Tres veces tonto

Tres veces tonta, me repetí, como si quisiera creer que aquella era la verdadera razón de sus actos. Si bien existió un periodo donde también fui tres veces tonto (o incluso más) terminé abstrayéndome de este mundo. La estupidez no la había perdido, no había madurado lo suficiente como para no cometer los mismos errores, simplemente no estaba a gusto con esta realidad. Quien no vive en este mundo, difícilmente puede cometer "torpes actos".

Tres veces tonta y weona, me volví a repetir, porque el ser humano vuelve por aquella fruta que tiene un dulce sabor en el paladar, pero que irrita el estómago y no reporta beneficios más que el placer momentáneo. Y si para eso está hecho el hombre, tres veces tonto es el ser humano, que deambula entre pensamientos cuando sólo debe complacer a su viceralidad.
A pesar de vivir en mundos distintos, sigo diciendo que es tres veces tonta y weona, porque antes de emigrar, también viví su realidad, comprendí sus anhelos y ambiciones, sus penas y amarguras, nadé por su profunda soledad y deseos de atención, me empapé de su vida, le hablé sobre ella porque mi consejo esperaba, pero en terrenos infértiles, es imposible cultivar.

Tres veces tonto y weón, me califiqué cuando volví a mi asilo, porque por más comprensión que le otorgue a aquel mundo, esperando encontrar algo a lo que aferrarme y volver a existir, más se solidifica mi concepción, no soy de acá.

Tres veces tonto y weón por querer proyectar la razón en un mundo sentimental y es que no estoy ajeno a los sentimientos, pero ellos se subordinan a un ideal. Un ideal que no me pertenece, un ideal que no busca mi propia satisfacción, un concepto que se eleva más allá del banal hedonismo que gobierna al mundo, un propósito que me convierte en otra cosa que no es un hombre. Ni sobre ni bajo el ser humano, sólo soy otra cosa (y si pudiese definirla, sería genial), por el momento sólo me une lo tonto y lo weón a esta existencia.

Atte
Klm