LOS AMANTES DEL METRO. (Sandra Roalía)

Tema en 'Relatos Eróticos' iniciado por Sandra Rosalía, 25 May 2023.

  1. Sandra Rosalía

    Sandra Rosalía Usuario Nuevo nvl. 1
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    Ingresé a la bellísima Ciudad Universitaria con el fin de cursar un postgrado en filosofía y letras. Debido a que sentía pánico de manejar en la capital, al salir de clases ya algo tarde, ocupaba tomar un autobús que me llevaba hasta el metro (en ese entonces la línea no llegaba hasta C.U.) para poder llegar a mi agradable departamento localizado cerca del centro histórico.

    Los transportes siempre iban atestados incluyendo el metro, por lo que en varias ocasiones tuve que viajar de pie.

    Varias de mis compañeras universitarias y otras mujeres ya me habían advertido acerca de los roces y manoseos que habitualmente ocurrían en los transportes de la capital; algunos ciertamente accidentales, ya que, debido al gentío, era prácticamente inevitable que tales cosas sucedieran; pero otros eran manoseos claramente ventajosos.

    Recuerdo aquella experiencia: sucedió cuando íbamos apretujados en el metro y cierto joven se pegó por detrás. De súbito sentí que el miembro del joven se empezaba a poner duro, tallando mi rajada entre las dos nalgas a través de la falda (por cierto, mi falda era corta).

    Mi primer impulso fue reclamarle y empujarlo, pero inexplicablemente no lo hice; justificando su acción pensando que: “todo aquello era accidental”, pero la verdad era otra: Yo había experimentado un enorme como raro placer con aquel roce.

    Conforma viajábamos, los restregones del joven en mis nalgas se fueron volviendo más atrevidos y no logro explicarme mi propia conducta hasta el día de hoy, en cuanto a la manera como yo fui parando deliberadamente mi trasero cada vez más y moviéndolo de un lado a otro, aprovechando el vaivén del vagón para disimular; mientras me preguntaba: “Que demonios te pasa pendeja, ¿porque aceptas esto?”

    Al detenerse el tren en alguna estación, el joven se detenía mientras yo deseaba que rápido se pusiera en movimiento para continuar disfrutando, con todo y un gran sentimiento de culpa.

    Poco a poco fui sintiendo un enervante cosquilleo vaginal y un discreto fluido empezó a escurrir de mi interior hasta sentirlo mojando mis bragas.

    En determinado momento del largo viaje, fue increíble darme cuenta de que el joven muy excitado no pudo contenerse eyaculando con su pene dentro de su ropa, mientras que yo, muy quietecita, mantenía la mirada en el suelo del vagón del metro escuchándolo ahogar un leve quejido, sintiendo unos “picones” más intensos; luego permaneció un rato quieto con su verga tiesa entre mis nalgas. Sus manos jamás me tocaron.

    Esa noche, me masturbé enloquecida; imaginando mil escenarios entre el joven y yo, principalmente con las frotaciones de su duro pene sobre mis nalgas, imaginando que me follaba en diferentes partes del metro.

    A la noche siguiente, así como otras noches de regreso a casa en el metro, yo lo buscaba con ansiedad.

    Varias noches después, encontrándome parada entre el gentío esperando el metro, lo descubrí de nuevo hasta enfrente parado en el andén y sintiendo una gran emoción, fui abriéndome paso diciendo:

    - ¿me permiten llegar con mi esposo por favor?

    Disimuladamente me detuve cerca del joven; quien de inmediato me identificó y cuando las puertas del metro se abrieron, el sunami de personas penetró luchando por los asientos, a la vez que yo era empujada recargándome de espalda contra la puerta contraria, quedando el joven justo en frente; evitando hacer contacto con su mirada e ignorando aquella leve sonrisa que me brindaba.

    Conforme las personas se iban apretujando en el vagón, me coloqué de lado mientras que el joven lo hacía detrás de mí, sintiendo de inmediato su verga apuntalando sin el menor recato en medio de mis nalgas paradas, yo me encontraba ansiosa de recibir la “piquetiza” y para variar, esa noche tambien llevaba falda.

    Después de varios minutos de tallones y piquetes, inesperadamente me sobrevino un tremendo orgasmo que me hizo gritar por lo que las personas voltearon a verme, provocando que el joven asustado se retirara un poco; pero yo, con todo y la gran vergüenza lo que más anhelaba era seguir sintiéndolo restregar su verga entre mis nalgas como una hembra en celo.

    Jamás pensé que aquello me fuera a gustar, debido a las experiencias desagradables en los autobuses de mi tierra en donde me llegaron a manosear y restregarme el bulto en las nalgas; ni mucho menos imaginaba que, aquellas vulgares frotaciones fueran capaces de provocarme aquel intenso e incómodo orgasmo y que, por lo mismo, me hicieran sentir culpable.

