Hiroo Onoda: La increíble historia del soldado japonés de la 2da Guerra Mundial que se rindió en 197

Tema en 'Historia' iniciado por akazeronez, 5 Ago 2020.

  1. akazeronez

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    Japón fue uno de los tres países que integraron el Pacto de Acero durante la Segunda Guerra Mundial, conformando junto a sus aliados Italia y Alemania el denominado Eje Berlín-Roma-Tokio. Sin embargo, el Imperio del Sol Naciente se rendiría incondicionalmente el 2 de septiembre de 1945, tras los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, que dejarían más de 220 mil muertos.

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    En los años inmediatamente anteriores a su rendición ante las fuerzas de Estados Unidos, el imperio japonés había desplegado una agresiva política imperialista que los había hecho ocupar militarmente gran parte de China, Hong Kong, Malaya, Filipinas, Singapur, Birmania y varias estratégicas islas del Pacífico que les arrebataron a los holandeses.

    Gracias a una férrea mentalidad militarista que se remontaba a la cultura de los samuráis y a unas fuerzas armadas fuertemente disciplinadas y tecnologizadas (donde destacaba una Marina muy moderna, cuya fuerza principal estaba constituida por los portaaviones), Japón, un adversario al que los países anglosajones en principio, por motivos básicamente raciales, no habían tomado en serio, había construido a sus expensas y a las de otros países neutrales un verdadero Imperio que cubría una séptima parte del globo.

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    Uno de los episodios más curiosos y enigmáticos de la Segunda Guerra Mundial dice relación con la increíble historia de algunos soldados nipones que, ignorantes de que su país se había rendido incondicionalmente el 2 de septiembre de 1945, siguieron luchando en nombre del Imperio, combatiendo incluso casi treinta años después del fin de ese conflicto bélico. Uno de los casos más emblemáticos fue el del teniente japonés Hiroo Onoda.

    Hiroo Onoda, un eficiente y dedicado oficial de inteligencia del ejército imperial japonés, quien por entonces tenía 22 años de edad y el rango de teniente, había sido enviado el 26 de diciembre de 1944 a la isla filipina de Lubang, con la misión de emprender una guerra de guerrillas contra las tropas estadounidenses que desde octubre de ese mismo año habían desembarcado en esa locación y otras partes de Filipinas. Su misión era introducirse en las líneas enemigas, llevar a cabo operaciones de vigilancia y sabotaje y sobrevivir de manera independiente hasta que recibiera nuevas órdenes.

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    El joven teniente japonés Hiroo Onoda fotografiado en 1942.

    El teniente Hiroo Onoda cumplió su misión a cabalidad y durante los años siguientes, junto a tres subalternos (el cabo Shoichi Shimada y los soldados Yuichi Akatsu y Kinschichi Kozuka), llevaron a cabo acciones de sabotaje y de lucha armada contra los ocupantes de la isla, pese a que en 1945 se les comunicó que Japón se había rendido incondicionalmente, por lo que se les pidió que salieran de sus escondites en la selva. “Ya pueden salir, la guerra ha terminado”, les informaron, pero Onoda desconfió de los comunicados que informaban de la rendición de su país, atribuyéndolo a una treta de los aliados para capturar a los soldados japoneses que aún luchaban en la isla.

    En los años siguientes, los cuatro militares nipones seguirían combatiendo y escondidos en la selva de la isla filipina de Lubang, logrando sobrevivir gracias a una alimentación compuesta por plátanos, mangos y el ganado que mataban en la selva. En septiembre de 1949 el soldado Yuichi Akatsu se alejó de sus compañeros y tras vagar por seis meses, se rindió a las fuerzas filipinas en 1950, mientras que el cabo Shoichi Shimada fallecería en 1954 en combates contra un grupo filipino de búsqueda.

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    Aunque el teniente Hiroo Onoda fue declarado oficialmente muerto por el gobierno filipino en 1959, ciertas evidencias como la destrucción y quema de cultivos y algunas acciones de sabotaje al trabajo de los pescadores locales indicaron que aún estaba vivo, por lo cual se enviaron nuevos grupos de búsqueda, con resultados infructuosos.

    En 1965 el teniente Onoda y el único compañero que aún quedaba con vida, Kinschichi Kozuka, entraron subrepticiamente a una granja, de donde sustrajeron una radio. Ambos lograrían sintonizar emisiones radiales procedentes de Australia, pero asombrados de que la radio transmitiera acontecimientos que no tenía nada que ver con la guerra, los dos japoneses se convencieron de que aquellas emisiones formaban parte de un plan norteamericano para obligar a los soldados japoneses a que revelaran sus posiciones.

