El TPP-11, el gobierno saliente y la “utopía-invertida”

Tema en 'Política Nacional e Internacional' iniciado por bluescifer, 16 Mar 2018.

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  1. bluescifer

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    Creo que esta perspectiva (“la utopía-invertida”) nos puede ayudar a entender por qué el gobierno saliente llegó incluso al extremo de firmar (casi como sonámbulo) el nuevo TPP-11, pretendiendo que es un mero tratado comercial (como tantos otros ya firmados); y, además, supuestamente “progresista”. Pero eso sería así simplemente porque se le agregó esa palabra a su nombre y ahora pasó a llamarse Tratado Integral y “Progresista” de Asociación Transpacífico.

    En lo fundamental, y a diferencia de lo que dice (y parece hasta creer) el ministro de Relaciones Exteriores firmante, solo en vitrina el TPP-11 es “una señal de apertura en medio de presiones proteccionistas en otros países”. Lo que realmente buscan las corporaciones que lo delinearon, es cambiar el antiguo “proteccionismo país” (como el que ahora resucita en el Estados Unidos de Trump con el acero), por un nuevo “proteccionismo corporativo”.

    NUEVO “PROTECCIONISMO CORPORATIVO”
    Este nuevo proteccionismo es el que le asegura a dichas corporaciones multinacionales (y a las domésticas “internacionalizadas” que se suben al carro) el poder seguir operando en el futuro de la misma forma como lo hacen ahora, pase lo que pase, cueste lo que cueste.

    Como Chile ya tiene amplios tratados comerciales con los otros 10 países del TPP-11, dicho tratado le permite avanzar poco o nada en materias relevantes para nosotros. De hecho, Chile es el único de los 11 países que ya tiene acuerdos comerciales con todos los demás. Por eso, los supuestos avances fantásticos en esa materia es puro mumbo jumbo (o hot air, como dicen en inglés). No es de extrañar, entonces, que incluso en los estudios internacionales que más idealizan el impacto económico del TPP-11, Chile sería uno de los países menos beneficiados con dicho acuerdo.

    Lo que sí es nuevo y relevante para Chile en el TPP-11, son cuatro cosas. Las tres primeras agregan a nuestros tratados comerciales existentes un capítulo (muy controversial) sobre comercio electrónico; otro con cláusulas nuevas que restringen los requerimientos indirectos de contenido local; y un tercero que restringe fuerte (y absurdamente) las actividades de las empresas públicas (ver aquí un análisis de las implicancias de las restricciones a la operación de empresas públicas).

    ¡Pero qué modernidad! No se nos vaya a ocurrir algún día seguir el ejemplo arcaico de China en esas tres materias, pues (dice la “utopía-invertida”) supuestamente China podría haber crecido incluso más rápido de lo que lo hizo si hubiese seguido estas nuevas reglas del TPP-11. Si creer eso es ser “progresista”, también habría que llamar así a Cristián Larroulet, pues ideas como las suyas son las que estampan el tratado. Los tres aspectos mencionados no estaban ni siquiera incluidos en el tratado comercial con Estados Unidos.

    Como si lo anterior no fuese suficiente auto-apocamiento, para consentir aún más a las multinacionales (ahora esto también incluye a las nacionales “internacionalizadas”), en nuestras relaciones con estos 10 países del TPP-11 se refuerzan las famosas cláusulas para resolución de disputas entre Estados, y entre “inversionistas” y Estados (en lo fundamental, por “inversionista” léase depredadores, especuladores, extorsionadores, rentistas y traders).

    Con eso, Chile, voluntariamente, se va a auto-imponer una camisa de fuerza para así hacer casi imposible que un futuro gobierno implemente algún cambio significativo, por razonable que sea, en nuestro ya tan añejo “modelo”, tan ineficiente como concentrador. Primero va a haber que pedir permiso a las multinacionales, y si no se obtiene, se va a tener que pagar compensación.

    Si todo lo anterior no es ceder soberanía por secretaría, habría que redefinir dicho concepto.

    Con el TPP-11, las áreas en las cuales otros Estados o “inversionistas” van a poder demandar a Chile en los nuevos tribunales tipo “Mickey-Mouse”, incluye una amplia gama de materias que va a hacer extremadamente difícil (sino imposible) mejorar nuestra protección al medioambiente; civilizar lo laboral; afinar la regulación de las finanzas (tanto las que operan en el país, como a los capitales especulativos internacionales, ya desatados en su locura; implementar (los tan necesarios) controles de capital, incluso del tipo Ffrench Davis-Zahler, implementados con tanto éxito en nuestro país en los ’90, que hasta el Fondo Monetario Internacional dijo que eran el ejemplo a seguir en los países en desarrollo (ver); recuperar nuestro derecho de propiedad sobre las rentas de nuestras materias primas (reconocidos incluso en la actual Constitución, que por ilegítima que sea, en eso es clara); implementar algo de reingeniería en nuestra rancia política económica, o implementar cambios en tantos otros aspectos de nuestra vida económica.

