Retrospectiva del metal chileno - libro diciembre.

http://img202.*************/img202/6663/avisometalchileno.jpg

Libro que recorrerá los inicios del Metal Chileno (1980-1990)
El libro contendrá 200 páginas llenas de imágenes, recuerdos , anécdotas y la historia completa del metal Chileno, incluyendo además lo más destacado de las regiones y lógicamente Santiago.

Ya han sido contactadas muchas bandas y personajes importantes de la época, los cuales han apoyado la causa.

Bandas como Atomic Aggressor, Rust/Warpath, Squad, D.T.H., Darkness, Belial, Betrayed y muchos otros, relatan cómo es que no pudieron vencer la adversidad, lo que produjo que finalmente estas talentosas agrupaciones se disolvieran. Incluyendo relatos de época y toneladas de fotos inéditas de las mejores bandas del país, finalmente podrás dimensionar cómo se gestó y fortaleció una escena underground que hasta el día de hoy sigue viva.

Además de las bandas que todos conocemos, existió en provincias una escena rica en agrupaciones de diferentes estilos: Cancerbero, Scrotum Death, Atomic Genocide, Doom, S.D.N., Corpse Grinder, Holy Atrocity, Parricide, Overthrow, Xenophobia, Proscription, Damnation, Abbadon, Them, Bunker, Infidel, Perversity Terror y muchos más…

Habrá un "A – Z" de todas las bandas del país (desde Arica a Punta Arenas), como así también un "A – Z" de los fanzines que inundaron el underground en provincias y Santiago. Entre estos destacan: Death Caos, Underground Attack, Silent Scream, Fatal Vision, Thrash ‘Till Die o Blasphemer, Possessor Terror, Thrash Til Die, Black Sacrifice, I.R.N.I., Violence, Speed or Bleed, Death & Blood, Shit, Fatal Predictions, Violence, Blowing Thrash, Rattlehead y muchos más.

Para otros, quienes no vivieron en Chile durante a mediados de los ’80, les advierto que el país sufría un holocausto cultural y político debido a la dictadura militar de Pinochet. Los thrashers fueron verdaderos héroes a esa década del terror. Al absoluto desamparo, el underground creció y se fortaleció gracias a la ayuda de todos quienes integraron la escena".

entrevista de terra con el escritor del libro andres padilla, q además es editor de Grinder magazine