    El soldado nipón Kinschichi Kozuka fallecería en 1971 después de un combate con las tropas filipinas, dejando al teniente Hiroo Onoda totalmente solo.

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    En 1974, un estudiante japonés llamado Norio Suzuki, que había oído la historia del soldado japonés en Filipinas que seguía combatiendo en la isla de Lubang, decidió viajar desde Japón a Filipinas para dar con su paradero. “Había viajado expresamente hasta Lubang en busca de el teniente Onoda, un panda y el abominable hombre de las nieves, en ese orden”, contaría Suzuki.

    Treinta años después de desembarcar en la isla de Lubang para hacer una guerra de guerrillas contra las fuerzas estadounidenses, el teniente Hiroo Onoda, quien por entonces tenía 52 años, fue encontrado en la selva por el estudiante japonés Norio Suzuki. El teniente Onoda se había atrincherado en una serie de cuevas en la impenetrable jungla de la isla, alimentándose de frutas, pescado y algún cerdo salvaje que lograba capturar. Todavía usaba su viejo uniforme militar, que había conservado a duras penas a base de remiendos y, sorprendentemente, pese a vivir en un entorno hostil con mosquitos y fiebres tropicales, sólo debió guardar cama en una ocasión. Por entonces todavía se escondía de la Policía filipina y de las expediciones de japoneses que fueron en su busca, a los que confundía con espías enemigos.

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    El teniente Hiroo Onoda tras entregarse a la policía filipina en 1974.

    Pese a que Suzuki intentó convencer al teniente Onoda de que la Segunda Guerra Mundial había terminado hace treinta años, el oficial se negó a rendirse, a menos que recibiera la orden directa de su superior, Yoshimi Taniguchi. “Solo me rendiré ante mi superior”, insistía.

    Enterado de que todavía había un soldado japonés que peleaba en las islas Filipinas, el Gobierno japones encontró a Yoshimi Taniguchi, el superior del teniente Onoda, quien por entonces tenía un apacible trabajo como librero, y le ordenó que viajara a la isla de Lubang para notificarle a Onoda que quedaba desligado de todas sus responsabilidades militares. Taniguchi así lo hizo y el teniente Onoda, ya convencido de la derrota de su país, se rindió ante la policía filipina y entregó su uniforme, espada y fusil al presidente filipino Ferdinand Marcos el 11 de marzo de 1974.

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    El teniente Hiroo Onoda entregando su sable al presidente de Filipinas, Ferdinand Marcos, quien amnistió sus acciones de guerra en la isla de Lebang.

    “Era un oficial y recibí una orden, si no la hubiera cumplido me habría avergonzado”, respondió a la prensa el teniente japonés Hiroo Onoda, tras ser consultado por qué no se había rendido. Un año después de su vuelta a Japón, Onoda se mudaría a Brasil, donde gestionó con éxito una granja, para volver en 1989 a su país natal, donde puso en marcha un campamento itinerante para jóvenes en los que impartía cursos sobre la vida en la naturaleza.

    El dedicado ex teniente Hiroo Onoda, quien relataría su increíble experiencia en la isla filipina de Lubang en el libro “No rendición: mi guerra de 30 años”, fallecería en el año 2014 en un hospital de Tokio debido a un problema cardíaco.

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    El ex teniente japonés Hiroo Onoda, fotografiado en su país natal durante sus últimos años de vida.

    El teniente Hiroo Onoda sería el penúltimo soldado de las fuerzas del imperio de Japón que combatieron en la Segunda Guerra Mundial en rendirse, detrás del soldado nipón de origen taiwanés Teruo Nakamura, quien resistió en solitario en Morotai, una pequeña isla ubicada al norte del archipiélago de las Molucas (actualmente perteneciente a Indonesia), a donde había llegado en 1944. Nakumura sólo se rendiría en diciembre de 1974, tras ser descubierto accidentalmente por un piloto que había localizado su cabaña en la espesa foresta de la isla.

    Tanto el teniente Hiroo Onoda como el soldado Teruo Nakamura, los dos últimos soldados japoneses que se rindieron en 1974, 30 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, formaron parte de los llamados “Zan-ryū Nippon hei” (cuya traducción podría ser “Soldados de Japón dejados atrás”), es decir, todos aquellos miembros de las Fuerzas Armadas del Imperio del Sol Naciente que por sus convicciones, lealtad al Emperador o por el hecho de no recibir una orden formal de rendición de sus superiores, continuaron luchando tras la capitulación de Japón, primero contra las tropas de ocupación y luego contra las fuerzas policiales locales.

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  2. mauromassaes

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    No podía esperar menos de un gran Japonés !!!
    Un caballero !!! RIP