    Otra noche, tuve la agradable sorpresa de volverme a encontrar con el joven dentro del vagón del metro parados de un extremo a otro, sintiendo una gran emoción sin poder ocultarlo le devolví la sonrisa; mientras que el joven, abriéndose paso entre el apretujamiento de personas finalmente llegó a mi lado.

    Sin saber siquiera nuestros nombres, nos dimos un beso espontaneo y lleno de pasión durante unos 5 segundos y con voz baja le dije con voz sensual:

    - Pégate en mi trasero…

    Lo cual realizó inmediatamente muy excitado; abrazándome por detrás de la cintura con una mano, recargando su cara sobre mi cabeza oliendo y besándome el cabello y mordisqueando una de mis orejas, mientras yo, depositaba sus libros dentro de mi amplia mochila y el joven, con ambas manos libres, me sujetaba de las caderas para tallarme más fuerte el trasero.

    Todo mundo viajaba a esas horas cansados y absortos en sus propios asuntos sin prestar atención a lo que ocurría en su entorno; como una especie de manada hipnotizada, pasando desapercibidos nosotros “los amantes pasajeros del metro”.

    Discretamente, el joven puso una mano sobre mi pubis y algunos pasajeros lo notaron y al bajarnos en mi estación, nos fuimos caminando tomados de la mano, deteniéndonos para besarnos y acariciarnos sin importarnos nada como cualquier pareja de enamorados; mientras yo acariciaba su parada verga a través del pantalón y el desabotonó mi brassier mamando una de mis hermosas tetas, causándome mayor calentura.

    Es increíble la manera como el amor se puede manifestar de una manera tan arrebatada; se trata de una fuerza inconcebible que arrasa y que escapa a toda lógica y conceptos preestablecidos. Cualquier persona considerada sensata y razonable, puede argumentar que el amor como sucedió entre este joven y yo puede ser considerado como mil cosas, pero jamás como amor genuino.

    He llegado a la conclusión de que el amor es algo insensato que brota entre las condiciones más inesperadas, y si este se llega a planear, en ese mismo instante queda aniquilado.

    Dentro de mi departamento, la cogida fue tremenda, mientras que yo sentía que aquel postgrado con duración de un año y que tanto temor me había ocasionado el tener que viajar y vivir en la ciudad de México, se me iba a ir como agua entre mis dedos; deseaba detener el tiempo cuando nos encontrábamos juntos. El me follaba hasta en tres ocasiones dentro de mi departamento y era increíble la enorme cantidad de semen que arrojaba dentro de mi vagina y en ocasiones dentro de mi culo tambien.

    No obstante, en cierto instante notamos que nos hacía falta “algo” y más tarde, llegamos a la conclusión de que añorábamos los excitantes tallones en el vagón y a partir de ese momento reiniciamos con aquel juego a pesar de que rematábamos en casa.

    Nuestra osadía llegó hasta masturbarlo cuando él iba parado detrás de mí, eyaculando el joven a torrentes manchándome la falda y cuando viajábamos en autobús yo le mamaba ávidamente su verga casi ahogándome escondidos al fondo. Los manoseos de su parte ya eran rutina en el metro, acariciando mis nalgas o mi clítoris haciendo la pantaleta para un lado, o por encima de ella semi ocultos en un rincón y cubriéndonos con un sweater cuando íbamos sentados.

    Como esto resultaba para nosotros una excitante aventura; mi joven amante, llegó a invitar a algunos desconocidos dentro del metro para que se pegaran a mis nalgas, o que me manosearan las piernas cuando íbamos sentados; algunos de estos hombres, me llegaron a follar entre los árboles de la alameda central o arriba de los taxis, siempre al cuidado y protección de mi joven amante.

    En ocasiones, me llegaron a coger hasta tres en una tarde; pero solo mi joven amante me daba sin condón. Cierta vez, dentro de un taxi con las puertas abiertas, me folló uno por la vagina, mientras el otro lo hacía por mi trasero, ocasionándome intensos alaridos; afortunadamente el callejón se encontraba vacío.

    Todo esto siempre nacía en los vagones del metro; pero llegó el día en que finalicé mi postgrado, regresándome a mi ciudad de origen.

    Recuerdo que no le dije nada a mi joven amante, solo dejé encargado al dueño de mi departamento que vendiera los muebles, dejando una larga y conmovedora carta de despedida; tomando el avión de regreso a casa sin poderlo olvidar hasta la fecha.

    FIN.
     
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  2. Afteriano

    Afteriano Usuario Casual nvl. 2
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    No vengay a copiar weas en otros lados y pegarlas acá, ya tenemos muchas mierdas de esas
     
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