ejercicio de escritura

Tema en 'Cementerio De Temas' iniciado por alstor, 20 Jul 2010.

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  1. Elodin

    Elodin Usuario Casual nvl. 2
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    El intruso, ahora poseído, rendido y dominado como títere por la pequeña niña, sacó de entre sus ropas un pequeño cuchillo. Con movimientos lentos y robóticos comenzó a cortar contra su voluntad y resistiéndose inútilmente las venas de sus muñecas. Miró ingenuo la sangre que salía a borbotones. No era posible que sucediera algo así. No a él. Sin embargo, se estaba suicidando.

    Un ente poderoso e invisible controlaba los movimientos del intruso, dejándolo como mero espectador del juego macabro. La vida comenzó a irse ante sus ojos, escapando por sus brazos como ríos rojizos que descienden de una empinada montaña, a medida que los cortes se hacían cada vez más profundos.

    Gritos de dolor e impotencia inundaron la atmósfera ante semejante horror.

    -¡No, por favor! Te lo suplico ¡No lo hagas!-. decía el intruso llorando y acusando un dolor inhumano al ver como su mano derecha, dirigía lenta y amenazante, el filo del cuchillo hasta su garganta. Sintió como el pequeño metal tibio y ensangrentado palpaba el cuello y, nuevamente entre sollozos y gritos despavoridos pidió clemencia.

    Nada se podía hacer ante la crueldad de la niña.

    Los gritos ahora eran desentonados. Distorsión provocada por el auto degollamiento y posterior desgarro de las cuerdas bucales.

    El cadáver del intruso cayó al suelo decapitado por su propio brazo.
     
  2. Patoshiba

    Patoshiba Usuario Nuevo nvl. 1
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    La pequeña, contenta por el espectáculo que acababa de presenciar,
    esboza una pequeña sonrrisa de satisfaccion.

    ¿Era necesario que lo hicieras?-- pregunta el hombre perplejo, sin convernserse aún, que tras esas dulces facciones y apariencia indefenza se esconda aquel demonio.

    No...no lo era- responde cortantemente la chica transformando la pequeña sonrrisa en una mueca tan exagerada y grotesca que realmente lo hizo estremecer.

    La chica continuo la marcha y él la siguió en silencio por un estrecho, oscuro e interminable pasillo hasta llegar a una puerta..."la puerta"...
     
  3. Elodin

    Elodin Usuario Casual nvl. 2
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    Detrás de la puerta un misterioso ser esperaba en la más absoluta serenidad.

    -Llegan tarde-. pronunció con un deje de enfado.

    Estaba sentado, protegido por al oscuridad de uno de los rincones de la habitación. Cuando hablaba lo hacía mirando al suelo y su aspecto y ropas eran la de un monje ocultista.

    -Perdón... maestro-. Dijo la pequeña con temor.
     
  4. Ermitaño

    Ermitaño Usuario Habitual nvl.3 ★
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    ¿"Perdón"?- Exclamó languidamente.
    Inmediatamente la niña cayó de rodillas, sudando, respirando agitadamente y sangrando profusamente por los ojos. Aquel varón, convirtió un lapso de segundo en infinitas decadas para la pequeña. En ese largo periodo de tiempo, torturó de maneras inimaginables su alma, de maneras grotescas que ni la imaginación ni el lenguaje serian capaces de representar.

    -El perdón no existe, ya deberias saberlo. Los errores traen consecuencias... nefastas consecuencias. ¡No tolero errores!- grito mientras se levantaba de su aposento y dejaba asomar su menton a la luz- no perdono ni olvido. El error es evitable, y tu maldita mediocre deberás aprender a evitarlos.

    -Per... ¡Sí maestro!- pronunció sollosante la niña.

    -Levantense y comencemos.

    Tan pronto como termino de decir estas palabras, el misteriosos ser comensó trazar formas en el aire con su mano izquierda mientras recitaba lo siguiente:

    "Sapsu rpim tahitk
    Sapsu tahitk ilnym
    Dekilm han matam
    dek kotarum hiberakj"

    La pequeña y su acompañante comensaron a repetir de forma gutural "Sapsu" hasta que en el aire, al son de los trazos del misterioso ser, comenzó a formarse una puerta de acero al rojo vivo asegurada por cadenas gigantes . El fuego intentaba derretir las cadenas, sin embargo estas se mantenien frias y solo eran inquietadas por la vibración de unos golpes sordos que desde el otro lado percutian la puerta.
     
  5. Elodin

    Elodin Usuario Casual nvl. 2
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    El rito comenzó a distorsionar los hilos de la realidad. La habitación, unida al son del rezo, extrañamente cobró vida. El contorno de las paredes contraía y expandía su forma tal y como lo hace el ritmo del corazón. Cada vez más frenético. Cada vez más violento.

