Hermosa prevencion

Tema en 'Relatos Eróticos' iniciado por Carlosdd, 9 Dic 2024.

  1. Carlosdd

    Carlosdd Usuario Nuevo nvl. 1
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    Hermosa perversión: Mi novia y su hermana

    Corrían los tiempos de la universidad. Tuve varias novias, pero una de las primeras era Valeria. La veía muy poco por las mañanas, ya que estudiaba medicina en otra universidad al otro lado de la ciudad. Estaba mucho más adelantada que yo y tenía tres años más. Mi rutina era siempre la misma: salía temprano en el auto, dejaba a mi madre en su trabajo alrededor de las 7:30 y luego, a tres cuadras, vivía Valeria. Normalmente, pasaba a tomar café, verla y a las 8:00 la llevaba a su paradero de bus para la universidad.

    Valeria era una mujer sencilla y humilde, con un corazón noble. Su sola presencia llamaba la atención de hombres y mujeres; era hermosa, como una modelo de revista. Aunque algo lenta para aprender, era constante y se esforzaba por lograr sus metas. Su familia estaba compuesta por su madre, que atendía el negocio familiar a ocho cuadras de la casa, y una hermana mayor, Isidora, de treinta y tantos años, quien mantenía la casa impecable, limpiando cada rincón. A pesar de sus diferencias de edad, las tres eran mujeres hermosas y de carácter singular, cada una fuerte a su manera.

    A veces, en las mañanas, desayunaba con las tres. Otras veces, cuando todas dormían o habían salido temprano, Valeria se daba una ducha rápida y me hacía una señal pícara. Las habitaciones no tenían puertas, solo cortinas, y cuando salía de la ducha, yo, nervioso como siempre, aprovechaba la oportunidad. Pasaba junto a su cortina y le decía: "Voy al baño y regreso", solo para que se preparara. Daba una vuelta por el patio, la sala y el jardín para asegurarme de que no había nadie. Su habitación, siempre a oscuras, me recibía en silencio. Me quitaba toda la ropa, me sentaba en el filo de la cama y, suavemente, metía una mano bajo la sábana, tocando su piel húmeda y aún impregnada de crema humectante.

    Mis manos y labios recorrían su cuerpo como un pez en el agua, deslizándose por sus piernas, nalgas, pechos y abdomen. Su aroma y la sensación de su piel delicada me enloquecían. Besaba y acariciaba cada rincón de su ser, haciendo que cada momento fuera un deleite para ella. Cuando llegaba a su punto máximo de deseo, me acercaba más, dejando que mi respiración acelerada la envolviera. Rozaba sus labios pequeños, rosados y carnosos con mi lengua, explorando cada rincón hasta llegar a su clítoris, duro y húmedo. Mi objetivo era siempre hacer que ella disfrutara más que yo, llevándola al éxtasis una y otra vez.

    Un día, llegué a la hora acostumbrada. No necesitaba llave, ya que la puerta principal tenía una maña: si la empujabas y jalabas al mismo tiempo, se abría. Entré sin tocar, como de costumbre, y al llegar a la cocina vi tres tazas usadas sobre la mesa, pero no había nadie. Hice un breve recorrido por el patio, jardín, sala y baño, pero no encontré señales de nadie. Me acerqué a la habitación de Valeria y abrí ligeramente la cortina, dejando entrar un par de rayos de luz. Vi sus piernas cruzadas y descubiertas bajo las sábanas. Pensé que me estaba esperando.

    Desde la cortina, dije suavemente: "Buenos días, amor. Voy al baño y regreso". Observé cómo movía las piernas, abriéndolas ligeramente, como invitándome a pasar. Hice un rápido recorrido por la casa para asegurarme de que no había nadie más, y luego entré en su habitación. Me quité lentamente la ropa, tratando de no hacer ruido, pero esa mañana estaba más nervioso de lo normal. Las llaves del auto se me cayeron al suelo, la hebilla de mi cinturón golpeó una silla de metal y mi franela derribó un frasco de crema que rodó por el piso.

    Valeria movía sus piernas y su cuerpo, desesperada porque comenzara el juego. Lentamente, mis manos recorrieron sus pies y mis labios siguieron el mismo camino, subiendo por sus piernas. A pesar de la oscuridad, sentí su nerviosismo mezclado con su deseo. Cuando llegué a sus muslos, abrí más sus piernas suavemente, besando y lamiendo su piel sensible. Escuché un leve gemido y eso me alentó a seguir. Pasé mi lengua desde su ano hasta su clítoris, explorando cada rincón con devoción. Sus labios estaban más húmedos que nunca, grandes y carnosos, como alas de un ave exótica.

    Mientras la hacía disfrutar, sentí un gemido más fuerte y decidí introducir un dedo en su vagina. A medida que se humedecía más, añadí otro dedo, disfrutando de cada reacción de su cuerpo. Cuando mi boca llegó a su clítoris y mis manos exploraban simultáneamente su ano y su vagina, ella comenzó a gemir con fuerza, su cuerpo se contrajo y una cascada de fluidos me bañó.

    De repente, se aclaró la oscuridad de la habitación y el rostro que vi no era el de Valeria. Era Isidora. Me besó con fuerza, mientras sus piernas me aprisionaban, entregándose por completo. Aunque me sorprendí, no pude resistirme. Isidora era tan hermosa y deseosa como Valeria, y en ese momento me dejé llevar por su pasión. Nos entregamos el uno al otro en un frenesí de besos, caricias y gemidos, sin importar nada más.

