Cabeza de perro - Cuento

Tema en 'Rincon Literatura' iniciado por Alvariito0, 29 Jul 2018.

  1. Alvariito0

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    Entonces mi viejo esperaba que los perros se quedaran pegados para tirarles un gran chorro de bencina donde se juntaban sus colas. Se despegaban corriendo endemoniados frotándose el culo por la tierra y por el barro.

    Habíamos llegado hace poco a vivir a una pequeña casa que quedaba en la barraca que cuidaba mi viejo, ubicada en un pequeño pueblo de campo, atrás colindaba con una viña tremenda. Creo que tenía 10 años. Me estaba haciendo buenas migas con dos hermanos del sector, Emilio el mayor, 13 años y Pedrito el menor, 9 años. Les gustaba venir a mi casa porque en las tardes podíamos subirnos a las maquinas, hacer guerras de aserrín, ir a la viña a robar uvas, aunque no las comiéramos. Un sábado me vinieron a buscar temprano, estaban muy excitados, me contaban que la Chola estaba teniendo perritos. Los seguí lleno de adrenalina corriendo hasta la zarzamora que separa la viña de la barraca. La Chola, una horrible perra galgo negra expulsaba pequeñitos cachorritos cubiertos de moco, la Chola los lamia a medida que empujaba más perritos. Se puso muy nerviosa con nuestra presencia, acercaba sus cachorros hacia ella y movía la cabeza inquieta. Ya tenía 5 cachorros afuera, todos de un color distinto, ellos torpemente se intentaban parar, abrir sus ojos, vivir. Ahora tenía 6 cachorros afuera. Uno blanco se paró por unos instantes, se tropezó y fue a dar contra las espinas de la zarzamora, chillaba terriblemente. La Chola lo intentaba tomar con el hocico, pero no lo alcanzaba. Pedrito tomo una varilla y se la empezó a meter por la oreja y empujarlo contra las espinas. El cachorro chillaba desde las entrañas, pequeños chillidos que ni si quiera sabían que existía una madre. La bienvenida al mundo valía una mierda. La Chola se intentó parar mientras se le asomaba entre las piernas una pequeña cabecita llena de moco. Emilio le aforro un palmetazo en la cabeza a su hermanito Pedrito y lo mando a buscarles agua a los perros. Pedrito arrojo la varilla contra la Chola sin hacerle daño, se la saque y se la arroje sin acertarle.

    -Tu hermanito es muy malo-. Le dije a Emilio.
    -Desde que volvió mi papá cambio mucho. El otro día mi mamá encontró debajo de su cama un pajarito sin alas, con un alambre metido desde el culo hasta afuera del pico. El maricón me echó la culpa y mi vieja le creyó. - Me mostro la espalda marcada a palos.

    Nos fuimos sin esperar que Pedrito le trajera agua a la Chola. Lo encontramos afuera en la calle llorando en las faldas de mi madre, alegando que Emilio lo golpeo. Sangraba por la nariz y tenía un ojo morado. Pequeñito astuto de mierda.

    Paso como una semana para que volvieran a aparecer, seguramente los habían castigado, no me importaba en realidad, ya no me gustaba verlos. Fui muchas ocasiones a ver a la Chola pero nunca la encontré. Emilio me pregunto por ella, entonces decidimos recorrer toda la zarzamora, eran como 5 kilómetros. La encontramos al final de la viña, eran 8 cachorros en total, muy gordos y revoltosos peleándose las tetas de la Chola. No abrían sus ojos, pues aquellos ojos estaban llenos de pulgas. Pulgas debajo de su cola, pulgas blancas, pulgas siniestras en las tetas de la Chola, un festival de pulgas gigantes y jugosas, pulgas devoradoras de perros. Tome a un cachorro y de inmediato las pulgas empezaron a roer mi mano. Corrí al agua de un regadío cercano haciendo arcadas. Decidimos poner un plan en marcha. Nos sacamos las poleras y las usamos como guantes. Cada uno sacaba un cachorro y lo lavaba con el agua de regadío. Los cachorros chillaban como si fuera una masacre. No perdíamos de vista a Pedrito, el perverso pendejo de mierda. También lavamos a la Chola. Cuando terminamos nos picaba todo el cuerpo y en todo sentíamos olor a mierda, pero valía la pena ¡Donde estaba mi puta capa! Dormí feliz esa noche pensando en mi buena acción.

