[CHAT]*desvirtuadores~designs*[preguntas que no puedes hacer en ningun tema] -

weno para la vienesa xD

 

como diría foforo

uyyy siiii


!

 

en vez de manuela hoy komi pizza

 

pizza

yo cacho que pa mañana pido eso

 

http://img689.*************/img689/5384/santo.png

 

WENA Xd

 

http://www.portalnet.cl/comunidad/showthread.php?t=327649&page=21

 

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ALGUN CONSEJO?

 

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Capítulo 17. Navidad, Dulce Puta Navidad

“La esperanza es un buen desayuno pero una mala cena” Francis Bacon
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Algodón blanco y Frutos secos. Por fin se dejó atrás el 2008. Un año extraño en todos los sentidos. Un año plagado de ostias y segundas oportunidades. Un año de esos que no dejan indiferente a nadie.
La muerte de mi padre, la oportunidad profesional de mi vida, mi marcha de Londres...Todo en uno, como en un surtido de frutos secos de esos en los que tan pronto disfrutas del sabor de los cacahuetes y sin darte cuenta muerdes una pasa reseca y amarga.
Dicen que con la entrada del nuevo año uno debe hacer acopio de todo lo acontecido, de los errores cometidos, de las decisiones equivocadas y tomar la hipócrita decisión de empezar el nuevo año con un buen número de propósitos a cumplir, para mejorar lo inequívoco de nuestra existencia humana.
Es ridículo. Pretender cambiar en un día lo que has hecho durante todo el año.
Que si dejar de fumar, que si ser más sincero con uno mismo – o a la pareja, aunque siempre se deja éste para el año siguiente-, que si ir más al gimnasio...
Chorradas varias y de muy diferente condición que curiosamente se toman en una época en la que hacemos del exceso nuestra máxima religión.
Comida hasta reventar, fiesta tras fiesta, bebida para celebrar la Navidad, el fin de año, porque el puto Santa Claus no se destroce la espalda por la chimenea....
Está bien eso de pensar en ser mejor cuando se comporta uno como un auténtico dios Baco.

A mí, personalmente, las Navidades siempre me han provocado urticaria. Todo el rollo de las reuniones familiares, las lucecitas en las calles y la necesidad de dar regalos, comer castañas o plumcake a la luz y crepitar de las chimeneas.
Quizá lo único que no me disgustaba eran las copiosas nevadas o tormentas que enterraban la isla, lo ideal para dejar la estupidez humana encerrada en casa y no tener que aguantarla por doquier.
Pero hasta para eso, Southampton, la ciudad del sol y el puto buen tiempo sureño, me había tocado sinceramente los cojones.




No se vive mal aquí, esto está claro. El mar está ahí, al lado, para darle a uno una fácil y accesible escapatoria en el horizonte cuando las cosas vienen mal dadas. Buena oferta cultural, amplias posibilidades de ocio, mucho verde y cierto sabor provinciano que le otorga a la vida cotidiana un ritmo diferente al de una gran ciudad.
Lo peor sin duda es que, a menor espacio, mayor facilidad para que le paren a uno por la calle y encima le cuenten la vida como si fuera tu maldito hermano.
Desde mi llegada a Southampton pasé de ser un desconocido a una referencia, el centro de las críticas ( las que me cayeron con mi bronca por la poca asistencia en St.Mary’s fueron finas, aunque duraron lo que una flatulencia) y finalmente de los elogios cuando el equipo ha ido consiguiendo los primeros pasos a un ascenso que está lejos, pero al mismo tiempo, muy cerca.

No me importa estar en la punta de la lanza. Me gusta. Especialmente cuando los que están detrás de la barrera creen que hablan sabiendo de esto, pero no han olido más hierba que la que fuman en su butaca.
Por ese motivo, estas Navidades ojala nevara y cayera la del pulpo. O una tormenta de esas que obligan a refugiarse bajo el muérdago, el calor familiar y de la televisión, permitiéndole a uno un respiro para poder caminar y perderse por las calles, sin necesidad de responder a una mirada o a un reproche.
Con la libertad y soledad suficiente para pensar en lo que a uno le preocupa o simplemente poder borrar de su mente cualquier aspecto referente al fútbol.
Si es que eso era humanamente posible en mi caso.