    Esto se convirtió en un secreto que compartimos durante meses. Nos veíamos a escondidas mientras Valeria estaba ocupada con sus estudios o prácticas. Isidora y yo desarrollamos una conexión única, llena de pasión y complicidad. Pero un día, Valeria regresó antes de lo esperado y todo cambió. Ella sabía lo que estaba ocurriendo, pero en lugar de confrontarme, simplemente me dijo: "Sabes que no puedes tenernos a las dos, ¿verdad?"

    A partir de ese momento, supe que debía tomar una decisión. Pero, a pesar de lo complicado de la situación, siempre recordaré esos momentos con ambas. A veces, cuando paso por su casa como un amigo más, aún me tiemblan las piernas al ver la belleza y el encanto de Valeria e Isidora. Ambas dejaron una marca imborrable en mi vida.

    A partir de esa charla con Valeria, todo comenzó a cambiar. Mis encuentros con ella seguían siendo apasionados, pero un aire de incertidumbre y tensión comenzó a colarse entre nosotros. Isidora, por su parte, parecía disfrutar del peligro de nuestros encuentros furtivos. Había algo en su mirada, esa mezcla de seguridad y deseo, que me hacía imposible resistirme. Pero sabía que todo colgaba de un hilo.

    Una tarde, Valeria me llamó para que pasara por su casa. Llegué con cierta ansiedad, preguntándome si su madre o Isidora estarían presentes. Al entrar, Valeria estaba sola. Me llevó al jardín trasero, donde me esperaba una pequeña mesa con café y galletas. Parecía tranquila, como si nada hubiera pasado. Pero su mirada me decía lo contrario.

    "¿Hay algo que quieras contarme?" me preguntó, mirando directamente a mis ojos.

    Sentí que el mundo se detenía. ¿Sabía algo? ¿Había descubierto nuestros encuentros? Pero en lugar de confesar, opté por negar cualquier problema. "¿Decirte qué? No entiendo a qué te refieres, Valeria".

    Ella sonrió levemente, como si hubiera esperado esa respuesta. "Solo espero que nunca juegues con mis sentimientos", dijo, mientras tomaba un sorbo de café. La conversación continuó de manera casual, pero yo sabía que esa frase era una advertencia.

    Los días siguientes fueron un torbellino. Isidora me enviaba mensajes discretos, sugiriendo nuevos lugares para encontrarnos. Aunque sabía que estaba jugando con fuego, no podía evitar responder. Cada encuentro con Isidora era más intenso que el anterior, como si ambos supiéramos que el tiempo de este peligroso juego estaba contado.

    Finalmente, llegó el día en que todo explotó. Era un domingo por la tarde, y Valeria me había invitado a almorzar con su familia. Al llegar, encontré a la madre de Valeria y a Isidora en la cocina, charlando y riendo. La tensión era palpable, pero traté de mantener la calma. Durante la comida, Valeria dejó caer una bomba: "Mamá, creo que Isidora tiene algo que contarte".

    El silencio fue sepulcral. Isidora me lanzó una mirada de sorpresa mezclada con miedo. Yo no sabía qué hacer o decir. La madre de Valeria, ajena al trasfondo, simplemente preguntó: "¿Qué pasa, hija?".

    Isidora negó con la cabeza, tratando de desviar el tema. Pero Valeria no se detuvo. "Creo que es hora de que todos seamos sinceros", dijo, esta vez mirándome directamente a mí.

    El resto de la tarde fue un caos de reproches, confesiones y lágrimas. Valeria sabía todo. Había descubierto nuestros mensajes y sospechado durante semanas. Aunque traté de explicar, no había excusas que justificaran mi traición. Finalmente, Valeria me echó de su vida, pero no sin antes decir: "Eres un idiota por haber arruinado algo tan hermoso".

    Desde entonces, no volví a verlas. A veces, cuando paso por su calle, un torrente de recuerdos me invade. Esos momentos con Valeria e Isidora fueron un torbellino de emociones que no volverán, pero que siempre llevaré conmigo, como una lección dolorosa y excitante sobre el deseo, la traición y las consecuencias de mis acciones.
     
    #1 Carlosdd, 9 Dic 2024
    Última edición: 11 Ene 2025
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  2. Rada_crs

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    Prevención/perversión :lalala:
     
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  3. Sole1977

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    Está muy mala la educación en el país.
     
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  4. Carlosdd

    Carlosdd Usuario Nuevo nvl. 1
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    Asi es super mala
     
  5. Sole1977

    Sole1977 Usuario Casual nvl. 2
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    Horrible
     
  6. trooper42

    trooper42 Usuario Nuevo nvl. 1
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    Horrible la redacción, que vergüenza...
     
  7. Lutho_x

    Lutho_x Usuario Nuevo nvl. 1
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    Mala redacción y ortografía como el
     
  8. Carlosdd

    Carlosdd Usuario Nuevo nvl. 1
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    Chupenlo pues jejeje
     
  9. Sole1977

    Sole1977 Usuario Casual nvl. 2
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    Te faltó el acento en chúpenlo!!!!

    Jaaa
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  10. Nigromante_69

    Nigromante_69 Usuario Casual nvl. 2
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    Wn un asco como escribes y no te creo nada wn pajero fantasioso y malo para redcatar
     
  11. Nigromante_69

    Nigromante_69 Usuario Casual nvl. 2
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  12. Carlosdd

    Carlosdd Usuario Nuevo nvl. 1
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    Chupalo en cruz jejej