Inesperada aventura en el Cajón del Maipo.

Tema en 'Relatos Eróticos' iniciado por Sr. R, 11 Jun 2019.

  1. Sr. R

    Sr. R Usuario Nuevo nvl. 1
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    “INESPERADA AVENTURA EN EL CAJÓN DEL MAIPO”.


    A la Bárbara no la veía desde el colegio. Nos volvimos a encontrar el día de mi cumpleaños cuando nos reunimos con otros compañeros. Estuvimos compartiendo unos caños y conversando hasta tarde, riéndonos como en los viejos tiempos. Habían pasado diez años sin vernos. Siempre fue la más rica del curso; delgada, pero con unos pechos redondos y firmes que hacían babear a cualquiera que la viera. Ahora con 26 años, estaba mejor que nunca.

    La fui a dejar a la mañana siguiente. “Nos faltó tiempo para seguir conversando”, le dije, entonces quedamos de volver a vernos el próximo viernes pero saldríamos de la ciudad, tratando de romper la rutina y la cotidianidad en la que estábamos. Ambos habíamos terminado nuestras relaciones hace poco tiempo, y sabíamos a lo que íbamos.

    Quedamos en ir al Cajón del Maipo. Tomar once en algún lugar y quedarnos por ahí.


    Llegó el viernes y a las 18hrs ya estaba fuera de su casa. Hacía mucho frío, pero llevaba unos pantalones apretados que levantaban más su trasero y el ocaso del sol le hacía brillar más sus ojos claros sobre el trigueño de su piel.


    El camino era largo, así que conversamos sobre las aventuras y relaciones que tuvimos durante el tiempo que no nos vimos. Su última pareja había sido una mujer. Me dijo que el sexo era increíble, diferente y que toda la vida había querido experimentar cosas nuevas. Cuando tuvo aventuras con hombres, le gustaba que la pusieran en cuatro y le dieran de perrito, que le agarraran el pelo con fuerza y le apretaran las caderas. Que le gustaba sentir el choque del otro cuerpo en sus cachetes mientras le daban duro. Mientras más hablábamos más se me paraba y ella lo había notado; “con el frío parece que la sangre se nos congela, ah?”, me dijo entre risas y comenzó a acariciar mi miembro mientras manejaba. Le agarré la mano con fuerza, apretándome el miembro y después la puse sobre su pierna;

    “Guarda ganas nomás que cuando lleguemos no te voy a soltar ni cagando”, le dije.

    Me gustaba cortar la interacción y dejarla a medias, porque se enojaba y a la vez más se entusiasmaba con la idea.


    Llegamos a eso de las 20hrs y nos quedamos en una posada cerca de San Alfonso. Dejamos las cosas en la habitación, nos desabrigamos un poco y prendimos la chimenea. El comedor estaba vacío, tomamos once y nos quedamos conversando un rato. En eso se escucha que llega un auto y que tocan la puerta. Era una pareja brasileña de unos 30 años que se iba a quedar en una de las piezas del segundo piso. Hablaban muy poco español y eran muy atractivos físicamente. Ella era rubia, no tenía el mismo busto que la Bárbara, pero tenía un trasero y unas piernas muy trabajadas. Él era moreno, alto. Se notaba que ambos eran deportistas.


    Comenzó a hacer más frío y nos fuimos a la pieza. La Bárbara pasó al baño y yo me quedé esperándola en la cama, mirando Los Simpson en el Fox. Cuando llegó, abrió la puerta y entró con una bata blanca, que hacía mucho juego con su pelo rojizo. Se la quitó y se acercó a la cama. Me acerqué también a ella, y al querer decir algo ella me calló con un beso. Llevaba lencería negra, trasparente. Su piel era cálida y suave. Sentía su lengua jugar con la mía y el bulto de mi pene rozaba sus piernas. Me desnudó mientras seguíamos besándonos y nos tiramos en la cama. “Te gusta?” me preguntó mientras su mano comenzaba a masturbarme de forma muy suave. Le quité el sostén y me excité más al tener sus pezones desnudos sobre mi cuerpo, rosados y erectos. Me besaba el cuerpo a la vez que bajaba por él, yo enredaba mis dedos en su pelo hasta sentir su boca llegar a mi pene. Lo tomó con su mano y comenzó a saborearlo desde abajo, mojándolo con sutileza y cubriendo el glande con sus labios. Me miraba con unos ojos tiernos, como buscando mi aprobación con ellos. Me levanté y la recosté en la cama, dándome la espalda. Tenía su potito redondo, levantado. Le corrí el calzón hacia un lado y comencé lentamente a entrar en ella. Siempre me había gustado su voz, su manera de hablar, y escucharla gemir era un placer incomparable a cualquier otra cosa. Movía sus caderas hacía atrás y adelante y yo la tomaba con fuerza, con rabia. Cada vez gemía más fuerte. Verla así era algo que me excitaba en demasía. Mientras la penetraba le abría las nalgas, le metía el pulgar por el ano y más le calentaba, mientras que con mi otra mano le agarraba el pelo. “Más fuerte, hazme mierda por la chucha” me decía entre gemidos, con sus palabras entrecortadas. Mi pene seguía entrando y saliendo en ella. Estaba muy húmeda, muy lubricada y eso hacía que las sensaciones fueran más placenteras. Cuando estuve a punto de terminar, saqué mi pene de ella y la di vuelta, le tomé la cabeza con una mano y comencé a masturbarme mientras ella se tocaba las tetas de ensueño que tenía, y que más hermosas se veían mientras la eyaculaba. El semen caía en sus tetas, en su rostro, en sus labios y en sus mejillas, bajo sus ojos de ángel.