    El inmovilismo permanente en dichas materias va a ser the name of the game. Por supuesto, esto también incluye a las AFP e Isapres, muchas de las cuales están ahora controladas por multinacionales (incluidos capitales chilenos, que han hecho un viaje de ida y vuelta a algún paraíso fiscal para volver disfrazado de capital extranjero, con anteojos de color y camisas tropicales).

    De ahora en adelante, para cualquier cambio significativo en cualquiera de esas materias va a haber que pedir permiso y “compensar”; sino se termina en las cortes “Mickey-Mouse” con jueces llenos de conflictos de interés. Incluso las multinacionales van a poder también demandar a los Estados por el “costo moral” que les puede significar haber tenido que demandar a un Estado (capaz que mi tocayo García Márquez se reencarnó como abogado de multinacional, aquellos que redactaron el tratado).

    Como decíamos en una columna reciente, el TTP-11 no es más que una camisa de fuerza (disfrazada de tratado comercial), destinada a impedir que gobiernos futuros puedan hacer algo efectivo respecto de tantas “verdades mentirosas” (en el sentido de Foucault), que glorifican a nuestro ineficiente, concentrador y añejo modelo neoliberal. Una vez firmado el TPP-11, si se busca el cambio, ahora se nos va a venir encima otro “tribunal constitucional” que nos va a bajar la línea en dichos temas.

    Como ya es bien conocido, después de perder el plebiscito la dictadura nos llenó de este tipo de “tribunales de amarre” para asegurarse de que el rango de maniobra de futuros gobiernos fuese mínimo. Como decía tan claramente Jaime Guzmán, “la Constitución debe procurar que si llegan a gobernar los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría, porque – valga la metáfora – el margen de alternativas que la cancha imponga de hecho a quienes juegan en ella sea lo suficientemente reducido para hacer extremadamente difícil lo contrario”.

    Con el retorno a la democracia, la Concertación dejó intactos dichos cuerpos de “supra-vigilancia”, pero pretendió democratizarlos vía cuoteo con la derecha, y con la “legitimación” de sus miembros vía confirmación de sus nombramientos en el Senado. Estamos hablando de instituciones como el Tribunal Constitucional, el Banco Central “independiente”, el Consejo Nacional de Educación y el Consejo Nacional de Televisión (ver, por ejemplo).

    Y ahora, ¡como si ya no tuviésemos suficientes!, la centro-izquierda (en su “utopía-invertida”) crea como sonámbulo uno nuevo para todas las materias relevantes para las multinacionales (y las de acá “internacionalizadas”).

    Lo que hemos vivido como resultado de la evidente atrofia imaginativa de la Nueva Mayoría (o lo que quede de ella) es, en lo fundamental, una des-sincronización entre el empuje del desarrollo de las fuerzas productivas (ahogadas por la ineficiencia del “modelo” actual) y la imaginación social. Entre otras consecuencias, esto lleva a un proceso de des-democratización continuo, pues para poder mantener el status quo se llega a tomar decisiones de la magnitud y forma del TPP-11.

    Así, el gobierno de la Nueva Mayoría firma feliz este acuerdo sin ningún debate nacional. Incluso el texto del tratado se mantuvo en secreto hasta hace pocos días, con la excusa absurda de que se estaba traduciendo, para lo cual se demoraron una eternidad a pesar de que el documento tenía menos de 10 páginas. Además, por decir lo obvio, eso de ninguna manera excluía la posibilidad de publicar la versión original en inglés…

    Así, el TPP-11 pasa a ser otro volador de luces de la última semana de este gobierno, excepto que en este caso -y solo en este caso- la gran mayoría del nuevo parlamento va a estar feliz de tramitarlo. Otro ejemplo que nos recuerda a Nicanor Parra cuando nos decía que “la izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas”.

    Fuente: http://ciperchile.cl/2018/03/09/el-tpp-11-el-gobierno-saliente-y-la-utopia-invertida/
     
  2. Gene_Hunt

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    Lo peor es que con estos tratados ni se alega la perdida de soberania en terminos sanitarios, legales, laborales y alimenticios.
     
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  3. Agnostos Theos

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    Este país ya es una literal puta barata abierta al capital internacional.
     
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  4. Rorschach

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  6. Gene_Hunt

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    Es tan divertido ver a los nacionalistas que rasgan vestiduras por los inmigrantes, pero por los TLC no se ven ni en tiras comicas
     
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