Por qué la centroizquierda está cómoda con el Brexit y Trump

Es un otoño emocionante para los liberales británicos y estadounidenses. Entiéndase por liberales, en el sentido que se le da en el hemisferio norte a dicho término, es decir, “progresista” o simplemente quienes se identifican con la centroizquierda.


El partido conservador del Reino Unido está manejando tan mal el Brexit que es posible que nunca suceda. Los liberales estadounidenses están energizados para las elecciones de mediados de noviembre (donde los demócratas debieran recuperar la mayoría de la Cámara tras varios años en manos republicanas). Mientras tanto, las ONG liberales han recaudado fortunas y los periódicos acumulan suscriptores. El sueño liberal es que el populismo —un movimiento de adultos mayores— se desvanecerá.

Pero podemos estar alcanzando un punto de desvío. Todavía es muy probable que el Brexit ocurra en marzo, y es muy plausible que el Sr. Trump sea reelegido en 2020. En este escenario, la clase educada urbana abandonaría la política, tal como lo hizo la clase trabajadora de raza blanca décadas atrás.

Es probable que suceda el Brexit porque los líderes de los dos principales partidos británicos tienen la intención de llevarlo a cabo. Por un lado, Gran Bretaña podría llegar a un acuerdo bajo los términos de la UE, o tal vez no obtendría ningún acuerdo inicialmente, pero luego probablemente se arrastraría de regreso a Bruselas y aceptaría lo que sea que los europeos estén dispuestos a ofrecer.

El Sr. Trump, a pesar de su impopularidad, podría ganar fácilmente en 2020. Si la economía sigue creciendo para entonces, la expansión de 11 años sería la más larga que se haya medido en EE.UU. Los demócratas podrían ganar los estados liberales más populosos de California, Nueva York y Massachusetts con márgenes aún mayores que en 2016, acumulando millones de votos inútiles, y aún así perder la carrera presidencial. Mientras tanto, el Sr. Trump luego de confirmar al Juez Brett Kavanaugh, podrá nominar a otros jueces conservadores dadas las edades de los jueces liberales Ruth Bader Ginsburg (85) y Stephen Breyer (80). Si este llegara a ser el caso, la Corte Suprema sería confiablemente conservadora durante décadas.

Exportando progresistas


Aunque genere incomodidad, es posible que un gobierno nacionalista radical sea estable y gobierne por un largo plazo. El Primer Ministro de Hungría, Viktor Orbán, en el cargo desde 2010, ganó otro mandato de cuatro años esta primavera. Benjamin Netanyahu ha gobernado Israel desde 2009, mientras que la izquierda secular liberal se ha derrumbado. El gobierno del PiS de Polonia está listo para reelegirse el próximo año. El nacionalismo extremo en estos países se refuerza a sí mismo, porque los liberales urbanos están emigrando. Hungría, en particular, está exportando a personas altamente educadas, a feministas, a homosexuales, a personal de las ONG, a trabajadores culturales y a judíos. El envejecido país sufre una pérdida neta de un habitante cada 16 minutos, señala Cas Mudde, investigador del populismo en la Universidad de Georgia. Irónicamente, las remesas de los emigrados —junto con los subsidios de la UE que Orbán tanto odia— ayudan a mantener la economía húngara.

Si el Sr. Trump y los partidarios del Brexit son capaces de establecer el populismo a largo plazo, los liberales británicos y estadounidenses tendrán que elegir una respuesta. La mayoría se quedarán en su lugar. En 2016, más de una cuarta parte de los estadounidenses encuestados por Vox dijeron que considerarían mudarse a Canadá si ganaba el Sr. Trump, pero tras su elección casi nadie se fue. Resulta que los liberales urbanos acomodados (a diferencia de, por ejemplo, los hispanos pobres) pueden vivir bien bajo el gobierno del Sr. Trump. Están en el lado correcto de la creciente desigualdad de EE.UU. Como me dijo un rico neoyorquino: “Si la gente en los estados republicanos quiere darme un gran recorte de impuestos, yo no votaré a favor, pero no lo rechazaré”. Además, ser anti-Trump les da un propósito de vida a los liberales, una identidad común y la conversación perfecta para tener con los vecinos. Son pesimistas con respecto a EE.UU., pero optimistas con respecto a ellos mismos.

Los liberales urbanos británicos sufrirán relativamente más con el Brexit. Si la libertad de movimiento con Europa termina, sus pasaportes serán degradados. El Brexit también devaluará una de sus trayectorias profesionales favoritas, el servicio civil: los recién graduados que tradicionalmente inundan Whitehall cada año, son exactamente el público que más desprecia al Brexit y no querrán pasar años tratando de hacer que funcione. Aun así, las personas educadas continuarán encontrando buenos trabajos en Londres.

No obstante, corren el riesgo de ser marginados políticamente pos-Brexit. Los debates liberales en las universidades, los medios de comunicación, los partidos políticos y los grupos de expertos se volverán irrelevantes. Los antiguos políticos de centroizquierda migrarán a programas de televisión como ‘Bailando con las estrellas', o ganarán dinero como consultores asesorando a empresas sobre cómo navegar el Brexit.

Si el Sr. Trump y el Brexit se vuelven parte del sistema establecido, los liberales urbanos educados se exiliarán a sí mismos dentro de su propio país, cultivarán jardines en sus azoteas, asegurarán que sus hijos vayan a las mejores escuelas, buscarán el café perfecto y se dedicarán al activismo local; por ejemplo, abogarán por carriles para bicicletas. Se distanciarán de sus parientes que son populistas de corazón y, gradualmente, de un sentido de nación compartida. “No es mi gobierno”, será la actitud. Si la Corte Suprema permite que los estados conservadores eliminen el aborto, eso no afectará a Nueva York ni a San Francisco.

Los liberales urbanos de toda Europa continental llevaban vidas igualmente cómodas y apolíticas antes de 1848; sus compañeros chinos y rusos los lideran ahora. Lo vi en Moscú este verano: la élite liberal tiene su patio de recreo (cafés “hipsters” y patinaje sobre ruedas en el Parque Gorki) y se le permite prosperar a condición de que no se vuelvan políticos. Vi una versión previa de esto, cuando visitaba a mis abuelos en mi infancia durante el apartheid de Sudáfrica: los liberales urbanos se sentaban alrededor de sus piscinas burlándose del gobierno que los privilegiaba, mientras que las sirvientas negras servían pastel. Es una forma de vida sorprendentemente sostenible

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