    No pude desayunar ese domingo, me costaba tragar, no por el recuerdo de las pulgas, si no por las ansias de ver aquellos cachorros. Quizás cuando me vean correrían agradecidos hacia mí, me lengüetearían con ojos suplicantes de cariño y yo acariciaría sus barrigas. Corrí rogando que aún siguieran ahí, maldiciendo las pulgas y a Pedrito. Estaban en el mismo lugar. La Chola estaba de guata, con sus dos patas delanteras afirmando un pate, que comía con gusto y gracia, solo vi a 2 cachorros chichando tomando leche de su madre, ciegos nuevamente por las pulgas. Me pregunté por los demás cachorros, entonces vi la cola del supuesto pate moviéndose con cada mascada, un pate café con pelos, con dos patas y una cola. De la mitad sobresalían pequeñitos órganos sangrantes que la Chola lamia con dulzura. Se comía a sus cachorros y 2 esperaban su turno mamando de la teta pulgosa. Corrí a casa mientras me daba vuelta en la cabeza; los cráneos, como pudo haber masticado sus cráneos en su delgado hocico de perro galgo. Le conté a mi mamá, me reto, eso significaba que si le contaba a mi papá él me pegaría. No fui capaz de volver.

    A la tarde llegaron los hermanos a verme. Les conté de inmediato lo que había visto, la Chola que se comió a sus cachorros. Ninguno me creyó, y para que me creyeran los lleve a las zarzamoras. La Chola se puso muy contenta, meneaba tanto su cola que pensé que se le desarmaría el culo. Ni rastro de los cachorros, por más que Emilio buscara incrédulo no los encontraría. Emilio tomo con furia por el cuello a Pedrito:

    -Maricón ¡Vo mataste a los perritos! ¡¿Que tení en la cabeza pendejo culiao?¡
    -¡Yo no fui hermano! ¡Te lo juro!
    -¡Saaaaale weon!-. Estaba a punto de estallarle la cara de rabia.

    Emilio tomo una piedra y con todas sus fuerzas se la lanzo a Pedrito, dándole de lleno en la cabeza. Cayo tendido sobre la zarzamora tiñéndola de rojo, muerto entre las espinas. Emilio se abalanzo sobre su hermano, se tiraba el cabello, me miraba incrédulo a mí y a su hermano menor. Se meo.

    -¡Conchesumadre no puede ser! Hermano… la mansa caga.

    La zarzamora giraba alrededor de dos niños paralizados y uno muerto, los engullía, se transformaba en grandes paredes de zarzamora apartándolos por completo del mundo y la niñez. Emilio deseaba ahogarse en aquella zarzamora y ser devorado por las arañas camufladas en ella.

    Emilio tomo la piedra asesina y me tomo con fuerza por el pecho.

    -Mira weón, si alguien sabe te mato, mato a todos los weones que viven en tu casa ¡Reviento el Sename y te vengo a matar maricón! -. Tiritaba, tenía la boca seca, el meado chorreaba por su pantalón, estaba blanco - Tómalo de los pies, yo lo tomo por los brazos-.

    Cuando levantamos a Pedrito su cabeza se fue para atrás y cayeron pedazos de sesos por el orificio de su cabeza. Aguantamos las arcadas y lo arrojamos al canal, lo cubrimos con zarzamora. Luego Emilio corrió hacia cualquier dirección. Yo quise ser Marty McFly.

    A los dos días apareció la policía informando de la desaparición de Pedrito, preguntaron pura mierda y se fueron. No me dejaron salir durante varios días. Mi viejo estaba muy encabronado, no por la policía, sino porque la Chola nuevamente estaba en celo, merodeaba la casa con una fila de todos los perros del piojoso pueblo. Mi viejo fue a la bodega y trajo una botella llena de bencina y me mando a que le trajera jamón. Mientras la Chola comía jamón, le puso una cadena, el otro extremo de la cadena se la empuño en la mano y empezó a vaciarle la botella de bencina en su vagina de perra. La Chola se retorcía en un gemido aterrador refregando el culo en el cemento, dando vueltas alrededor de mi viejo, tiritaba exhausta, caminando y cayendo, le sangraba el culo, la cola, sus tetas de perra sangraban. Mi viejo le limpio sus heridas con más bencina y la soltó, fue como accionar un cohete a chorro. A la mañana siguiente me mandaron a llenar sacos de aserrín. La chola estaba tiesa a la orilla del camino apuntando sus 4 patas al cielo, desde ahí me llegaba el olor a bencina.

