Nórdico.- (Historia 100% real)

Empezaré describiéndonos. Mido 1.65, pelo largo hasta la cintura, ondeado, negro. Soy delgada, piernas largas, de muslos fuertes, con el culo redondo, bien parado, la cintura angosta y las tetas blancas y redondas que caben perfecto en una mano, tengo los labios gruesos, los dientes blancos y la lengua hábil. Pecas sobre la nariz y ojos grandes y café que no pueden disimular cuando deseo a alguien, y a él lo deseaba hace tiempo, hace mucho tiempo ese metro ochenta y tanto, con pelo largo, rizado y castaño, esa cara de gozador, los ojos hambrientos, inteligentes y observadores, en esa cara de abundante barba pelirroja, (sí, de ahí viene el título), el tipo parece un vikingo, grande, de espalda ancha, piernas gruesas y caderas que de solo verlas me provocan abrir las piernas para dejarlo entrar.
El gran pero, es que somos amigos, con respectivas parejas durante años, y como buenos depredadores siempre nos observábamos desde la distancia intentando ignorar la manera en que el aire crepitaba cada vez que nos abrazábamos al saludarnos y nos quedábamos unas milésimas de segundo más sintiendo al otro, o la manera significativa en que nos mirábamos en las bromas de doble sentido, siempre mantuvimos la distancia por respeto a nuestras parejas, pero cuando todo eso acabó y nos encontramos otra vez en un bar, en medio de una noche de varias cervezas, iba yo de camino al baño cuando nos vimos a la distancia, nos acercamos, nos saludamos con euforia, mi espalda contra la pared y sus manos enormes en mis caderas mientras me miraba directo e intenso a los ojos, gritando con ese iris verde que me deseaba, el aire y la piel vibraba, como si nuestros cuerpos quisieran darnos una bofetada y gritarnos: Por favor! ¡¡Ya, follen de una vez!!
Pero no pasó esa noche, y lo único que consiguió fue que cada vez que recordaba el episodio se me aumentara el pulso y comenzara a respirar cortito, me ardiera el pecho y me vibrara el clítoris vuelto loco de necesidad. Pasaron los meses y por temas de trabajo y estudio no coincidimos en la misma ciudad, conversábamos constantemente como buenos amigos, jamás tocando el tema. Hasta que un fin de semana ambos fuimos invitados a la cordillera, a un paseo por el día, como somos del sur, eso es bastante usual. Fuimos felices de la vida, con un amigo más y la pareja suya de ese momento. En el camino de ida les conté de un blog que estaba leyendo, donde una de las autoras habría escrito una serie de tips para dar un buen Blow Job, se llama El truco del Helado, la autora es Hetaira del blog Faqmen.org (créditos infinitos para ella, porque no se imaginan lo efectivo y placentero que es, así que señores muéstrenselo a sus parejas, y señoritas lean ese blog). Pasamos a comprar helados y les mostré el truco, mi nueva gracia sacó aplausos, y mi amigo nórdico me miraba con cara de que me quería partir en dos ahí mismo.
Cuando ya estaba atardeciendo quedamos ambos solos en una roca mirando el río, estábamos bien cerca, nuestras rodillas rozaban y eso enviaba sensaciones calentonas a mi entrepierna. En un momento nos quedamos mirando, todo en silencio, ni el rio sonaba, me miró la boca, instintivamente separé un poco los labios exhalando aire, me calenté en un segundo, fue como un switch, todo ese tiempo de deseo reprimido explotó en un instante; me agarró del cuello con ambas manos y me beso, me violó la boca, me mordió los labios, me metió la lengua, me chupó y eso me volvió débil, enviaba descargas eléctricas directo a mi clítoris, que comenzó a temblar, mi vagina se mojó directamente, sentía una presión caliente, una necesidad insatisfecha. Nos pusimos de pie, nos abrazamos sin dejar de besarnos ni tocarnos, él se agachaba un poco para sentirme completa, yo separé las piernas para que sus caderas se acomodaran a las mías, me apoyo contra la pared de roca, y comenzó a empujar con sus caderas, las costuras de mis jeans y la hebilla de su cinturón me atacaban sin piedad el clítoris hasta que las vibraciones fueron desesperantes, comencé a gemir ahogadamente en su oído, mientras él me decía cuanto tiempo había deseado escucharme así, y yo más gemía y me apretaba contra su entrepierna intentando ganar más fricción en ese lugar delicioso. El me tocaba entera, me masajeaba las tetas y de tanto en tanto dejaba de comerme la boca para chupar mis pezones rosados y duros, me mordía sin piedad y el dolor era exquisito. Yo le mordisqueaba los labios y lo recorría con mi lengua mientras le enredaba los dedos en el pelo y se lo tiraba de pura desesperación. Me tenía con las piernas muy abiertas, frotándose contra mi, volviéndome loca, tan loca que sentí muy pronto como se me inflamaba el clítoris, y una descarga eléctrica me bajaba por el vientre e iba a explotar ahí donde mis jugos vaginales tenían todo empapado, él estaba durísimo, su pantalón ya iba a explotar, aún no lo tocaba ni lo veía, pero estaba segura que era enorme, estaba rojo y vibrante por mí. Con esa imaginación y sus manos que se me enterraban en la piel, sus dientes que me mordían el cuello y detrás de la oreja poniéndome enferma, me explotó un orgasmo enorme, gemí y grité loca de placer, mientras él volvía a mi boca para absorber mi orgasmo y mis gemidos. Mi cuerpo se relajó, y de a poco la respiración se fue haciendo normal. Lo miré con ojos hambrientos. Fóllame, por favor, le dije desesperada…date vuelta, me respondió el. Me empezó a bajar el pantalón y…
Escuchamos que nuestros amigos nos llamaban y venían en nuestra dirección. Quedamos con la furia viva de la necesidad insatisfecha. Completamente temblorosos, tuvimos que esperar un tiempo más para sacarnos las ganas, y aquella vez, fue épica. Pero esa es historia para otro relato.
Besos para ti, amigo mío.

 

Gracias 😊 pronto la siguiente parte.