Viaje al principio de la noche - Cuento corto

Tema en 'Rincon Literatura' iniciado por Alvariito0, 25 Jun 2018.

  1. Alvariito0

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    Viaje al principio de la noche


    <<Todos tenemos nuestro grado de locura, algunos se les nota más que otros, yo por ejemplo encuentro que estoy super cuerdo, lo que no entiende el resto, es que hay personas muy distintas, otras más que el resto, nadie piensa igual, nadie puede actuar igual, o creen que lo hacen, algunos enloquecen por mujeres, por el vino, por las drogas, por los autos, por las putas, o a veces eso los mantiene cuerdos. A mí me gustaría estar loco y ni siquiera enterarme de ello>> Esto meditaba en su departamento Hans, mientras destapaba una cerveza para pasar tremenda caña ¿Por qué aquel hombre lo había llamado un loco de mierda? En fin, no estaba a costumbrado a eso, recién se estaba acostumbraba a su nuevo estilo vida, le gustaba. A punto de cumplir los 50 años, dejo su trabajo, su mujer lo había engañado, su madre había engañado a su padre, su hija engaño a su novio, su amante lo había traicionado … y todos con el mismo hombre, Paul. Hasta el perro estuvo a punto de caer, pero el hijo de puta ya estaba seco. Fue la oportunidad perfecta para escapar, sin planes ni engaños, solo una tremenda excusa antes de que se le cayera mas el culo. Saco todo su dinero, lo guardo en el colchón, se fue a vivir a un barrio piojoso, no tenía planes para cuando se le acabase el dinero. Ahora vaciaba la cerveza de la botella sintiéndose borracho nuevamente. Camino hasta el refrigerador a duras penas, se devolvió a la ventana, le hizo señas al muchacho que vendía cocaína en la esquina, se mandó dos toques en la nariz, ya estaba todo negociado. Odiaba a esas pequeñas mierdas, se creían los amos del barrio, y lo único que hacían era pararse a pedorrearse en la esquina y sentirse los dueños del mundo por vender algo ilegal. Al menos le ayudaban a pasar el día despierto. Abrió el refrigerador, le quedaba muchas latas de diversos colores, un par de centímetros mas en el abismo ya daban igual. Se miraba en el espejo ¡Vaya! Qué joven se veía, la vida era magnifica, estar solo era sublime. Definitivamente ya estaba borracho, e hizo exactamente lo mismo que hacía siempre estando borracho. Fue a la cocina, abrió el horno y saco dos pistolas. Volvió al baño, se aseguró que aquellas pistolas no estuvieran cargadas, se miró al espejo, se apuntó una en la cien y otra bajo el mentón.

    -¿Qué pasa cobarde? No te atreves ¿y así te crees un superhéroe?… ¡aprieta el gatillo maricón!

    Se quedó un par de segundos con la furia en el rostro. Luego se sintió terriblemente avergonzado, miro estúpidamente a su alrededor por si alguien lo hubiese estado observando. Camino nuevamente hacía el horno riéndose, sintiéndose más estúpido. Guardo las armas donde mismo las saco. Saco dos cervezas, se preguntó por el pendejo de la droga. Encendió la televisión para olvidar lo sucedido. Los mismo muertos de siempre. Se quedó dormido sin terminar las cervezas.

    Era la peor corrida de departamentos de la ciudad, tal vez de la región, nunca competirían por serlo, ni había juez quien midiera quién ganará. La policía llevaba un ranking, pero no se les informaba a sus habitantes. Como Hans llevaba varios meses en aquel departamento, solo tenía que dar un par de monedas o billetes dependiendo la cantidad de piojosos en la esquina. Al menos ya no lo asaltaban, ya sabían que vivía ahí, fue un primer mes duro. Despertó a medio día aun en el sillón y con la televisión encendida. Fue al baño, vomito, cago, se cepillo los dientes, reviso internet e hizo una importante llamada. Fue por mas cerveza. Al fin tocaron su puerta. Se cambio ágilmente los calzoncillos, se comió una menta, en el baño; se mojó la cara, el pelo, se perfumo el culo, el pene y las axilas, y se pedorreo lo más posible. Abrió la puerta nervioso.

    Era un travesti asiático.

    -¡Hey! –Dijo Hans rojo de furia -Yo pedí claramente una mujer, el aviso salía que era una mujer.

    El travesti asiático casi se caga de la risa. Era horrible, no se esforzaba en lo más mínimo en parecer mujer. Llevaba tatuado un shuriken (arma china) en el hombro. Hans nunca había visto alguien tan feo después de Sebastian Pla.

    -Señor, lo he escuchado por las noches, sé que sufre terriblemente por aquellas mujeres, he escuchado como grita por ellas estando borracho…

    -¡Yo nunca he gritado estando borracho! ¡Yo no sufro por esas perras! ¡Eso es para maricones! Sin ofender por favor, perdóneme, no quiero ser grosero. – Hans siempre se había considerado un caballero.

    -No se preocupe señor-. Se apoyó en el borde de la puerta intentando parecer sexy. - En la noche los sonidos en el edificio son costumbre. Por ejemplo; esta aquel hombre rogándole todas las noches a su mujer que no salga, la ninfómana del 10 suplicando en las escaleras que le den más, Charles afirmando deliberadamente que es el rey de los tulipanes.

    -Bueno, ya, grito por las noches entonces, todos gritan, que tiene ¿qué mierda quieres?

    -Quiero ofrecerle mi culo señor, si sabe apreciar un buen culo aceptara el mío.

