Tranque Sloman

​

El Tranque Sloman es una obra osada y desafiante: creó en el desierto un pequeño mar artificial, generó un contraste entre el cerro y el río acumulado, fue reflejo del cielo en un pequeño punto en la cuenca salobre del Río Loa, el más largo de Chile. Fue una de las más interesantes inserciones tecnológicas evidenciadas durante el ciclo del salitre del sistema Shanks.

​

La misma fuente indica que el agua represada era conducida por un canal de albañilería de 10 metros de largo, con 3 metros de ancho y 4 metros de hondura hasta una cañería de presión de palastro, remachada, de 2 metros de diámetro y 70 metros de largo que entregaba el agua bajo presión a tres receptores hidráulicos J. L. Voith (Heidenheim, Alemania) de 500 HP. de potencia cada uno, cuyas características eran: Eje horizontal; 375 revoluciones por minuto; 8.000 kilogramos de peso (1910:568).

​

Cada receptor hidráulico estaba directamente acoplado con un generador eléctrico trifase de marca Siemens-Schuckert Werke-Berlín: 525 volts; 370 kilowatts, 375 revoluciones por minuto.

El anuario estadístico agrega: “La enerjía eléctrica jenerada pasa a tres transformadores de la misma casa constructora que elevan el voltaje de 525 a 20.000 volts i reducen el amperaje de 418 a 10,7% amperes” (1910:569).

​

Sobre la línea transmisora de potencia, indica que tenía una longitud total de 30 kilómetros y que se encuentraba tendida sobre “postes de madera de 9 metros de alto i 0,15 metros de diámetro. El diámetro de los alambres conductores varia entre 5 ½ i 4 ½ milímetros.” (1910:569). Agregando que se contaba con una instalación auxiliar a vapor que involucraba 4 unidades de 150 HP. cada una.

​

De este modo, comenzó forjarse un gran lago artificial con seis millones de metros cúbicos; refrescante ironía entre tanto desierto. Su impresionante murallón de piedra canteada de 38 metros de altura tendría el nombre de su gestor en grandes piedras talladas.

​

Gracias a esta obra, las personas en el desierto contaron con la electricidad necesaria para vivir y trabajar. No obstante, su uso no fue sólo utilitario desde el punto de vista industrial, sino que también fue un lugar exclusivo de recreación, siendo la cita obligada de las familias acomodadas ir al tranque a pasar una entretenida tarde y así poder navegar en sus tranquilas aguas.

Esta colosal obra de ingeniería cesó sus funciones en 1965 y actualmente regula las aguas, casi siempre escasas, del Valle de Quillagua.

​

Lamentablemente, la inoperancia y la indiferencia de las autoridades, que por ley deben resguardarlo, no han sabido amparar este patrimonio arquitectónico de la Provincia de Tocopilla. Hasta hace poco años era custodiado por el recordado abuelo Luis Vega, quien estuvo alrededor de 8 años acompañado solo de sus fieles mascotas. Lamentablemente, este anciano falleció y el tranque Sloman comenzó su letargo final producto del saqueo y el descuido. Los inescrupulosos han desvalijado y destrozado este valioso monumento histórico que le valió que lo declararan Monumento Nacional. No obstante, poco y nada le ha servido dicha denominación.

​

La leyenda pampina no escapó a esta gran obra mecánica hidráulica: cuando comenzaron las faenas de construcción trabajaba un joven aprendiz de picadero.

Un día en que se anunció una explosión, un tiro echado no explotó, cuando Pancho, como cariñosamente le decían, se acercó, se produjo el estampido sepultándolo bajo toneladas de rocas y tierra. Este fue el único muerto en el proceso de construcción de esta majestuosa obra de ingeniería. Fue sepultado en el cementerio perteneciente a las Oficinas de Santa Fe y San Andrés que se encuentran a 10 Km. del tranque. Según los pampinos, dicen que al visitar el tranque “lo más probable es que escuchen ruidos y pasos pero no se asuste es Panchito cumpliendo con sus rondas, cuidando y protegiendo su tranque que le costó su propia vida, esperando ser visitado a la orilla del camino donde se encontrarán con su lápida esculpida en piedra que dice: a la memoria de Francisco Vera, víctima del trabajo. Fallecido el 17 de octubre de 1905 a la edad de 29 años. Sus compañeros le dedican este recuerdo. Tranque Sloman”. (G.L.)

​

El empresario minero alemán Henry B. Sloman abordó un gran proyecto en 1905: la construcción de una gran represa para implementar una hidroeléctrica en uno de los desiertos más áridos del cosmos. Estaban los recursos y la osadía, estaban los hombres “enganchados” que desde el sur llegaron al desierto para hallar trabajo; las inversiones de Sloman llegarían a un nivel sorprendente para su época.

​

Fue así que comenzó la construcción de un gran murallón para que contuviera las aguas salinas del río. El propósito fue dotar de energía eléctrica a las máquinas elaboradoras y a los campamentos de Oficinas salitreras, entre ellas: Buena Esperanza, Rica Aventura Prosperidad , Grutas y Empresa, todas ellas pertenecientes a la Compañía Salitrera H.B. Sloman i Cía.