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”Dime Bender, Qué te produce miedo?”- preguntó mirándome fijamente a los ojos.
”Miedo? A que la hora de estas sesiones no se acabe nunca” – contesté de un brinco.
Ella se rió en silencio. Ya me entienden. Sin dejar de mirarme directamente a los ojos ( a algunos de mis jugadores les hacía correr 30 veces el campo entero por semejante desacato) y dibujando una sonrisa pícara en los labios. Como si calculara la dirección de sus próxima palabras o por el contrario, valorase el sentido real de las mías.

”Además de eso. – prosiguió. ”Todos tenemos miedo a algo en concreto en nuestras vidas. A un animal que nos produce respeto, a una situación concreta, a la muerte o al fracaso, a los sentimientos o a la carencia de los mismos... ”- recitó solícitamente.
Muerte y fracaso. Me parecieron sensaciones hermanas.

”Seguro que hay algo que le produce temor. Igual hablar de ello o de usted mismo, es su propio temor”- comentó dejando la pelota en mi tejado.
Erraba por completo. Me encantaba hablar de mí mismo. Y que los demás lo hicieran también a mi espalda o a la cara, un placer éste último, que no se daba demasiado por desgracia.

”Podría compartir eso que piensa conmigo en alto”.- señaló.
No me había dado cuenta de ello. Estaba pensando en silencio, con la mirada perdida y ella continuaba manteniendo su mirada fija durante mi ausencia mental.
Toda ella relucía por el incandescente deseo de la curiosidad.

”Mejor no. Podría asustarse. Y estábamos hablando de mis temores, no de los suyos”.- dije con cierto coqueteo del que me arrepentí al nanosegundo de haber salido de mi boca.

Sonrío de nuevo echándose hacia atrás en su butaca, con el pelo desenmarañado y cayéndole como una cascada de brillos rubios sobre el rostro. Su presencia ya me turbaba innecesariamente, pero con cada movimiento suyo, con cada gesto, se generaba una reacción en mi encefalograma cardíaco. Como si tirase una piedra en un estanque y se formaran ondas por todo mi cerebro.

”Venga, Bender, no se haga el tipo duro conmigo. Los dos sabemos de qué pie calza”- comentó sin incorporarse, con tono amigable y permaneciendo sentada en una posición de lo más relajada.
Ese tono distendido me hacía sentir todavía mucho más incómodo.

”El fracaso está bien. Es una buena opción”. Decidí atajar de la forma más rápida posible.
”Te sientes fracasado?” – preguntó sin amago de ironía en la voz.
” No.- contesté tajantemente. “ Quiero decir, no puedo sentirme fracasado. Todavía no he perdido mi último tren ”- apunté.
”Su último tren?”
”Digamos que un día quise ser futbolista de primer nivel y no lo conseguí. Pero descubrí que el fútbol era mi vida. Se abrió la posibilidad de ser entrenador, de poder cambiar las cosas y aquí estoy. Intentándolo y seguro de poder conseguirlo. ”- aclaré.
”Y qué le hace estar tan seguro de que lo conseguirá?”
” Audentes fortuna iuvat”- contesté con cierto aire de suficiencia.
”Es usted siempre valiente en lo que se refiere a su vida?”- me devolvió el cumplido con una pícara sonrisa.

No. No en todo. Por alguna razón científica que no alcanzaba a comprender, no podía levantarme de aquella silla, dedicarte un chasquido o un bufido y largarme dejándote con la boca abierta. O peor. No podía levantarme de un brinco, cerrar el maldito pestillo, arrancarte los botones de esa camisa que me sobraba y borrar sobre la alfombra aquella maravillosa sonrisa con mis labios.

Había dado en el clavo. A la postre, había detectado, hábilmente y probablemente sin darse cuenta, que mi principal problema era decirle qué me daba miedo.

Ella

​

 

en resumen feliz navidad

 

Congrioooooooo