la amígdala hasta un 12% más reducida, y la amígdala tiene como función principal el proceso y almacenamiento (a partir de memorias) de reacciones emocionales. Algo parecido sucede cuando el niño, como consecuencia del maltrato recibido, tortura animales, ya que se ha demostrado que la repetición de actos crueles termina por menoscabar las conexiones y estructuras cerebrales vinculadas a la empatía Cabe mencionar que todo esto tiene mucha más vigencia en el caso del niño, pues su cerebro es más maleable, más cambiable, ya que está en fase de maduración, de desarrollo. Al respecto de este tema, José Sanmartín, director del Centro Sofía para el Estudio de la Violencia, explica que: Sabemos que los niños maltratados también presentan afectación de las conexiones entre los dos hemisferios a través del cuerpo calloso. Las conexiones entre la amígdala o el hipocampo y la corteza prefrontal son muy importantes, porque la corteza es el lugar donde residen los mecanismos de la conciencia. En ella comparamos opciones, evaluamos consecuencias, elegimos entre disyuntivas, y decidimos llevarlas a la práctica o no. Luego impregnamos de sentimiento esas acciones. Y todo eso lo hace la corteza prefrontal, que lee e interpreta los impulsos que llegan de la amígdala y los potencia o los inhibe según esa valoración Según dicen los psicólogos, los rasgos temperamentales que más podrían favorecer la aparición de la violencia en el niño, son la dureza emocional, la impulsividad y la ausencia de miedo. Todo lo anterior es de capital importancia pero ¿qué pasa con la formación del niño? Generalmente es en boca de personas mayores que escuchamos que la culpa de los males de nuestros niños la tienen los padres y la escuela al no formarlos adecuadamente. La causa de que tales comentarios vengan sobre todo de pasadas generaciones, obedece al hecho de que aquello que critican está profundamente vinculado a las particularidades socio-culturales de nuestros tiempos, pero esas particularidades son algo en lo que se ahondará después. Ahora es preciso señalar que la función del proceso de formación es, en cuanto a que el niño se encamine o no hacia el crimen, básicamente la de hacer que éste interiorice ciertos límites y valores. Así, se ha planteado que, cuando un niño se muestra violento al punto de caer en comportamientos antisociales, los llamados mecanismos de control social han fallado: en relación a los padres, ya porque estos han constituido malos modelos (ladrones, estafadores, prostitutas, borrachos, etc), o ya porque simplemente han estado ausentes total o parcialmente, dejando así a los hijos mucho más expuestos a la violencia que día a día se ve en la televisión y en otras manifestaciones culturales. Y es que, tal es el poder que tiene una adecuada formación, que los psicólogos afirman que ésta es capaz de evitar que un niño con tendencias psicopáticas se transforme después en criminal, principalmente porque permite que actúen mecanismos psicológicos como la represión-inhibición o la sublimación (por ejemplo, un niño violento que canalice bien esa violencia innata, puede querer ser soldado o policía). Por último, si nos preguntamos cuáles son los principales elementos temperamentales que podrían favorecer la aparición de la violencia, estos son la dureza emocional, la impulsividad y la ausencia de miedo. La dureza emocional se puede manifestar en indiferencia hacia los demás, insensibilidad o falta de empatía, simple frialdad, o crueldad en casos extremos. Si no siento, no sufro, tal es la lógica del niño que adopta la dureza emocional como respuesta a un entorno que le genera malestar, siendo que ese entorno puede pasar desde manifestarse a nivel familiar en algo tan radical como unos padres que golpean, hasta manifestarse en algo aparentemente no tan nocivo como unos padres que no insultan ni golpean pero son fríos, distantes e indiferentes, siendo que, si hay hermanos y estos repiten la conducta o si simplemente no hay