La mañana está soleada. Los rayos del sol entran majestuosamente por los grandes ventanales de la habitación. Cada objeto en el cuarto está dispuesto de manera perfecta. Nada queda al azar. Colores, posiciones, uniformidad, pulcritud, delicadeza, buen gusto, todo está como debe ser. La imagen se clava en ese ojo, observador, que sin pestañear escudriña todos los rincones, hasta que se concentra en un solo punto. El frente. El espejo lo dice todo. “Eres lo que eres”, musita Gabriel. Está desnudo frente al gran espejo Luis VI, legado de su bisabuelo Händel. Todo es silencioso en el cuarto. Solo el tic tac del reloj cucú interviene cada segundo. “¿Por qué es así?”... “Es así, porque así tiene que ser”, se responde inmediatamente Gabriel. “Todo lo que hago, no es por mi, es por ti... porque tú sabes cada cosa de que debo hacer, el cómo y el cuando”, continúa el impávido hombre. “Ya no deseo más esto” “Quisiera que fuese distinto” “No puedo, eres tú, quien me domina y no puedo controlarlo” “Me conoces al dedillo... controlas todo” “Cada segundo, me monitoreas, como si yo fuese un computador” Palabras, frases sueltas y silencios de por medio. Él continúa quieto, desnudo, examinándose frente al lujoso espejo. Una suerte de hedonismo y vanidad recorre su cuerpo. Es incontrolable. Lo sobrepasa. No es él. Sí, es él. No... no lo es... la verdad es que es él, pero no él mismo, sino su otro “él”. El superior. Ese ser individual, que cuando desea, es parte de él. Más palabras... pero ininteligibles. Solo escarba en si mismo. “Eres parte de mi, maldito”, reclama Gabriel. Comienza a moverse, hacia un costado y luego al otro. Pareciera que quiere comprobar algo. Es como si deseara que esa parte de él se desprendiera y lo liberara, pero no. Es parte de él. Se zafa y vuelve al lugar. La quietud vuelve al individuo. El ojo vuelve a escudriñar. El tiempo parece estancado. El tic tac del reloj ya no interviene, a pesar de que sigue su frenética carrera por el tiempo, segundo a segundo. Pero el tic tac no logra capturar al tiempo, porque este le lleva un segundo de ventaja. El ojo sigue mirando atentamente cada centímetro, nada queda sin ser analizado. “¿Qué gano con todo esto?”, se pregunta serenamente. “Nada, no logro nada”, se responde al instante. “Todo lo sabes... me conoces tan bien... sin decir nada, me manejas a tu entera disposición... no necesitas hablar, porque yo mismo me respondo, claro, eres tú, soy yo...” La mano comienza a agitarse. Los ojos se cierran. Una leve sonrisa da indicios de que el momento es sublime. Todo acabará. El tic tac del reloj es frenético, cada vez más rápido, como si un segundo valiera por diez. Los latidos del corazón son cada vez más agitados, la respiración se dificulta cada vez más. Las piernas tiemblan. El espejo brilla. “No se hasta cuando estarás aquí y no saco nada con luchar en tu contra, otra vez me has vencido”, piensa con apuro desmesurado. La mano deja de moverse. Gabriel abre los ojos. “Eres parte de mi y me dominarás a tu antojo, hoy y cuando lo desees”, se dice en voz alta, ya más reposado. Todo ha acabado. Todo ha acabado.
ded man, acuerdate que ahora nuestra zona es kawai, segun la descripcion asi que adecúate a lo que escribes.... ctm descripcion ql