    Pasamos el rato acostados conversando y fumándonos un cigarro. El hostal en el que estábamos era una casona antigua. El piso crujía y pesar del frío, el calor de la salamanca lograba calentar la estancia y la hacía más acogedora.

    Nos quedamos un rato en silencio, cuando entonces escuchamos ruidos que venían desde el piso de arriba. Era la pareja brasileña que había entrado anteriormente. Se escuchaba el crujir del piso, el sonido de la cama chocando contra la pared y los gemidos de la rubia que gritaba de excitación.


    “Me calienta escucharlos”, me dijo Bárbara. La puse de espalda a mi y la masturbé. Hacía presión en su clítoris y a la vez apretaba sus pechos. Metía mis dedos en su vagina para que se humedeciera más y más. Sus gemidos se mezclaban con los de la pareja.

    Escuchábamos el choque de sus caderas y las palmadas que él daba en su culo.
    “Hagamos una locura?”, me preguntaba Bárbara entre gemidos, mientras seguía apretando mi mano en sus pechos.

    Se levantó, se puso la bata medio abierta y me dijo: “Espérame aquí”.

    Bárbara se dirigió a la pieza donde estaba la pareja y tocó la puerta. Hubo un repentino silencio y abrió la chica rubia, salió tapada con una sábana. Tenía el rostro muy colorado y su rostro era de desconcierto.
    “Perdón, hemos causado ruido?” preguntó con las mejillas coloradas y con un español que resultaba muy tierno. Se notaba que estaba muy avergonzada.

    “No te preocupes. Estamos con mi novio tomando algo y nos preguntábamos si querían acompañarnos un rato”. Mientras le hablaba, se abría la bata con timidez y dejaba poco a poco sus piernas al descubierto.

    “Qué dices, Antonio?”, le preguntaba a su novio.


    “Si, bajamos en un rato”.

    Pasaron unos 20 minutos cuando Marcela y Antonio tocaron nuestra puerta. Ella llevaba un vestido largo e iba tapada con una chaqueta. Antonio se había puesto un pijama y una polera que se ajustaba a su cuerpo macizo.

    “Siéntense chicos. Cómo están?”, pregunté.

    Marcela aún llevaba la cara colorada, su pelo era rubio natural y le llegaba hasta el borde de sus pechos. Estuvimos conversando un rato sobre Santiago, los vinos chilenos y otras cosas de menor importancia, hasta que Antonio preguntó: “Nos han escuchado desde acá?”.
    Llevábamos un buen rato tomando. Bárbara me miró y sin responder una sola palabra, se sentó al lado de Marcela, la tomó de la cara y comenzó a besarla. Marcela estaba sorprendida. Era una muchacha introvertida. “Nunca he hecho esto con una mujer”, decía, aun así poco a poco se dejó llevar, pasando sus manos por el cuello de Bárbara y de a poco bajando hasta acariciar sus pechos. Se mordían los labios y ambas daban pequeños gemidos de placer. Antonio besaba el cuello de su novia mientras ella daba mordiscos en los pechos de Bárbara. Ella seguía gimiendo, tenía sus ojos cerrados y parecía que no estaba acá, hasta que abrió los ojos, me miró y me hizo ir hacia ella. Me paré a su lado y con los dientes me bajó el bóxer, mi pene estaba duro, húmedo y a medida que me masturbaba sus dedos también se mojaban. Se echó mi pene en su boca y Marcela hizo lo mismo con Antonio. La casona era toda nuestra y el calor que se había formado en el ambiente se fundía en nosotros, en nuestros cuerpos.
    Bárbara saco mi pene de su boca, se dirigió hacia la brasileña, le levantó el vestido y con sutileza comenzó a recorrer su humedad, pasando por el clítoris y llegando a su vulva. Marcela gemía con dulzura y algo de dificultad, ya que aún tenía en su boca el pene de Antonio. Me acerqué a Marcela y puse mi miembro en sus labios, sin soltar a su novio, comenzó a chupármela de abajo hacia arriba. Me masturbaba y miraba con sus ojos verdes, con su rostro colorado de la excitación.
    Bárbara dejó de hacerle sexo oral y se llevó a Antonio hacia la cama. Abrí las piernas de Marcela y la penetré suave. El sillón nos resultaba extrañamente cómodo. Tenía sus piernas en el hombro. Su vagina era un poco más estrecha y el grosor de mi pene entraba con satisfacción, cada vez más rápido, haciendo que sus gemidos crecieran a cada segundo. Antonio yacía entre las piernas de Bárbara y le daba duro, con fuerza, mientras ella agarraba las sábanas con sus manos.
    Marcela me llevó a la cama, ambas se levantaron mientras con Antonio las penetrábamos. Juntaban sus cuerpos, tocaban sus pechos y se besaban desenfrenadamente. Mordían sus labios, su cuello y gemían a su propio ritmo.


    Seguimos disfrutando la noche entera, hasta que se fueron poco antes del amanecer.

    Con Bárbara de vez en cuando nos vemos y nos acordamos con pudor de la situación.


    De Marcela y Antonio no supimos más.
     
    Rudolf Paice, criss10, Magic_DaFrE y 6 otros les gusta esto.
  2. (sic)

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    Buen relato.... Buena imaginación
     
  3. jotaeme

    jotaeme Usuario Casual nvl. 2
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    demasiado soñado....buen relato
     
  4. Magic_DaFrE

    Magic_DaFrE Usuario Habitual nvl.3 ★
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    Haya pasado o no, me encanto la forma en que lo contaste... este es un relato erótico. Muy buen aporte.
    Saludos
     
  5. rickrace

    rickrace Usuario Casual nvl. 2
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    Muy buen relato¡ una aventura soñada, más encima con una Rubia Brasilera, ufff.. envidia sana.