Spoiler

Los años 80 no sólo fueron rock latino en Chile. Con tanta fiebre revisionista por esa década que se tomó los medios en el último tiempo, hasta ahora se había pasado por alto un movimiento social que no por subterréneo tuvo menos fuerza y trascendencia: el metal chileno.
Por esos años la música para oídos duros vivió su propia era dorada, a pesar de la precariedad, de estar recién empezando, de lo difícil de la época y tantos factores en contra. Más que echar para abajo, todo eso engrandeció el mérito de toda una generación que se sacó la mugre por crear una escena local de cabelleras largas, poleras de monstruos, pantalones rajados y sonidos estridentes.
Para hacerles justicia, este año verá la luz un libro que recopilará la historia de los inicios y auge del movimiento, hasta 1993 aproximadamente. “Retrospectiva al metal chileno”, obra de Andrés Padilla (editor de la revista “Grinder”, de larga data en la escena del metal nacional) que cuenta con apoyo del Fondart, será lanzado antes de fin de año con imágenes, entrevistas e historias inéditas de los thrashers de Arica a Punta Arenas. Los mismos que tenían como cabecillas a bandas como Pentagram, Massacre, Necrosis, Warpath y Atomic Aggressor, entre otros. Y llenaban las tocatas del extinto gimnasio Manuel Plaza sin más promoción que unas cuantas fotocopias puestas en lugares específicos, cuando todavía ni se soñaba con internet ni las posibilidades de difusión que hay ahora.
La idea partió, según cuenta Padilla, cuando un día llegó a sus manos un detallado libro sobre la historia del death metal sueco. Viendo la calidad del material y pensando en que también tenemos mucho que contar, dijo “no puede ser que acá no tengamos algo como esto” y se dio a la tarea de documentar nuestra propia historia. Para eso ya tenía los contactos y la experiencia que le han dado sus más de 20 años en la movida.
- ¿Qué pasó en los 90 que se acabó esa “época dorada”? ¿Por qué el libro toma como límite el año 1993?
- En ese momento como que se dio el recambio generacional, muchos de los que venían de antes se retiraron. Las bandas thrash de los 80 ya estaban casi todas disueltas. Pero no es que sea una fecha de muerte, yo de hecho partí con “Grinder” justo en ese momento y en lo personal vinieron muy buenos años. Lo que pasó fue un poco de cansancio, de desencantamiento, de tener que enfrentarse a otra realidad, gente que empezó a trabajar, a formar familia, cosas que fueron haciendo dejar de lado esto. Y aparte de las condiciones sociales, de que no había facilidades para nada, yo diría que el peor enemigo del metal chileno fueron los mismos metaleros.
- Fuertes palabras.
- Cosas que parecen banales, pero que a la larga afectaron, como ciertas “reglas” o “patrones” por las que se discriminaba dentro del movimiento a gente que, por ejemplo, no usara cierta ropa. Así de ridículo. Esas cosas cagaron al metalero chileno. Porque en Europa, por ejemplo, se tolera súper bien, nadie pesca esas cosas. Aparte es sabido que acá somos chaqueteros, al primero que le iba bien lo empezaban a aportillar. Fue el propio movimiento el que se afectó a sí mismo.
- De todos modos el metalero chileno no desapareció. Hasta el día de hoy hay tocatas todas las semanas y el número de fanáticos es cada vez mayor. ¿Lo que cambió fue la mística?
- Pasa algo raro. La calidad de los grupos en los 80 era de mediocre a mala, no había músicos de excelencia, eran contados los que tocaban bien. Un amigo me decía el otro día: ‘Esto era lo peor, los thrashers vivimos la peor etapa. Caminábamos por la calle y sentíamos la represión de los pacos (Carabineros), los grupos sonaban mal, tocaban mal, no había luz en los recitales, tomábamos los peores copetes… ¡todo era malo! ¿cómo vas a añorar algo que era malo?’. Y bueno, como dices tú, era cosa de mística. Ahora que todo sea más fácil hace ver de manera nostálgica cuando las cosas costaban.
- ¿En qué se reflejaba esa mística? ¿Qué es lo más grato de haber vivido esa etapa?
- De lo que me siento agradecido de haber vivido es de lo que se genera como hermandad. De que por ejemplo vas a Perú y te quedas en la casa de un metalero peruano y te reciben como hermano. Eso pasaba también cuando uno iba a Providencia (en Santiago, el Paseo Las Palmas era el centro neurálgico de la actividad thrasher), te hacías amigo de gente de regiones, de bandas… algo único que no pasaba con otras tendencias. Donde sí pasaba algo así era en el punk, un poco porque los dos estilos son similiares, rechazados por la sociedad y autogestionados. Yo he conocido muy buenos amigos metaleros, gente a toda raja, ahora cada uno está en su volada, profesionales de distintas cosas, abogados, bioquímicos, de todo, y nos vemos de vez en cuando.
- ¿Ese rechazo de la gente alimentaba el saborcillo de sentirse parte del movimiento?
- Un poco. Todo eso del fenómeno del thrash, de la represión de los pacos, las miradas raras de la gente, de tus vecinos que te miraban como drogadicto… Incluso la ignorancia del chileno hacía que en todos los medios lo pusieran no como “thrash” (que significa azotar o golpear), sino como “trash”, sin la H, lo que cambia el significado y lo traduce como “basura”. Entonces para todos quedábamos como “basura”. Y era pura ignorancia.
- A propósito de autogestión y mística, una parte importante del libro es la de los fanzines de la época, en que recopilaste todos o casi todos los que se hicieron en ese entonces, desde el primero que fue “HM Censored” en 1983.
- Yo siempre he hecho revistas y me llama la atención, juntando todo este material, de que habían fanzines hasta en Puerto Natales. Una ciudad donde vivía muy poca gente, y sin embargo tenían publicaciones metaleras. El auge de estas revistas fue entre 1985 hasta 1992, aproximadamente. Y eran demasiados. No creo que se puedan juntar todas las revistas que hubo en Chile. Y yo tengo hartas. De hecho juegan un papel sumamente importante en el libro, porque de ahí estoy sacando mucha información. Ahí está todo, se cuenta fielmente lo que era ser thrasher, pensando en hacer una retrospectiva de lo que era. Ahora puedo entrevistar a cualquiera de los que salían ahí y me puede decir cualquier cosa, hasta mentir, ¿y cómo voy a saber si me está contando las cosas como fueron? Mejor remitirse al fanzine.
- Pasan a ser una prueba casi arqueológica.
- Algo así. Ahora todavía existen, pero no al nivel de lo que hubo en los 80. Es difícil que haya tantos. En la movida de esa época o eras músico o hacías una revista, pero todos hacían algo. Ahora no, ahora escuchas música no más. Pero antes todos hacían algo. Éste tenía una revista, este otro tenía una distribuidora de cassettes, y así, lo que sea. Después se acabó todo eso. Es que el metal fue como una moda, también, para mucha gente. Para otra no. Por algo dura hasta hoy. Empezaron todos en la misma época y fueron una especie de plaga o virus que se esparció y que hasta ahora ha sido imposible eliminarlo.
Ahora Padilla busca financiamiento para sacar el libro a la luz como corresponde, lo que debería ocurrir en el segundo semestre. Su idea es acompañar el lanzamiento con una serie de charlas para debatir sobre el metal nacional y hacer ruido al respecto. La edición promete ser de lujo, ya que busca ser un documento “para atesorarlo”, promete el autor.

se ve weno iwal, pa saer de nuestros antepasados. xD


FACEBOOK

myspace


​