​

Desde el mismo tranque arrancaba una cañería que alcanzó los 35 kilómetros para suministrar el agua potable a las ya citadas Oficinas. La obra comenzó a funcionar en 1911, luego de 6 años de espinoso trabajo. Otto Matte fue quien hizo posible la hazaña añorada por Sloman. Se estima que trabajaron alrededor de 200 personas.

​

Según los datos levantados por la Sociedad Nacional de Minería a través del trabajo llamado “Estadística Minera de Chile en 1908 i 1909”, obra llevada a cabo bajo la dirección y vigilancia del Ingeniero en Minas Guillermo Yunge, publicada en 1910, el tranque funcionaba con “el agua del río Loa cuyo mínimo puede estimarse en un metro cúbico por segundo. Las aguas son claras.” (1910:568). Adicionado: “la caída utilizada es de 30 metros, que se provoca por medio de un tranque de albañilería de 39 metros de altura, 41 metros de base, 2 metros de coronamiento i 61 metros de longitud. La laguna o represa formada por el tranque tienes 4 ½ kilómetros de largo i una anchura que varia entre 10 i 90 metros; su capacidad es de 2 millones de metros cúbicos aproximadamente.” (1910:568).

​

La misma fuente indica que el agua represada era conducida por un canal de albañilería de 10 metros de largo, con 3 metros de ancho y 4 metros de hondura hasta una cañería de presión de palastro, remachada, de 2 metros de diámetro y 70 metros de largo que entregaba el agua bajo presión a tres receptores hidráulicos J. L. Voith (Heidenheim, Alemania) de 500 HP. de potencia cada uno, cuyas características eran: Eje horizontal; 375 revoluciones por minuto; 8.000 kilogramos de peso (1910:568).

Cada receptor hidráulico estaba directamente acoplado con un generador eléctrico trifase de marca Siemens-Schuckert Werke-Berlín: 525 volts; 370 kilowatts, 375 revoluciones por minuto.

El anuario estadístico agrega: “La enerjía eléctrica jenerada pasa a tres transformadores de la misma casa constructora que elevan el voltaje de 525 a 20.000 volts i reducen el amperaje de 418 a 10,7% amperes” (1910:569).

​

Sobre la línea transmisora de potencia, indica que tenía una longitud total de 30 kilómetros y que se encuentraba tendida sobre “postes de madera de 9 metros de alto i 0,15 metros de diámetro. El diámetro de los alambres conductores varia entre 5 ½ i 4 ½ milímetros.” (1910:569). Agregando que se contaba con una instalación auxiliar a vapor que involucraba 4 unidades de 150 HP. cada una.

De este modo, comenzó forjarse un gran lago artificial con seis millones de metros cúbicos; refrescante ironía entre tanto desierto. Su impresionante murallón de piedra canteada de 38 metros de altura tendría el nombre de su gestor en grandes piedras talladas.

​

Gracias a esta obra, las personas en el desierto contaron con la electricidad necesaria para vivir y trabajar. No obstante, su uso no fue sólo utilitario desde el punto de vista industrial, sino que también fue un lugar exclusivo de recreación, siendo la cita obligada de las familias acomodadas ir al tranque a pasar una entretenida tarde y así poder navegar en sus tranquilas aguas.

Esta colosal obra de ingeniería cesó sus funciones en 1965 y actualmente regula las aguas, casi siempre escasas, del Valle de Quillagua.

​

Lamentablemente, la inoperancia y la indiferencia de las autoridades, que por ley deben resguardarlo, no han sabido amparar este patrimonio arquitectónico de la Provincia de Tocopilla. Hasta hace poco años era custodiado por el recordado abuelo Luis Vega, quien estuvo alrededor de 8 años acompañado solo de sus fieles mascotas. Lamentablemente, este anciano falleció y el tranque Sloman comenzó su letargo final producto del saqueo y el descuido. Los inescrupulosos han desvalijado y destrozado este valioso monumento histórico que le valió que lo declararan Monumento Nacional. No obstante, poco y nada le ha servido dicha denominación.

La leyenda pampina no escapó a esta gran obra mecánica hidráulica: cuando comenzaron las faenas de construcción trabajaba un joven aprendiz de picadero.

​

Un día en que se anunció una explosión, un tiro echado no explotó, cuando Pancho, como cariñosamente le decían, se acercó, se produjo el estampido sepultándolo bajo toneladas de rocas y tierra. Este fue el único muerto en el proceso de construcción de esta majestuosa obra de ingeniería. Fue sepultado en el cementerio perteneciente a las Oficinas de Santa Fe y San Andrés que se encuentran a 10 Km. del tranque. Según los pampinos, dicen que al visitar el tranque “lo más probable es que escuchen ruidos y pasos pero no se asuste es Panchito cumpliendo con sus rondas, cuidando y protegiendo su tranque que le costó su propia vida, esperando ser visitado a la orilla del camino donde se encontrarán con su lápida esculpida en piedra que dice: a la memoria de Francisco Vera, víctima del trabajo. Fallecido el 17 de octubre de 1905 a la edad de 29 años. Sus compañeros le dedican este recuerdo. Tranque Sloman”. (G.L.)