hermanos o fuente alguna que contrarreste esa falta de afecto, las consecuencias serán aún peores en el proceso de endurecimiento emocional del niño. Pasando a la impulsividad, de ésta ya se dijo que puede verse empeorada por el maltrato, y potenciada por una inadecuada formación en la que no existan límites y valores. Finalmente, la ausencia de miedo es el más peligroso de los tres componentes, y generalmente es innato cuando se manifiesta con intensidad. Dice sobre esto el psicólogo Andrés Pueyo: En estos niños, el castigo no sirve de nada. Ni el castigo físico, ni la amenaza, les produce el más mínimo impacto Casos representativos de niños asesinos Ya hemos visto cuál es la dinámica multifactorial del fenómeno criminológico que constituye el asesinato cometido por niños. Ahora, con ese antecedente, el lector podrá apreciar mejor los siguientes casos, dentro de los cuales se ha excluido a los niños asesinos en serie como el Petiso Orejudo o Pomeroy, ya que estos son casos sumamente aislados mientras que, aquellos niños que matan sin llegar a convertirse en asesinos seriales, representan un fenómeno mucho menos infrecuente y por tanto más importante en la comprensión del crimen, al menos si vemos qué tan representativo es, estadísticamente y socio-culturalmente. Jon Venables y Robert Thompson El 24 de noviembre de 1993, Jon Venables y Robert Thompson fueron declarados culpables por la muerte del infante James Bulger. En el crimen había tortura y premeditación, por lo que era un insólito acto de sadismo que desconcertaba a la sociedad británica y los colocaba como los asesinos más jóvenes en la historia moderna de Inglaterra. La condena que se les dio fue permanecer en prisión hasta que cumpliesen la mayoría de edad, cosa que pareció demasiado blanda a la indignada sociedad británica. Robert y John raptaron a un niño de dos años, lo llevaron a una estación de tren abandonada, lo patearon, le tiraron piedras y ladrillos, le bajaron los pantalones y dejaron su cuerpo en la vía férrea para que el tren lo partiera. Su caso conmocionó a Inglaterra, y aún hoy los odian, por lo que deben ocultar sus identidades. La historia del caso: Spoiler ¡Debes iniciar sesión para ver el Spoiler! Jordan Brown Jordan Brown (arriba), cuando tenía once años, tomó una escopeta y le disparó a la novia embarazada de su padre Jordan Brown tenía once años cuando cierto día, aprovechando que su padre se fue a trabajar y la novia de éste dormía, tomó una escopeta calibre 20 y le disparó en la nuca a Kensie Marie Houk (la novia de su padre), sin importarle que ésta estuviese embarazada y a unas semanas de dar a luz Después, dejó a su hermana de cuatro años sola con el cadáver en casa, salió, y tomó el bus del colegio. Actualmente y con trece años, Jordan enfrenta la posibilidad de cadena perpetua si lo llegan a juzgar como adulto, siendo que en ese caso se convertiría en la persona más joven de Estados Unidos en ser condenada de por vida; mas, si lo juzgan como menor de edad, Jordan quedaría libre a los 21 años. Según psicólogos, jueces y fiscales, la persistencia del niño en afirmar su inocencia es en realidad una negativa a asumir la responsabilidad, siendo que necesita admitir su culpa para rehabilitarse. Como se ve, el caso ha despertado una polémica que aún persiste, y que está ligada a los límites que la ley estadounidense fija para ciertas libertades: el consentimiento sexual está entre los 16 y los 18 años dependiendo del Estado, recién a los 21 se puede consumir alcohol en muchas partes; pero, aún así, se quiere condenar a un menor a cadena perpetua, al menos según la perspectiva de quienes abogan por un castigo menos severo en virtud de la inmadurez moral propia de la edad del acusado. Cristian Fernández Cristian nació como el fruto de una violación hecha a una niña de 11 años que la absurda ley de Florida no dejó abortar. Era de esperarse que un niño nacido en tales condiciones terminase por malos caminos, y eso se vio