Un día pensé, ya que a veces caigo en el error de hacerlo, que si fuera mujer me gustaría tener hijos. Tendría muchos hijos y abortaría de ellos a los 3 meses, cuando aún fueran unas masas amorfas de carne y hueso. Iría repitiéndolo hasta tener el sótano lleno de frascos rellenos de esas abominaciones. Luego, tendría un hijo de verdad; y cada vez que se portase mal, lo enviaría al sótano para que recordase con que facilidad podía haberlo abortado.