    Le dio un portazo en la cara. Hans le gustaban las mujeres, le fascinaban sus facciones, su culo, sus tetas, su estúpida manera de conquistar, su forma de mentir, creerle las mentiras, su mala forma de emborracharse. Imposible no amarlas. Aparte que lo partiría en dos.

    Volvieron a tocar la puerta, camino estirándose hacía la puerta, preparado su derecha, abrió. Era una mujer, era igual a la del anuncio. La hizo pasar, le ofreció un whisky, mientras ella lo bebía, Hans se fue corriendo por más dinero bajo el colchón, sería una larga noche. Todo iba perfectamente, estaba vivo.

    Pasaron muchos meses. Quedaban un par de billetes en el colchón, no quedaban cervezas en el refrigerador, el pendejo de la droga estaba preso o muerto, la puta ahora le cobraba el doble porque la habían asaltado, pensaba en trivialidades. Que buenos meses habían sido. Aunque vomitara todas las mañanas, se sentía vivo y era increíble ¡Para que te den por el culo sueño americano! Tenía menos pelo, dormía mucho, no entendía la televisión, solo tenía lindos recuerdos del pasado, pensaba en el día que estaba viviendo. Se terminó de fumar un cigarrillo, no quiso terminar el botellón de vino, no quería putas, se preguntó porque nunca pensó en viajar, nunca se sentía como en su casa. Se afeito, se ducho, abrió el viejo bolso, se roció de perfume, se vistió con su mejor traje. Fue al horno, saco sus dos pistolas, fue atrás del cagadero, lleno las dos pistolas de balas, le dio un puñetazo al espejo, cerró la puerta.

    El travesti asiático pedía azúcar un par de puertas mas allá, le paso un billete y le pregunto cómo estaba. No le dio dinero a nadie en la esquina de su población. Tomo un colectivo, se revisó nuevamente si portaba las dos pistolas. En el camino recordó el día que hizo millonario su jefe. Se bajó en el centro de la ciudad. Paso a un bar, pidió dos fernet con manzanilla, encendió un cigarro, camino a su hogar. Toco la puerta, abrió su esposa, casi se meo del susto. Se sentó en la cabecera, se bebió la sopa, le supo a mierda, todos lo miraban con los ojos como platos, no estaban seguros si era Don Hans o un vagabundo que se había inmiscuido en la casa. Comieron en silencio, se paró, camino hacía la puerta, nadie pidió que se quedará. No valía la pena.

    Volvió nuevamente al bar, pidió tres fernet con manzanilla, fue al baño del bar, reviso sus dos pistolas, camino a su antiguo trabajo. Paul se rascaba las bolas mientras sacaba fotocopias. Hans volvió al bar, espero a que fueran las siete, volvió nuevamente a su antiguo trabajo, se encontró con Pla de frente, sacó su arma y le apunto en las bolas.

    -Si no te jodes al travesti asiático olvídate de esas bolas-. Aquellas bolas se mojaron. Era una promesa.

    Volvió al bar, pidió dos fernet con manzanilla, le quedaba un solo billete, el más grande.

    -¿Dónde queda el hipódromo?-. Le pregunto a Donarry el cantinero.

    Se despidió como el caballero que pensaba que era.

    Estuvo parado un buen rato viendo aquellas carreras de caballos, por más que leyó a Charles no descifro nada, no había estrategia, no había caballo ganador, no sabía quién era Raquel << ¿Estoy loco? >> Hizo la fila para las apuestas. Estudiaba el movimiento de las cajeras. Como entraba y salía dinero de la caja, como guardaban aquellos hombres la billetera, cuales billeteras se asomaban más.

    -Todo a Rebeca, ganadora-. Le dijo a la cajera.

    Rebeca llego última. Hans se fue al baño, se sentó en el cagadero, reviso las pistolas. Espero a que no quedara nadie en el baño, puso seguro. Ensayo con las armas como si estuviera a punto de dispararle a alguien, movía las pistolas de forma amenazantes, ensayaba con un fantasma.

    -¡Entrega todo el morlaco hijo de puta! ¡O te lleno el culo de plomo! -. Se reía, se acordó de cara cortada… volvió a ensayar. La puerta sonaba suplicando abrirse.

    Entro un hombre flacucho, apenas pudo encender un cigarro, sus manos tiritaban. Hans le miro el culo para ver donde tenía la billetera. Aquel hombre se puso a mear con el pene duro, la meada salpicaba todo el urinal. Hans se miraba en el espejo sosteniendo sus dos pistolas en el bolsillo de su chaqueta. El hombre termino de mear, se quedó mirando a Hans, se le acerco, le dijo:

    -He perdido todo, si pudieran aceptar mi auto ¡¿te vendo mi auto?!-. Se quedó en silencio mirando a Hans que estaba paralizado - ¡No eres más que un loco de mierda!

    Hans estaba de piedra, pálido, creyó que entendía muchas cosas. Aquel hombre salió del baño con el cierre abierto. Hans volvió a poner pestillo, se miró al espejo, saco sus dos armas, una se la apunto en la cien y otra bajo el mentón. Estaban cargadas.

    -¿Qué pasa cobarde? No te atreves ¿y así te crees un superhéroe?… ¡Aprieta el gatillo maricón!


    “La mayoría de la gente no muere hasta el último momento; otros empiezan 20 años antes y a veces más. Son los desgraciados de la tierra.”

    Viaje al fin de la noche - Céline.

    Fin.

    Benjamin.
     
    #1 Alvariito0, 25 Jun 2018
    Última edición: 30 Ago 2018