cuando, a los dos años, Cristian salió en los noticieros después de que unos policías lo encontraran sucio y desnudo, caminando de madrugada en las calles de Miami. La razón de eso era que el niño se había escapado de un hotel porque su abuela, a cuyo cargo estaba, llevaba días encerrada en la habitación, dedicada por entero al consumo de drogas Tras saberse la razón de su fuga, él y su madre de 14 años, Biannela Marie Susana, pasaron a depender de los servicios sociales de Florida. Pero aún así las cosas no mejoraron mucho, ya que a los tres años Cristian fue expulsado de la guardería por bajarle los pantalones a un compañero, agarrarlo a la fuerza y simular el acto sexual Insólito para una criatura de tres años, aunque no si se tiene en cuenta que anteriormente, según se investigó, Cristian había sido sexualmente abusado por un primo suyo Por otra parte, Cristian se mostraba agresivo y había matado a un gato solo por arañarle, así que el Departamento de Menores lo sometió a un tratamiento para corregir su comportamiento antisocial y con tendencias criminales, consiguiendo que funcione al menos temporalmente. Cristian mató a su medio hermano de dos años cuando su madre lo dejó solo en la casa con él. Al regresar, su padrastro se consternó, le dio una paliza y se suicidó Arriba vemos a Cristian durante el juicio. Mientras, antes de que Cristian cumpliese los seis años, su madre se casó con Luis Alfonso Galarrago Blanc, y convivió con él casi cinco años hasta que un día (14 de marzo del 2011), Biannela dejó a David Galarraga de 2 años en casa, solo con su hermano Cristian. Aprovechando que nadie lo veía, Cristian mató a golpes a su hermanito de dos años y, cuando Luis Alfonso regresó, no podía creer lo que veía: su hijo asesinado por su hijastro. Furioso, Galarraga Blanc le da una brutal paliza a Cristian, toma una pistola, y se suicida delante de Biannela, de los hijos que había tenido con ella, y del propio Cristian. Biannela fue acusada de comportamiento negligente y Cristian de asesinato en primer grado. Ahora es posible que lo condenen a cadena perpetua si lo juzgan como adulto, aunque la opinión pública quiere que se lo juzgue como menor y hasta ha habido una iniciativa en la que se han recogido más de 190000 firmas. Por lo pronto Cristian continúa tras los barrotes, esperando su sentencia definitiva. Los niños que matan y la decadencia humana del sistema Sylvia Gereda Valenzuela, una doctora en Sociología y Ciencias Políticas, expresó una vez, conmocionada por infames casos de niños sicarios en Guatemala, el carácter de los niños asesinos como síntomas de la decadencia social: Cuando los menores de edad, que aún son niños, actúan con una saña que supera los límites de la ficción y muestran un desprecio absoluto frente a la vida, es una clara señal que la sociedad se ha corrompido al máximo. Ejemplos de esa corrupción social extrema los vemos en Colombia, Guatemala y México, al menos en lo que respecta a la aparición de niños sicarios como consecuencia del narco tráfico y la delincuencia. Por ejemplo, en febrero del 2013 Guatemala sufrió dos terribles casos: en uno, un niño de once años asesinó de un tiro en el cuello a una niñita de tres años; en otro, una niña de 13, junto a una adolescente de 15, mató a tiros a un hombre dentro de un barrio popular de la capital guatemalteca. Tanto en uno como en otro caso, se ve de manera radical lo que los sicólogos denominan la pérdida de los mecanismos de mediación, conocida en el lenguaje cotidiano como pérdida de valores y técnicamente definible, según palabras del psiquiatra Carlos Giraldo, como: los parámetros que determinan la unión del individuo con su entorno y que rigen los conceptos acerca de la vida y de la muerte, del delito y su penalización Cuando los menores de edad, que aún son niños, actúan con una saña que supera los límites de la ficción y muestran un desprecio absoluto frente a la vida, es una clara señal que la sociedad se ha corrompido