    Llevaba 3 sacos llenos de aserrín cuando llegaron dos patrullas. Temí que Emilio hubiese contado la verdad. Antes de que me mandaran a la cárcel de niños mi viejo me molería a palos hasta que me subieran a la patrulla. Me escondí entre medio de la montaña de aserrín y vi como dos policías le mostraban un papel a mi viejo. Empezaron a buscar por toda la barraca, los perros policiales se fueron de inmediato a la zarzamora que separaba la barraca de la viña. Al cuerpo de Pedrito le faltaban los ojos, los labios, la nariz… la cabeza estaba hueca, un ratón salió espantado desde el hoyo del cráneo. Se había acabo el festín. Corrí llorando a las faldas de mi madre y la abrase llorando con fuerza.

    -Pobre mi niño, ese Pedrito era un chico muy especial, pobre amiguito tuyo…quien habrá sido el maldito que la habrá hecho algo así.
    No volví a llorar.

    Estuvieron varios días los detectives rondando por la barraca, por la viña, por todo el puto pueblo. Los detectives estaban hasta la mierda del pueblo. Decidieron culpar a un temporero alcohólico que trabajaba en las faenas de la viña, tenía un par de antecedentes por robo y borrachera en la vía pública, no era un santo, pero tampoco un asesino.

    Mi viejo renuncio a fin de mes. Cuando estábamos cargando las cosas en el camión paso Emilio en su bicicleta, se quedó en el portón parado mirándome fijamente, se paso le dedo por el cuello simulando una cuchilla y se fue.
    ----------X----------

    Ahora, adulto, meditaba este horrible recuerdo orillado en la carretera con las luces de advertencia parpadeando entre las primeras tinieblas de la noche. Un camión había destrozado la pelvis de un grandísimo perro, que se revolcaba del dolor a solo un par de metros míos, tenía las costillas a la vista, desapareciendo en un horrible tronido al pasarle una camioneta por encima, solo quedo la cabeza que fue a dar a una cuneta. Acelere metiéndome nuevamente en la carretera, arrepentido me preguntaba porque me había detenido a ver aquel grotesco espectáculo, el tronido de sus costillas quebrándose al unísono me daba vueltas en la cabeza. ¿Qué será de Emilio? ¿Ya habrá muerto el temporero? Las ganas de tomarme un expresso se fueron a la mierda.

    Sentado en el sofá de mi casa bebía la tercera copa de whisky. Quería pensar en mi trabajo, en los putos números, en el rechazo, pero el tronido seguía intacto acrecentándose en mis tímpanos. Saque mi notebook, termine mi copa, me serví otra y empecé a escribir sobre el asesinato del que había sido participe de niño. No llevaba ni un parrafo, cuando impulsado por aquel tronido me empiné la botella, tomé las llaves de mi Suzuki Swift y me sumergí a 150 km/hr. en la carretera… sonaba Pet Cementery de Los Ramones.

    Me estacione en el mismo lugar de antes, apague la radio, saque la linterna de la guantera y alumbre la cuneta. Al rato vi esa enorme cabeza de perro, con la lengua afuera y los ojos como platos. Tarde me di cuenta que olvidé la botella de whisky. Tome la cabeza desde una oreja con la punta de los dedos, pesaba demasiado, tuve que tomarla con las dos manos. Deje un camino de sangre desde la cuneta hasta el maletero de mi auto. Regrese a mi casa mirando a cada instante por el retrovisor.

    Lavé la cabeza en el cagadero y la puse de centro de mesa. Bebía impaciente directamente de la botella esperando una respuesta de aquella cabeza. Una respuesta que me libre de la culpa y me devuelva la niñez. Daba vueltas alrededor de la mesa, me detenía y la miraba fijamente, me acercaba cauteloso ante la amenaza de una mordida. De la lengua goteaba pus y sangre, formando un pequeño charco. Me senté frente a ella, miraba fijamente a sus ojos, esperé hasta el amanecer… no dijo ninguna palabra. No, definitivamente NO estoy loco. Luego de la catarsis pensé que si me pusiera esa cabeza encima de mi cuello diría algo.

    Fin.

    Benjamin.
     
    #1 Alvariito0, 29 Jul 2018
    Última edición: 30 Ago 2018