Un caso de angustia

Un caos que es preciso ordenar. De vez en cuando un filo de terror asoma por la ventana mustia de mi alma y me estremece. Me estremece las vísceras y el cordón de nervios que se enredan y me enredan, los ojos, la lengua. El filo de terror, no cabe otro término, se asoma y desliza la agudeza siempre nueva, jamás pretérita de su borde níveo.

Hoy deslicé mis caminatas por una ciudad extraña. La gente, el sol, las formas dibujadas y desdibujadas de los edificios, la maraña de colores en los cuerpos, en los vestidos de los cuerpos, en fin, el traje desastre de todos los días… hoy me era extraño, infinitamente extraño y doloroso. Pero sabía que era el terror asomándose por la ventana siempre mustia de mi…

Las minas siempre jóvenes y hermosas, estacionadas en su arrogancia, en el aquí y ahora de su tiempo. Sí, como dueñas del tiempo, arrimándose al sexo, al son de sus caderas, del andar siempre fresco, el viento enredándose socarrón en las faldas, en medio de piernas cargadas de juventud y pedantería. Sí, minas (y hablar de minas ya me suena a pedantería, pero yo estoy medio loco) y la ciudad, y la arrogancia y el sexo y la soledad brumosa, ampulosa, desviada, descentrada, eclipsada por todo lo anterior, es decir, una soledad atravesada por sí misma y por todas las demás y otras (siempre otras) soledades.

Un caos que es preciso ordenar, me digo –me voy diciendo- Y todo lo demás no importa. Qué importancia puede tener quedarse plantado, desfigurado por el día… vagando, dilatando el tiempo por ahí, descorchando ideas herméticas, añejadas en roble, que nada dicen, todo es fútil. Todo deambular por ahí, toda angustia literaria y literal… Qué importancia tiene. Todo se resuelve, todo se resuelve a….Me voy diciendo y no encuentro la palabra. Un caso que es preciso ordenar. ¿Un caso dije? Un orden que es preciso entender. Un entender que es preciso qué. A dónde va el océano en una esponja. Y el filo de terror restriega su cara contra mi ventana y entonces, entonces, mejor dejémonos de lecturas por hoy.​