    "...Sapsu rpim tahitk
    Sapsu tahitk ilnym
    Dekilm han matam
    dek kotarum hiberakj..."​

    El ímpetu de las plegarias fue creciendo en intensidad entretanto el cántico avanzaba. Voces y golpes violentos ahora convergen desde el umbral encadenado. Se sumaban progresivamente y todos parecían seguir el ritual. Era algo endemoniado y perturbador.

    "...Sapsu rpim tahitk
    Sapsu tahitk ilnym
    Dekilm han matam
    dek kotarum hiberakj..."​

    La constitución del mundo real fue reemplazada por lapsos intermitentes de caos y confusión. Hasta que de pronto como un huracán apocalíptico que destruye todo a su paso, una fuerza abrumadora desgarró la materia en partículas de átomos que volaban por todas direcciones.

    -¿Qué ha pasado?.- Preguntó la pequeña con la respiración agitada. Sus cabellos negros caían hacia arriba dando la impresión de estar parada de forma invertida.

    La gravedad no ejercía su fuerza en esa zona, y, sin embargo, estaban de pie sobre algo. Tampoco había un lugar, una habitación o algo conocido. No había nada. Todo era de un blanco radiante y opaco a la vez.

    -¡Donde cresta estamos!.- Dijo el viejo asustado. Buscaba alguna explicación a lo sucedido.-¡El maestro...donde está el maestro!

    No alcanzaron a reincorporarse cuando en una parte de lo que podía llamarse horizonte, una mancha negra se acercaba a ellos velozmente.
     
  6. Ermitaño

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    Un horrible zumbido saturó la atmosfera remeciendo la nada. El blanco se volvió resplandeciente recalcando y contrastando una inmensa silueta negra que apareció frente a los dos individuos. Era un cuerpo An.tropomórfico, su pie tenia un aspecto duro, como de metal o piedra brillante, de unos 3 metros de altura, encorbado, de brazos largos, muy largos al punto de casi rozar el suelo con sus afiladas garras. En su espalda, desde las escápulas sobresalia algo. En realidad parecian vestigios de algo, como si alguna vez en aquel lugar ubiesen habido alas. Su cabeza era como la de cualquier ser humano, salvo por su boca que era recubierta por los enormes huesos de una mandibula.

    -¿Es el maestro?- pregunto el varón a la pequeña
    -Cierto. Es primera vez que presencias el verdadero cuerpo del maestro Sapsu.

    Un sonido gutural emanó de la mandibula de Sapsu, una exhalación ronca y densa que helaba.

    -Han transcurrido 268 años, 4 vidas humanas, 4 desagradables transmigraciones...un largo tiempo separado de mis almas, seprado de mi cuerpo encerrado...

    -¿Como?- Interrumpio el hombre-
    -¡Maldita sea Abrahel!, acaso no eres capaz de informar a tu iniciado antes de traermelo aquí-respondio molesto Sapsu.
    -Perdoón maestro, ya le explicaré en otro momento...es que con esto de-
    -¡Basta!. Estoy ansioso... terminemos con esto pronto.

    La cerrada mandibula de Sapsu se abrió completamente, de manera veloz, como si se tratase de algo mecánico. En su interior solo se veia una densa oscuridad, desde la cual surgió una especie de gas purpura y fétido. El gas tomó forma de brazó y subitamente se clavó en el pecho del hombre.

    -¡Ahhhhhhhh!- gritó desesperado el hombre, temiendo por su existencia.
    -Tranquilo pequeño, solo te daré un cuerpo nuevo. Mas bien, le daré forma a la maldad de tu alma y esa forma será tu nuevo cuerpo....tu verdadero cuerpo.- respondió Sapsu.
     
  7. Elodin

    Elodin Usuario Casual nvl. 2
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    El hombre estrelló fuertemente sus rodillas contra el suelo, formando trizaduras como las del tejido arácnido bajo sus articulaciones. Se tomó la cabeza con desesperación y con la otra mano alcanzó a sacar un puñado de su cabellera. Luego, tras un último alarido de dolor, cayó derrumbado, exhausto.

    Sapsu miró por sobre su hombro a la niña.
    Algo muy parecido al silbido del viento se escuchaba desde el infinito. La "canción de la muerte" conjeturó Sapsu. Esboza su propia y oscura melodía cuando está cerca. Seduce, encanta... hasta que caes en el éxtasis. Luego, absorbe el ánima del pobre bastardo hasta borrarlo de la existencia.

    -Llévatelo Abrahel. Cuida de él.- Al hablar, una espesa nube negra se escurría y desvanecía ligeramente alrededor de sus fauces. -No quiero más errores. La próxima vez, no seré tan benevolente. - Dijo ésto y de repente quedó pensativo. Escuchaba con nostalgia la "canción" de su amante, el silbido, el tétrico y romántico silbido de la muerte que se oía cada vez más cercano.

    -Por poco y un miembro de la inquisición descubre el portal...
    -Maestro sap...

