Apolítico - Cuento

Tema en 'Rincon Literatura' iniciado por Alvariito0, 28 Ago 2018.

  1. Alvariito0

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    “Los hermosos recuerdos de niña no son más que amargura en el infierno”

    -¡Levántate puta de mierda!-. Le dijo su madre a la vez que le lanzaba un balde con agua.

    El diario donde Rebeca escribió aquellas palabras quedo desecho.

    Habían pasado unas semanas desde que aconteció el golpe de estado. Gracias a su panza de 7 meses Rebeca se abrió paso y pudo llegar a su humilde casa en el campo ubicada a las faldas del cerro la virgen. Al fallecer su padre la enviaron a trabajar a la ciudad para que mandara dinero a casa… regreso sin ningún peso. Su madre la recibió a varillaso limpio.

    En Santiago se enamoró de Javier, un revolucionario de poca monta que entre filosofías baratas le abrió las piernas. Desde el día del golpe no lo volvió a ver.

    Eran las 6 de la mañana cuando recibió aquel balde, se cambió el pijama y fue hacia el gallinero a buscar huevos. La tierra en la que se crió le faltaban muchos metros, ya no estaban las vacas, quedaba solo un caballo, el olor mierda persistía impasible. En la cocina su madre amasaba el pan con el uslero, su hermano Emilio de 17 años desayunaba una caña de vino y su hermanito de 11 jugaba con un moco. Al pasar por el lado de su madre le amagó un usleraso, Emilio se quedó mirando fijamente la panza y se fue sin saludarla.

    Tomaron desayuno en silencio entre panes amasados y huevos. Su hermanito abrazado a Rebeca hacia incómodas preguntas sobre su panza, sobre la ciudad, sobre el golpe de estado. Una vez finalizado el desayuno su hermanito fue ayudar a Emilio en la cosecha de papa, le dio un beso a Rebeca y a su madre. Ellas fueron a apalear paja.

    -Madre, por favor, no puedo hacer fuerza, le puede hacer daño al bebé.

    -Madri ni puidi hacir fuerza-. Dijo su madre en tono burlón – Cuando estaba embarazada seguía haciendo de todo, tu padre me rompía el culo a vergazos y me ponía cornetes en el hocico ¡Y yo como si nada!

    Rebeca tomó el azadón y empezó a apalear paja cerciorándose que fuera poca la cantidad, apaleando velozmente para que su madre no se diera cuenta. Ese día tuvo que hacer el almuerzo, hacer pan, lavar la ropa, sacar mierda, pelar papas y hacer más pan. A la noche Rebeca estaba exhausta, revolvía mermelada en una cacerola que estaba encima de la cocina a leña mientras su madre y Emilio bebían sentados desde una chuica de vino tinto. Su hermanito se masturbaba en la pieza. El olor a vino proveniente desde un flato de Emilio le movió el piso y la hizo vomitar encima de la cacerola de mermelada.

    -¡Mira lo que has hecho puta de mierda!-. Le dijo su madre- ¡No traes dinero y mas encima votas la comida… ya verás!

    Su madre tomó la cacerola de mermelada y se la arrojó a los pies. Rebeca aullaba afirmándose la panza y saltando como si alguien le estuviese disparando a sus pies. Su madre reía a destajo. Emilio le dio el bajo a una caña y se quedó observando fijamente la chuica, no era capaz de ver.

    -¿Así saltabas arriba de la pichula? He… puta. Jaaaaa-. Decía su madre.

    Rebeca corrió hacia el patio y metió los pies donde bebían agua las gallinas. Aun se escuchaba la risa de su madre desde la casa. Mojo unas toallas que colgaban en el tendedero y se envolvió los pies. Entró a la casa y se fue directamente a la pieza. Le escribió una carta llorando a Javier, su amado, el padre de la guagua. Cuando estaba a punto de quedarse dormida, sintió que alguien entraba por la puerta, el olor a vino tinto atiborro la pieza, era Emilio. Se sacó la ropa y se acostó a su lado. Haciendo cucharita le empezó a tocar los senos, empezó a jugar con sus pezones.

