Las polémicas y controversias que rodearon la construcción del nuevo Hospital Regional de rancagua

Pese a su dificultosa puesta en marcha, hoy en día se mantiene como un recinto de prestigio que presta atenciones de alta complejidad y que ha sido crucial en el combate a la emergencia decretada por el coronavirus.



Desde su anuncio, la construcción del nuevo Hospital Regional de Rancagua no estuvo exenta de polémicas, situación que se inició cuando la entonces presidenta Michelle Bachelet puso la primera piedra el día 10 de enero del año 2010 a solo dos meses de terminar su mandato.

En aquel entonces, el anuncio de la edificación del nuevo recinto hospitalario quedó íntimamente ligado al Gobierno de la actual alta comisionada de las Naciones Unidas junto a la gran envergadura de las obras, anunciándose en la oportunidad que se construirían 68 mil metros cuadrados, se dispondría de un total de 502 camas que beneficiarían a 383 mil personas hacia el año 2012, o sea que, dicho en otras palabras, el proyecto original no contemplaba más de 900 días para la construcción.

A todos estos pormenores, se añadió además la propuesta del diputado Juan Luis Castro (PS) de bautizar el recinto con el nombre de la expresidenta, sosteniendo al respecto que se trataba de una obra “que es el futuro y que tiene que perdurar más allá del momento político, con o sin popularidad”.

Dentro de este contexto, los primeros problemas comenzaron desde la adjudicación del proyecto en el año 2009, cuando la constructora brasileña OAS, protagonista de uno de los mayores escándalos de corrupción en el país carioca por el caso Lava Jato y cuyas redes de cohecho se hicieron extensivas a millonarios contratos en 12 países, tomó el control de las obras.

A esta cuestionada empresa se sumaron en calidad de socios la constructora española COMSA, la cual quebró en marzo de 2013 mientras participaba en la construcción del Hospital de Calama; y la constructora Echeverría Izquierdo, entre cuyos mayores accionistas figuraba el exministro de Energía, Fernando Echeverría, quien permaneció solo tres días al frente de la cartera por, según sus palabras “eventual conflicto de interés”.

Con respecto a la edificación, el entonces intendente regional, Juan Ramón Núñez, señaló con orgullo previo inicio de los trabajos que se trataba de “la inversión más grande que ha hecho el Estado de Chile en la ciudad y la región”, palabras a las que siguieron una serie de severas deficiencias estructurales que quedaron expuestas por el megasismo del 27F del 2010, movimiento telúrico que afectó de forma importante los primeros trabajos.

Otra controversia que sumó a las ya mencionadas, fue la salida del entonces director del Servicio de Salud regional, el doctor Cristián Gabella, quien tras asumir el cargo en los primeros meses del año 2011 y de encontrarse con “un ambiente tenso”, como él mismo definió, finalmente tuviese que renunciar al puesto tres años después, luego de que la Contraloría abriera un sumario en contra de 10 funcionarios del Servicio de Salud por irregularidades que rodearon a la construcción del hospital, entre ellos el propio doctor Gabella.

En esa línea, la polémica construcción finalizó el 2016, tres años después de lo proyectado por un valor significativamente más alto a los $66 mil millones por los que fue adjudicado: un total de $123 mil millones de pesos, a los que se sumaron constantes retrasos, múltiples irregularidades y acusaciones que abrieron paso a una investigación de la Fiscalía por cohecho y malversación, además que la constructora OAS finalizó las obras únicamente junto a Echeverría Izquierdo, empresa que terminó exigiendo en Tribunales una indemnización de US$46 millones del Estado.

Pese a su dificultosa puesta en marcha, hoy en día el Hospital Regional de Rancagua mantiene su sitial en la zona como un recinto de prestigio que presta atenciones de alta complejidad, con una amplia gama de recursos tecnológicos y una elevada capacidad de pacientes que ha sido crucial en el combate a la emergencia sanitaria decretada por el coronavirus.

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