    El maestro Sapsu golpeó con las palmas sobre su cabeza, provocando un zumbido denso y expansivo. La niña quedó paralizada en el acto, con todos sus músculos contorsionados y agarrotados.

    -¡No me interrumpas!- Gritó enérgico y enfurecido Sapsu. El aliento lanzó lejos el cuerpo del hombre y de Abrahel. -Queda poco tiempo y aún eres un súcubo, no lo olvides.- Empezó a alejarse y agregó. -Es imposible que puedas fraternizar con la muerte en ese estado.- Levantó uno de sus brazos perezosamente con la palma extendida. -Les dejaré en la plaza, frente a la fuente del Dios Elios. Ya saben que hacer.

    Empuñó su mano en lo alto y todo desapareció, como si hubiese sido tan solo una terrorífica pesadilla.
     
  8. Ermitaño

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    La plaza estaba vacía y empapada por el rocío de una densa niebla. Aun faltaban un par de horas para el despunte del alba, lo cual era perfecto para desplazarse y buscar un lugar para descansar y esperar el momento adecuado para el próximo movimiento… el movimiento decisivo.
    Despierta- suplicaba Abrahel mientras golpeaba con la palma la mejilla del hombre-Despierta. Debemos movernos antes de que caiga la mañana.
    A lo lejos se podía oír un tenue sonido, como de campanas de catedral. Este sonido alertó a Abrahel, quien asustada procedió a zamarrear con gran ímpetu el cuerpo desvanecido de su acompañante.
    ¡Vamos, despierta!...han comenzado a moverse… ¡despierta ! ¡Despierta mierda! ¡DESPIERTA AGUS…!
    Shh- interrumpió súbita y enérgicamente el varón- No vuelvas a llamarme así. El maestro Sapsu despertó mi verdadero ser…he descubierto mi esencia y mi verdadero nombre.
    Sin titubear se levanto y rasgó sus ropas. Sudaba como si la niebla no le helara, como si el frio de la madrugada fuese insuficiente para refrescarle, como si llevase dentro de sí un calor inhumano.
    Así como tu, ya no eres Laura sino la esencia de Abrahel, yo soy la esencia de Ifrit… Agustín solo fue un apodo pasajero, estúpido y débil.
    Perfecto Ifrit, pero debemos irnos….¿acaso no escuchas las campanas?-replicó Abrahel
    Tranquila…tranquila Abrahel. Me muero de ansias…- se desprendió de la ropa que cubría su pecho y calzado, quedándose solo con los pantalones- necesito probar el poder de mi alma…siento como si algo me quemase, como si dentro de mi existiese un fuego implacable con vida propia….siento que quiere salir, que quiere… matar.
    Pero recién has nacido… no sabes de lo que eres capaz, no sabes controlarte, no te conoces…
    Pero podemos averiguarlo- susurró Ifrit mientras su respiración se agitaba.
     
  9. Elodin

    Elodin Usuario Casual nvl. 2
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    "Nunca hemos pedido nada. Jamás a tocado suelo una gota de lamento por el insufrible destino por el que nos guías. Y si hoy hemos de morir y visitar el legado de tu reino, te rogamos envíes nuestras almas al ínferus. Y si el averno es indigno, muéstranos el camino, la cara del verdadero mal. Déjanos allí donde las espadas puedan atravesar el corazón del impuro."

    Todos y cada uno de los siete hombres rezaron lo mismo en su interior. Después, pusieronse en pie con lentitud y solemne elegancia. A pesar de estar arropados con una delgada capa negra, cotas de mallas con pequeños discos metálicos y espinilleras reforzadas en piezas de bronce y acero, no hicieron el menor ruido. De vez en cuando cruzaban miradas inquisidoras entre ellos. Algunos mantenían firme la misma mirada en el otro como si conversasen sólo con la vista. El líder, haciendo un ademán, colocó el yelmo sobre su cabeza y el resto repitió la acción. El vapor que irradiaban sus bocas por el frío gélido del amanecer salía por una delgada línea vertical del casco; casco que por cierto, también les cubría los ojos.

    Tras los primeros trazos del sol, las campanas de la catedral hicieron eco por toda la llanura de un pueblo que ahora se hallaba vacío. El rumor de una terrible batalla había avanzado rápido entre los lugareños y, por la noche el gentío corrió hacia los bosques buscando protección.
    Los siete hombres yacen briosos como imponentes y fornidas estatuas negras, mimetizados bajo la sombra de los enormes arcos y pilares de aspecto gótico que sostienen el techo de la enorme catedral. En un gesto de soltura implacable Baltazar desenvainó su espada. Los demás le siguieron uno a uno en un silvido de afilados tonos metálicos, mostrando cada cual la elocuencia de un experimentado guerrero.

    Iniciaron entonces una lenta pero sólida marcha hacia la plaza. Esta vez entonando a viva voz el rezo que hace un momento atrás sólo estallaba en el interior de sus almas.

    "Nunca hemos pedido nada. Jamás..."
     
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