    -¿Cuando me darán leche esas tetas?-. Decía Emilio apretando con fuerza, abriéndole los cachetes – Ho, como extrañe este culito.

    Emilio se la metió sin avisar, en cuestión de segundos terminó dentro. Se levantó y se quedó parado en la puerta vistiéndose.

    -Mi madre tiene grandes planes para esa criatura. Habla de ahogarla o pisotearlo… o quizás se las dé a los comunistas para que se la coman.

    Casi se meo por su propio chiste.

    Rebeca no durmió en toda la noche.

    Al día siguiente no hubo mucha novedad, hizo casi las mismas tareas, solo que ahora tenía grandes ampollas en los pies que cubría con toallas que humedecía cada cierto tiempo. Entre sus calzones llevaba guardada la carta que le escribió a Sebastián. Busco a su hermanito por toda la casa para pedirle que lleve la carta al pueblo. Lo encontró llorando mientras partía leña con un hacha, tenía el ojo morado y la boca a reventar de hinchada. Le contó que su madre le había dado una paliza tremenda por dejar que Emilio lo manoseara. La pesadilla debía de terminar se decía Rebeca, pero quedaba mucho para poder despertar. Eran cómplices del sufrimiento, y eso a Rebeca le gusto, ya no era la única que sufría.

    Su hermanito salió corriendo al pueblo con la carta en el bolsillo.

    De noche luego de hacer todas las tareas, pidió permiso para ir a acostarse. Su madre y Emilio bebían la chuica de vino tinto a la orilla de la estufa.

    Estaba acostada de espaldas sintiendo las pataditas del bebé, dos ratones se escuchan pelear a los pies de la cama, cuando entró Emilio más borracho que la mierda. Rebeca esta vez no le dio la espalda, incluso le abrió las sábanas para que se acostara. Emilio se desnudó y la quiso montar, pero Rebeca se le monto encima.

    -Le puede hacer daño al bebé-. Le dijo Rebeca.
    -Sí que eres una puta sucia he…-. Le dijo Emilio.
    Luego de hacer el amor, abrazo a Emilio con fuerza.
    -Por favor, no permitas que mi madre le haga daño a mi hijo.
    Volvieron a hacer el amor, mientras su pancita se deformaba en pequeñas pataditas.

    ---------------------X----------------------

    Al mes entró en trabajo de parto. Su madre se veía muy preocupada, calculaba todo con gran precisión. Luego de varias horas de dolor intenso salió una guagua tremenda, lloraba como si el mundo se fuera a acabar, estaba cubierta de sangre y algo más. La madre de Rebeca le cortó el cordón y la limpio con algodones húmedos. Rebeca con los ojos cerrado estiraba los brazos hacia el llanto. Su madre puso él bebe a su lado y le hizo cariño en la frente. Él bebe se tiño de rojo cuando Rebeca le clavó un cuchillo en el cuello a su madre, con su último aliento la llamo puta sucia.

    Emilio estaba de piedra mirando como su madre muerta se cagaba en un grotesco peo y como la sangre brotaba a chorros de su garganta. Saco una cuchilla de su cinturón y fue hacia Rebeca.

    -¡Como has podido creer que mi madre le haría daño al bebe!

    Antes de poder dar 2 pasos, su hermanito le atravesaba la espalda con un hacha.

    El bebé ya no lloraba, buscaba la teta de su madre. El mundo no se iba a acabar.

    Su hermanito se acercó a Rebeca y la beso en la boca.

    Pasó una semana. No se molestaron en mover los cuerpos, las ratas hacían bien su trabajo.

    Una mañana golpearon la puerta con fuerza, se escuchaban varias personas conversar. Rebeca amamantaba a su hijo a la orilla de la estufa, su hermanito fue a abrir. Era un grupo de comunistas, se les veía mal nutridos y el terror cernía sus rostros, entre ellos estaba Sebastián.

    -Mi amor, es un escondite estupendo-. Dijo Javier el comunista tomando a su hijo en brazos -. ¡Y me has esperado con la cena!

    Fin.

    Benjamin.
     
    #1 Alvariito0, 28 Ago 2018
    Última edición: 30 Ago 2018
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