al máximo. (Sylvia Gereda Valenzuela, Doctora en Sociología y Ciencias Políticas) Pero ¿podemos acaso afirmar que esa pérdida de los mecanismos de mediación se ha acentuado más en nuestros tiempos? Definitivamente, y esto es una opinión compartida por toda una legión de sociólogos, sicólogos y psiquiatras Es en esta línea que Ronaldo Wright, psicólogo social argentino, afirma que el actual sistema social transforma lo ilegítimo en legítimo, presenta cambios con gran rapidez, fallecimiento y debilitamiento de tradiciones y discursos que antes eran dominantes (como el religioso), e incluso, según dice, industrializa a la muerte. Por ello, hablando de los niños asesinos, él afirma en tono crítico que: En muchos sectores de la población domina la reiteración, el estancamiento y la estereotipia. ( ) Muchas veces ellos se retiran de la escena del crimen sin robar nada. Es más, al advertir que existe en el lugar alguna cámara que los está filmando, en vez de ocultarse suelen dirigirse a la misma realizando gestos desafiantes y obscenos. De sus conductas se advierte frialdad e insensibilidad, ausencia de miedo y dureza emocional. Pareciera que experimentan el placer de transgredir la norma del no matar que inscribe a todo individuo en la cultura Las últimas palabras de la cita anterior dan la clave: experimentan el placer de transgredir la norma del no matar que inscribe a todo individuo en la cultura. ¿Pensaremos entonces que estos niños desean estar fuera de la cultura? Sí, al menos en el sentido de que cobijan rabia hacia una sociedad que perciben como fuente de malestar y, por lo mismo, sienten el deseo de atentar contra ésta al revelarse contra sus códigos. Concordantemente, en un seminario de investigación se planteó tres variables de causación para los asesinatos cometidos por niños: 1) el resolver, con el asesinato, tensiones originadas por la rivalidad experimentada en sus relaciones con los otros 2) llamada al orden público: inconscientemente, el niño desea ser reprendido y nombrado por el orden público, ya que en su vida está ausente la figura estructurante de la autoridad, 3) librarse del malestar del kakón, concepto este que designa el tedio, el malestar de la vida y la falta de sentido existencial. Ahora bien: ¿qué tienen nuestras actuales sociedades que potencie un aumento de casos de niños asesinos? Según una teoría ampliamente aceptada, el problema es el capitalismo globalizante postmoderno. Así, la teoría plantea que la relación entre la gestión capitalista y los procesos de globalización, ha causado grandes cambios en la relación entre el sujeto y el goce pulsional (el goce que surge de la satisfacción de las pulsiones), generando con ello una crisis normativa vinculada a una legitimación de lo ilegítimo enraizada en un escenario de economía política donde se conjuga el poder dominando los mercados con los mercados dominando el poder. Dice por ello la Dra. Amelia Haydée Imbriano, en su texto Aportes del Psicoanálisis a la Criminología, que: Lo que se extiende es una política del aumento insaciable del consumo. Un progresivo debilitamiento de las leyes simbólicas, una consecuente crisis de límites y empuje al exceso, facilitan el imperio del ideal de consumo (otorga placer inmediato). En pos del sostenimiento de ese ideal, en la sociedad contemporánea, todo es válido. En ese marco opera un empuje al exceso. La pulsión de muerte predomina sin mayores obstáculos. Consecuencia de ello, aumenta la tensión imaginaria de rivalidad con el prójimo, iniciándose un empuje a la resolución de las conflictivas en lo real, a través conductas violentas y antisociales que pueden llegar a su máxima expresión: homicidio suicidio. Para más info: Spoiler ¡Debes iniciar sesión para ver el Spoiler!
buen aporte, la cifra del 90% sera en paises en donde el maltrato y los abusos se permiten o no estan penalizados
La info ya la había leído, se mueve a relatos, el foro principal es solo material grafico y explicito.