Mi vecina (primera parte)

Hola soy el Cru, hace un par de años me mudé a Francia con mi esposa, Laura. Como han de saber, la densidad de población en las ciudades europeas ha forzado a la población a vivir en departamentos súper pequeños y mal localizados... los unos frente a los otros. Esta configuración hace que al momento en el que uno se acerca a la ventana es visto por todos los vecinos de la cuadra.

Resulta que la ciudad a la que nos mudamos es bastante fría en invierno y como la mayor parte de las ciudades europeas está cobijada por una espesa capa de nubes durante todo el invierno... dando un ambiente algo deprimente durante más de 6 meses al año. Luego, cuando llega el verano, debido a la latitud tenemos días largos y al cabo de sentir el sol todo el día la temperatura llega a ser agradable (infernal escala francesa 30C).

Este año, ha sido en particular caliente, antier, la temperatura llegó a 38C, lo cuál incluso a nosotros llegó a molestarnos. Afortunadamente durante la noche refrescó y abrimos todo para refrescar un poco nuestra casa. Al momento de hacerlo, vi por la ventana a mi vecina, que estaba sentada a un lado de la ventana viendo televisión en corpiño y calzón. Como hice ruido al abrir el volé ella estaba viendo en dirección a mi ventana, así que supo que la estaba viendo, pero no pareció molestarle en lo más mínimo.

Entre sorprendido de su indiferencia y exitado por su hermosa figura permanecí junto a la ventana cerca de un minuto observándola detenidamente. Su corpiño hacía juego con su calzón, ambos de encaje de color rojo. Como la mayoría de las jóvenes francesas, mi vecina, de quién como no conozco su nombre llamaré Anne, está en perfecta forma. Anne tiene aproximadamente 25 años, tez blanca, cabello castaño claro, ojos grandes y azules, senos medianos (34B?), piernas bien torneadas, culito grande y levantado...

Su calzón, al ser de encaje, dejaba unas partes de su piel a la vista pero no lo suficiente para ver más allá de su hermosa figura. Su corpiño era maravilloso, se encargaba de levantar sus pechos abultándolos y haciéndolos parecer más grandes. Para este momento Anne me sostenía la mirada mientras se sobaba ligeramente su abdomen y de vez en cuando se acercaba a la orilla de su sostén que empujaba delicadamente hacia arriba.

Fue inevitable imaginar cómo se vería sin su sostén: comencé a imaginar sus pezones duros. Comencé a imaginar que lamía sus aureolas y que me detenía de cuando en cuando para pellizcar ligeramente sus pezones con mis dientes. Comencé a imaginar lo suaves y tersos que están sus senos e imaginaba que los tomaba a dos manos mientras continuaba chupando sus pezones. Mientras lo imaginaba, sentí cómo mi pija se inchaba haciendo presión contra mis pantalones de mezclilla, provocando una sensación entre incómoda, dolorosa y exitante.

Anne, sin dejar de mirarme, tomó con fuerza uno de sus senos y llevó su otra mano a su boca, introdujo dos de sus dedos a su boca y bajó su mano hasta llegar a su traslúcido calzón de encaje. Justo cuando estaba a punto de meter su mano debajo, escuché a mi esposa que me hablaba... rompiendo el hechizo mágico de golpe.

- Cru, te hablo, ¿no me escuchas?, ¿qué estás viendo por la ventana? ¡Ábrela de una vez!
- Sí ya voy, sólo me quedé pensando - cosa que solía hacer y sin más abrí por completo la ventana y me retiré de ella dejando mi pija bien dura y escondida bajo mi pantalón.

Un par de minutos más tarde, me dirigí a nuestra habitación que también me permite ver la ventana de Anne, no de frente, pero al menos da al mismo lado que la ventana de la sala. Busqué con la mirada a mi candente vecina, pero ya se había ido. Entre desepcionado y exitado, me retiré de la ventana y fui a la sala donde estaba Laura. Laura, había cerrado las cortinas de la sala, se había quitado el vestido quedando tendida en el suelo en paños menores, menos sensuales que los de Anne, pero paños menores al fin de cuentas. Recordando la imagen de los suculentos pezones de Anne, busqué exitar a mi esposa para aprovechar mi erección. Sin embargo, ella estaba pensando más en el calor que tenía que en el hecho de permitirme tocarla, por lo que lo primero que me dijo fue:

- ¡Estás muy caliente!, ¡déjame tengo mucho calor!
-Efectivamente estoy caliente, pero por llevarte a la cama...
-¡Pero yo no!, déjame.

Sin más me resigné y me senté a su lado a ver el televisor, intentando tocarla de cuando en cuando, sin ningún éxito. Afortunadamente, lo que pasó por la noche me dejó más tranquilo y relajado... pero eso se los contaré en otro relato. Espero les haya gustado.

 

Curioso comentario. Aunque no comprendo mucho su sentido, tomo tu disculpa sólo porque considero que Alejandra tiene una forma muy exitante de contar sus relatos y siempre es un honor ser comparado con los grandes.

 

Ufff... sí... me gustaría que no se quedara en miradas...